10.9.04

Una del Oeste con peperoni grasiento


Esta tarde he estado mirando un espagueti western (o eurowestern que las llaman ahora): El Clan de los ahorcados, protagonizada ni más ni menos que por Terence Hill, uno de los iconos del cine casposo. Les recuerdo a ustedes que yo diferencio entre cine caspa y cine basura (o trash, o bis o de derribo). Disfruto con el segundo pero no puedo con el primero. El espagueti sería, con matices, de derribo y no casposo. Es pop en el sentido más puro del término: popular, para el populacho. Cine pulp de bajo presupuesto y de consumo inmediato en los añejos cines de barrio. Además, ésta entra de lleno en lo que es la edad dorada del subgénero.

La verdad es que me ha gustado, con sus peros. Es una de las muchas películas del personaje Django. Las hay oficiales y las hay que ni siquiera eran de Django pero las titulaban así dado el éxito de la primera entrega. Entre unas y otras debe haber como cuarenta. A mí la primera me gusta mucho. Es una película del oeste pero a ratos es muy siniestra y parece rodada como si fuera una de terror italiano. Esta peculiaridad aparece en muy menor medida y más difuso (más por detalles de guión que por caligrafía visual) en esta precuela no oficial. Hablo de precuela porque desvelaría un pasado del personaje, uno de los muchos que debe haber por ahí.

Toda la parte central de la peli es bastante rutinaria. Cómo no, la clásica historia de venganza. Pero la primera media hora tiene gracia, y también el final. Les desvelaré un pequeño detalle del argumento, pero vamos, algo que se descubre a la media hora, no el final (que por otro lado es el típico, claro). A Django le mataron la familia y salvó la vida por casualidad. El culpable es ahora un gobernador muy malvado protegido por una nutrida banda de pérfidos secuaces. Inculpan a pobres granjeros inocentes de crímenes que no han cometido, los ahorcan y se apropian de sus tierras, propiedades, etc. Pero Django, al que en ningún momento llaman así o de otra manera, trabaja de verdugo. Y hace trampas. Pone un arnés en las víctimas, les dice que se hagan el muerto y por la noche los descuelga y los lleva a un lugar seguro. Y poco a poco reune un ejército. Es, a la práctica, un ejército de fantasmas, una banda de muertos vivientes resucitados que regresarán a cobrar justa venganza. Todo esto en la primera media hora. Luego la cosa se malcomplica y pierde fuelle, entre zooms e inconsistencias argumentales, hasta un duelo final que tiene lugar, como no puede ser de otra manera en una peli de Django, en un cementerio.

Les dije que en ningún momento dicen que sea Django. ¿Porqué le atribuyen protagonismo al personaje? Conexiones sepulcrales a parte (fantasmas, pinta de sepulturero, su trabajo de verdugo, duelos en cementerios) porque sólo Django guarda una metralleta en un ataud. Así de claro. Es como el martillo de Thor o la pipa de Holmes, una señal identitaria. Mario Girotti (alias Terence Hill) sale jovencito, antes de hacer el burro con su amigo Spencer. Le acompañan uno que siempre hacía de villano malnacido por culpa de sus ojos de color verde hijo de puta (Horst Franks) y otro que luego hizo emanuelles falsas y pelis de gore italiano, ese tan bonito y lleno de buenas intenciones (George Eastman). Los títulos de crédito son muy chulos, como siempre en los eurowesterns, y también la banda sonora, muy a lo Morricone (como no podía ser de otra manera) con el tema central cantado por Nicola de Bari. No es un clásico del subgénero pero está por encima de la media (cosa nada difícil: se hicieron muchas y muy malas) y es bastante entretenida. Con su asalto a la diligencia, su violencia, su look adusto y sucio, su parquedad expositiva, sus zooms y su bodycount generoso.
Posted by Hello

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