Hace unas semanas estuve leyendo algunos tebeos del oeste en formato comicbook editados en nuestro país. A mí siempre me ha gustado el género, que curiosamente tiene las que considero sus obras maestras (dentro del tebeo) realizadas en Europa. No es el caso de los tebeos que les comento a continuación: Desperadoes (psé con detalles), Destellos de Gloria (bien en la primera limited, menos en la segunda) y la versión gay de Rayo Kid (que me ha encantado mucho mucho). Vayamos por partes.
Desperadoes no es precisamente una novedad. Mirando los créditos me he dado cuenta de que este tebeo llevaba cinco años esperando su turno en mi pila de adquisiciones no leídas. Para que se hagan una idea de cómo va mi tiempo libre. Con guión de Jeff Mariotte y dibujos de un John Cassaday pre-Planetary pelín verde y lejos del actual, ya les he dicho antes mi opinión: no me ha parecido gran cosa. Eso sí, tiene la gracia del crossover de géneros, en este caso lo fantástico y el western (que en lo cinematográfico siempre ha dado para un ciclo la mar de curioso). El primer arco es resultón, con esa historia de chamanes psicokillers, pero luego la cosa decae con un prescindible quinto número y en especial alargado cosa mala (y peor dibujado) cuya única virtud es introducir el universo lovecraftiano en el marco del Salvaje Oeste, que no es una mala idea, claro, pero con esos dibujos...
Los cuatro números españoles de Senderos de Gloria (Planeta, Línea Max) recogen en realidad dos series limitadas: Blaze of Glory y su secuela, Apache Skies; las dos, eso sí, realizadas al alimón por John Ostrander y Leonardo Manco. La primera no está nada mal pero la segunda me ha dejado un poco frio, quizá porque el punto de partida de la anterior es irrepetible: la recuperación de los más célebres personajes western de la Marvel: Rayo Kid, Dos Pistolas Kid, El Jinete Fantasma, Kid Colt, Lobo Rojo. La historia se actualiza desde una perspectiva desmitificadora y muy del palo del spaguetti western. Ya saben: suciedad, moscas y violencia indiscriminada. Además, para eso el estupendo dibujo del argentino Leonardo Manco va que ni pintado. Lástima que a mi juicio Apache Skies baje demasiado el listón mientras Manco juega a colorear directamente sobre los lápices.
Y he dejado para el final lo mejor de esta tanda de tebeos: el Rayo Kid de Ron Zimmerman y John Severin. Quizás fuera que no esperaba demasiado de este tebeo, que su eco mediático a raíz de la imagen de héroe gay del pistolero me hiciera desconfiar, pero lo cierto es que su lectura me ha hecho pasar un rato pero que muy muy divertido y que desborda frescura por las cuatro esquinas del tebeo.
El punto de partida está anunciado: Rawhide Kid, el personaje Marvel más longevo y célebre en el género y aquí editado por Vértice como Rayo Kid, es un pistolero homosexual. La idea de la homosexualidad en el Salvaje Oeste no es nueva. Tantos hombres solitarios cabalgando por territorios vírgenes, o transportando ganado... Es un poco como las historias de marineros. El tema, pero, siempre fue tratado de manera muy opaca en las películas del oeste: caracterizaciones de villanos tan retorcidos que sólo podían ser maricas, personajes ambiguos como el de Lee Van Cleef en Capitán Apache o diálogos encubiertos como la célebre comparación de pistolas a la orilla del río que creo recordar se desarrollaba en Río Rojo de Howard Hawks (y si no es esta me corrigen, que con los Ríos a veces me confundo); pero de manera tan explícita como en este tebeo no es, precisamente, la cosa más hibitual. Ni mucho menos.
Lo bueno del caso es que partiendo de esa premisa, el tebeo rehuye totalmente jugar a lo políticamente correcto o a elaborar cualquier tipo de soflama moral defensora del derecho a la sexualidad individual. Rawhide Kid es un pistolero homosexual y punto. O no, porque la historia sigue girando alrededor de ese hecho pero descargada de esos dos detalles. De hecho, a menudo juega a lo políticamente incorrecto con inteligencia. El héroe sigue siendo el mejor pistolero, pero además se atreve a especular con la posibilidad de que el otro protagonista, el blando sheriff con problemas de autoridad, sea también un gay que no ha salido del armario. Se produce un divertido coqueteo entre ambos. Las fuerzas del orden institucional también pueden ser impuras. ¡Cielo Santo! Y para más inri el guionista establece una relación de amistad entre el pistolero y el hijo del sheriff. Y ya saben ustedes como la proximidad entre niños y homosexuales pone los pelos de punta a la sociedad, especialmente a la norteamericana.
La historia toma ideas de Sólo ante el peligro y Raíces profundas, y desde luego asume en todo momento un tono paródico, que no irónico. Las parodias pueden ser geniales o nefastas, y en este caso estamos ante lo primero: respeta el género parodiado y funciona igual de bien que cualquier otro western. Y no se queda ahí. También juega a introducir el elemento político al pintar al atontado alcalde de la ciudad con el rostro de Bush junior, o a reírse de algunas series de televisión, incluyendo guiños a Bonanza (una familia de vaqueros que viven solteros y bajo el dominio paterno) o a La casa de la Pradera (la maestra del pueblo es Laura Ingalls nada menos). O en la descripción de la banda de forajidos que amenza la población, una amalgama en la que podemos encontrar desde una lesbiana marimacho a un amanerado émulo francés de El Zorro pasando por un par de ninjas de saldo.
Y por encima de todo está la genial recreación del héroe protagonista, de pluma más que evidente pero inadvertida en un Salvaje Oeste plagado de garrulos y paletos que no se enteran de nada. Un pistolero cool siempre a la moda, jugando con el potente look que el personaje siempre ha tenido en sus más de cincuenta años de vida historietística. Yo ya les digo que ha sido toda una sorpresa y que lo he disfrutado un montón. La frescura de los diálogos (si algo destaca en los guionistas de procedencia televisiva, y es el caso Zimmerman, es eso) ayuda, y la recuperación de John Severin, dibujante clásico (miles de westerns en los 50-60 o El Sargento Furia y sus Comando Aulladores son buena muestra de su artesano saber hacer) recuperado para la ocasión, remata esta, a mi juicio, pequeña joya de tebeo sin pretensiones (aunque parezca mentira), divertido e inteligente. Y es que más vale un maestro sabio que un hot artist con ganas de epatar visualmente (y no es el caso de los Manco y Cassaday citados al inicio de este texto, ojo).
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