- El hombre estadounidense lleva demasiado tiempo sintiéndose intimidado, mimado, malcriado, esclavizado como un idiota sin cerebro por la hembra de la especie!¿Se dan cuenta del poder que tienen hoy en sus manos? Si un hombre, un solo hombre, puede asesinar a su esposa y salirse con la suya... ¡Tenemos la vida resuelta!El diálogo pertenece a la penúltima escena de How To Murder Your Wife (Cómo matar a la propia esposa; Richard Quine, 1965). Al final del juicio, el jurado, formado por varones que se descubren dominados por sus esposas, declaran inocente al presunto asesino como una liberación. Las mujeres pierden la batalla y salen cabizbajas. Una carga de profundidad ciertamente brutal que hoy escandalizaría a muchos. Vale, el protagonista regresa absuelto a casa y allí se encuentra a su mujer, que no estaba muerta sino fugada tras descubrir el plan de su marido; y se besan con pasión, porque la comedia hollywoodiense siempre debe acabar con un beso, pero eso no importa porque no invalida la sentencia judicial, emitida con la creencia de que ciertamente Jack Lemmon ha matado a su esposa, Virna Lisi.
- ¡Así se habla!
- Caballeros, es cierto. Yo la maté. Yo asesiné a mi mujer.¡Les pido que me absuelvan! ¡Que me absuelvan por homicidio justificado! Y no es por mi propio bien. Sino por el suyo.
- Señores miembros del jurado, ¿cuál es su veredicto?
-¡Inocente! ¡Inocente!
How To Murder Your Wife es una divertida comedia de las que yo llamo awilderadas, es decir, que va tras la estela de Billy Wilder. Y más o menos lo consigue, salvado las distancias, con una historia en la que a través de la historia de un exitoso profesional, de soltería militante, que una noche de borrachera se casa con una Virna Lisi que ha salido de un pastel. A partir de ahí se inicia la doma del varón por parte de la hembra, hasta que aquel, viéndose humillado, decide tomar cartas en el asunto. Da una visión masculina en la que el American Way of Live de los 50s sería un mundo perfecto si no fuera por la aparición de un terrible enemigo: el ama de casa de clase media-alta.
La maldición, el embrujo de la fémina, en plano-contraplano.
La película entra de lleno en la corriente del cine manierista norteamericano de los 50-60, aquel que es consciente de su propio vehículo narrativo, y juega así a romper el cuarto muro y dirigirse directamente al espectador, entre otros detalles (como el ya clásico enmarco constantemente de los personajes). Y utiliza esas artes con esa visión paródica y salvaje de la guerra de sexos ya desde el inicio, con el criado del protagonista (el siempre competente Terry Thomas) ejerciendo de narrador y lanzando desde el principio el mensaje al espectador masculino:
Éste es el salón del Sr. Ford. Fíjense en la total ausencia del llamado "toque femenino". Nada de tejidos alegres ni lámparas aparatosas. Aquí todo es masculino. Y perfecto. Es el tipo de casa que usted podría haber tenido si hubiese sido sensato y no se hubiese casado. El Sr. Ford, al contrario que usted, pobre diablo, fue lo bastante listo para no casarse y, por lo tanto, es un hombre totalmente feliz.
Pero hay un detalle en How to Murder Your Wife que siempre llamó mi atención y sobre el que siempre se pasa de puntillas. Stanley Ford, el protagonista, es dibujante de cómic. Desde ese punto de vista, llama mucho la atención su estilo de vida lujoso. Se permite un criado y, por ejemplo, este es su estudio.
Stanley Ford es el dibujante de una tira de éxito, Bash Brannigan, Agente Secreto. La idea de un dibujante millonario seguro que hoy en día puede sorprender. Siempre he pensado que la referencia era Alex Raymond, famoso también por su afición a los coches deportivos, y su personaje Rip Kirby, que también tenía un mayordomo que es difícil no poner en paralelo con el encarnado por Terry Thomas. Stanley Ford tiene un sistema de trabajo peculiar:
El uso de fotografías como documentación referente ha sido siempre muy habitual en cómic. El detalle está en que el dibujante protagoniza la acción de las fotografías, tomadas por el criado. Y su lema es público, y base del éxito: Bash Brannigan no hace nade que Stanley Ford no pueda hacer y fotografiar. Hay, pues, un vínculo estrecho entre personaje y autor. En el momento en que comete el error de contraer matrimonio con Virna Lisi, la tira introduce un cambio crucial: Bash Brannigan también se casa.
Las tiras de la película, por cierto, fueron dibujadas por Mel Keefer. Pero prosigamos. El dibujante pierde su forma física y para su personaje se acaban las aventuras de acción. Bash Brannigan, Agente Secreto se convierte en The Brannigans y el costumbrismo matrimonial se hace amo y señor; un costumbrismo, por cierto, claramente autobiográfico, pues Stanley Ford sigue fiel a su lema y solo dibuja lo que a él le pasa, en este caso pequeñas tragedias de humillación masculina.
Sorprendentemente, o no, la tira no se resiente a nivel de lectores, sino todo lo contrario. El público masculino se identifica con el sometimiento de Bash a la fémina y, por el camino, se gana al público femenino. Cuando la situación matrimonial del dibujante se vuelve insostenible, decide tomar cartas en el asunto y trasladarlo públicamente a la exitosa tira. Es algo que realmente la película no se detiene a explicar (seguramente porque el espectador de los 50-60 estaba acostumbrado a que no le dieran las cosas en exceso masticadas). Stanley Ford quiere asesinar a su esposa, pero como no puede, lo que hace es salvar a su personaje, Bash Brannigan. El crimen se planifica y ejecuta día a día.
Me parece muy intersante. Stanley Ford decide separar su sometida vida de casado de Bash Brannigan, para que este regrese a su situación anterior como agente secreto. Y le da igual que suponga la pérdida de sus nuevas lectoras femeninas. A largo plazo también supone abandonar su lema. Bash hará, tras el crimen, las cosas que Stanley Ford no puede hacer. Y aunque suponga romper su lema, la planificación narrativa del crimen se hace siguiéndolo al pie de la letra. El autor compra los objetos necesarios y ejecuta el plan en paralelo, fotografiado por su mayordomo, aunque en vez de arrojar a su esposa al foso de cemento, utiliza un maniquí. Fíjense que aquí se produce un pequeño gazapo: la inclusión del maniquí como material necesario para el crimen. En realidad, el maniquí es material necesario para el dibujante, no para el personaje.
Pero más allá del error del maniquí, que podría haber utilizado en su defensa en el juicio por el crimen (no cometido, pero público), y de todo el interesante juego narrativo aquí explicado, con el autor utilizando al personaje para liberar sus peores deseos, hay un detalle que me llama mucho la atención. Vista ahora, How To Murder Your Wife aventura y profetiza sin querer el camino que iba a realizar el cómic. En los 50-60 la tira de prensa era la forma del medio que garantizaba el prestigio y los lectores adultos. Hoy es la llamada novela gráfica, que en la mayoría de casos toma forma autobiográfica, como Los Brannigans. A partir de ahí el autor, tergiversa la historia para amoldarla a sus deseos.
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