22.3.07
MACHOTES MUSCULADOS Y SEMIDESNUDOS
Mañana se estrena 300, la adaptación del exitoso álbum de Fank Miller llevado a la pantalla grande por Snack Snyder. La semana pasada tuve la oportunidad de acudir al pase de prensa del filme. Debo reconocer que acudí no tanto como curioso aficionado a los tebeos ni como devoto de la obra de Miller. Lo primero sería falso porque no lo hice ante las adaptaciones de Los 4 Fantásticos, el último Superman o el Motorista Fantasma. Lo segundo también porque aunque fanático de sus Daredevil (el tebeo que con su edición de Forum de mediados de los 80 me reconcilió abruptamente con los superhéroes tras una etapa personal de listilla adultez gilipollesca), Batman o Sin Citys debo reconocer que 300 me produjo cierta frialdad tras la lectura. A ver, gráficamente es espectacular, el uso del formato apaisado y de la narrativa portentoso, pero no acabé de entrar en los detalles argumentales de una historia de machotes épicos y belicosos que entonces no supe disfrutar. Nunca entendí el éxito de ventas ni de crítica ni todos esos premios que arrastró en 1999. Como tampoco entendí la por entonces polémica de moda: ¿era una obra facha y reaccionaria? Yo entiendo que no, ya que se limitaba a idealizar estéticamente un conflicto bélico y hecho histórico que se ha convertido en legendario y, por lo tanto, muestra de protodeformación pOp de la realidad. Es obvio que las crónicas de Heredoto eran subjetivas (y mis lectores historiadores podrán matizar, si les apetece) y realizadas por el que perdió la batalla pero ganó la Guerra. Es curioso porque ese mismo debate, el de si una película de machotes es reaccionaria y si eso es un instrumento de crítica válido, ya se está reproduciendo ante la adaptación fílmica.
A lo que iba. ¿Y qué coño era lo que más me interesaba a mí de 300 para acudir raudo y veloz a un pase de prensa? Pues Snack Snyder. Su Amanecer de los Muertos, remake del Zombi de Romero y Argento, es uno de los mayores placeres cinematográficos que he tenido en el último lustro, seguramente sólo superado por la primera entrega de Kill Bill. Así que tenía fe. ¿La sigo teniendo? Buena pregunta, y meollo de la cuestión. Pues a medias. 300 me gustó, aunque la encuentro inferior a la anterior obra zombificante. Para matizarles la cuestión, sepan que de la gente con la que pude hablar tras el pase, yo era el más entusiasta, como suele pasarme. Y que incluso eran muchos los que renegaban. Vaya por delante que yo era el tipo más viril de la sala (había mucho critico profesional, sí), y que por tanto era quien más podía empatizar con ese arrebato de epicidad desmelenada y absurda que propone el filme desde su inicio, por no hablar del festival de violencia y gore sublimados estéticamente.
¿Es una buena adaptación? A mi juicio sí. Aparentemente muy fiel, reproduce íntegramente la mayoría de diálogos y viñetas (los ojos de los actores, por ejemplo, están retocados para hacerlos 100 % Miller). Estéticamente es potente, aunque sólo supone un continuismo parcial y menos elaborado de lo que Rodriguez, Tarantino y el propio Miller hicieron con Sin City. Así que si leyeron el tebeo sepan que no van a encontrar mucho más (si acaso, algunos, menos) y que argumentalmente el único añadido, rinoceronte a parte, es el desarrollo del personaje de la esposa del Rey Leónidas (oigan, que bien plantado queda Gerard Butler) y el protagonismo que adquiere como eje de una trama de conspiración palaciega (muy propia de todo peplum que se precie). Podemos preguntarnos el porqué de ese cambio: aligerar el metraje de batallas, alargarlo quizás, incluir sexo heterosexual (la película es evidente que hará disfrutar de lo lindo al público del otro lado de la calle, el entendido) o cumplir con la cuota de la igualdad de sexos, medida políticamente correcta contrarrestada con una escena de agresión sexual continuada con otra de venganza violenta, todo muy ñam ñam desde el punto de vista ausente que disfruta de lo básico y lo pulp.
Y ahí quería llegar yo. A lo pulp, a lo desmelenado, a lo básico, a lo inmediato. Todo virtudes que el 300 cinematográfico cumple con creces. He leído por ahí que un crítico usaca ha dicho que 300 es un mal cruce entre Harryhausen y Leni Riefenstahl. Hermosa comparación (y una sandez: tamaño cruce jamás dará mal resultado), aunque hay que matizarla: Harryhausen está presente (en ese gozoso momento en el que los espartanos gritan borrachos de muerte ante el hundimiento de parte de la flota persa, por ejemplo). Sí, Jason y los Argonautas está presente (como lo está Mad Max 2 en la escena del monstruoso armario encadenado al que lanzar contra los espartanos) pero aún más lo están todas esas gloriosas epopeyas de serie bé italianas protagonizadas por Maciste y demás machotes, y que ideológicamente también podían resultar ambiguas (recuerden los vínculos con Mussolini). Y ahí está lo más hermoso de todo, esa especie de adaptación ciberpunk y borderline del peplum simple y pOp de toda la vida. Si recuerdan, antes decía que aparentemente era una adaptación fiel, pero ese ánimo betoso no creo que estuviera dentro de la obra de Miller, por lo que hay que atribuírselo a Snyder.
De hecho, La Batalla de las Termópilas ya tuvo una versión peplum, aunque no italiana: The 300 Spartans (Rudolph Maté, 1962), aquí estrenada en su momento como El León de Esparta. En un acto de documentación ausente, estuve revisándola el pasado fin de semana. Un peplum modesto y básico hijo de su tiempo en el que curiosamente muchos vieron una parábola sobre la Guerra Fría entre soviéticos y yanquis. Contemplar la peli del 62 es cerrar un círculo, ya que Miller siempre ha dicho que le impacto en su infancia (la muerte del héroe, algo tan milleriano que cae por su propio peso) y que ahí está la génesis de su 300. Salvando las distancias estéticas entre ambas, es cierto que son y explican lo mismo. El fondo pOp es el mismo. El 300 del 2007 no da, en realidad, ni más ni menos que El León de Esparta de hace 45 años. Tan sólo las diferencia la voluntad de impacto visual propia de unos tiempos tan manieristas y posmodernos como los actuales. Por cierto, he decorado el post mayormente con carteles de la película vieja, que así queda todo más bonito y más ausente.
Y ya que hablamos de actualidad, anotar que me hace mucha gracia la visión de Choque de Civilizaciones a la que se han apuntado los iraníes. Es cierto que las Termópilas son el Álamo de la cultura mediterránea occidental; y de la misma manera que el Álamo debe repatear a los mexicanos, las Termópilas repatearán a Oriente Medio, pero quejarse de ello me parece tan ridículo como si el papa de Roma se quejara de la visión de la cultura celta que se da en el Excálibur de John Borman. Hoy en día los Ayatolás lapidarían sin problemas a los paganos persas, si los hubiere. Además, todo depende del punto de vista que quieran darle al tema, al fin y al cabo las Termópilas representa la lucha de unos pocos contra un imperio invasor. Y estarán conmigo en que si actualmente hay un Imperio ese son los EEUU, lo cual pondría a los iraníes en el papel de heroicos espartanos. Una posible lectura que los antaño persas han despreciado.
Ya para acabar, decirles que también releí el álbum de Miller, que me gustó más que en la remota lectura anterior. Quizá el filtro fílmico me haya ayudado a disfrutar de él. Y no sólo eso, sino que encima me acerqué de nuevo a la visión mucho menos heroica y más mundana que nos ofrecieron Oesterheld y Breccia en el último episodio de Mort Cinder, curiosamente realizada poco después del estreno de la película de Rudolph Maté. Y ni qué decir tiene que viniendo de quien viene (los dos grandes maestros de la historieta argentina) resulta tan o más recomendable que el 300 de Miller.
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