Creo que no llegué a hablar por aquí de Aya de Yopougon, o quizá lo hice de refilón al comentar algún audio radiofónico. Y es una pena no haber entrado al detalle cuando tenía la lectura fresca porque es una serie poco comentada pero de lectura muy agradable. La guionista Marguerite Abouet confeccionaba un culebrón la mar de simpático ambientado mayormente en Costa de Marfil. Un tebeo coral y una comedia de enredo muy efectiva dibujada un poco al modo Sfar/Blain por Climent Oubrerie. Con Aya de Yopougon se podía decir que era puro bullicio mediterráneo (cuando Costa de Marfil no está precisamente en el Mediterráneo) y que alegraba el cuerpo ver que África no es sólo lo que vemos en los telediarios. Reconozco que me supo mal que finalizara en su sexto volumen. También les supo mal a mis compañeras de oficina, ya que éste es uno de esos tebeos ideales para quienes no los leen habitualmente y que les muestra que en el medio se hacen cosas que pueden gustar (y mucho) a un público mayoritario. El problema es entonces otro: ese público mayoritario no se entera de su existencia
Cuando comenté a mis compañeras de oficina que la guionista “del tebeo de las negritas” sacaba una nueva serie, me la pidieron enseguida. Aún no se lo he pasado, pero es evidente que les gustará, aunque aún no tanto como Aya porque la historia no hace más que comenzar. La nueva serie se llama Bienvenida, que es nombre de la protagonista, una chica que viva en pleno torbellino urbanita: piso compartido con una prima que aspira a modelo, un vecindario generoso en multiculturalidad, mal llevados estudios de Bellas Artes, jovencitas pijas y suicidas que vuelcan en ella sus desdichas, una madre agobiante, pluriempleos diversos. Todo este ruido de fondo no ayuda a la muchacha a resolver su problema, que es el de siempre: la falta de una pareja sentimental. Así que a Bienvenida se le va agriando el carácter mientras no paran de pasar cosas. Quizá demasiadas, pero es obvio que así el tebeo funciona como un tiro. Abouet continúa así en el género en el que se siente cómoda, que es la comedia costumbrista de carácter coral. La parte gráfica le corresponde ahora a Singeon, miembro del colectivo francés forjado alrededor del fanzine Dopotutto (visitaron Barcelona en el primer Festival Ilu-Station), y joven dibujante también bajo el inevitable influjo Sfar/Blain. Nada que objetar, parece difícil alejarse de esa influencia, aquí no tan notoria y con la virtud de un bien llevado dinamismo.
En definitiva, que este tebeo no revolucionará el medio ni será uno de los títulos del año; también tendremos que esperar a ver cómo sigue la cosa. Pero tampoco puedo negar que es eficaz, entretenido e ideal para aquellos que gusten de los culebrones de costumbrismo urbanita.