Ayer estuve en la presentación en rueda de prensa de Sitges 2008, que se inaugura el jueves con Mirrors de Aja (uno de los muchos hijo de Sitges, como bien se apuntó).
Este año no puedo entretenerme demasiado con la previa, por razones ya comentadas. De hecho llegaré con retraso y me perderé algunas cosas que estaban entre mis prioridades (Reality Killers, Sexykiller, Monster X Strikes Back: Attack the G8 Summit! y Repo: The Genetic Opera). Del resto ya les iré hablando. Espero.
El jurado es de lo más variopinto: la presencia de Fred Williamson, icono de la blaxploitation (y de otras drogas duras del derribo), es un must, y junto a él Umbert Lenzi (decíamos ayer...), David Pirie (esto es un no parar: no hace mucho mentaba por aquí su libro El Vampiro en el cine), Marina Anna Eich (a mí no me pregunten) y, atención, Alex Gorina (cosa que sin duda deparará todo tipo de sorpresas en el palmarés).
Ya que he mentado a Pirie, hay que destacar la presencia, entre los invitados, de otro teórico, David Skal, muy presente por aquí gracias su imprescindible Monster Show. A eso añadan las gafas de George Romero (que verán la salida de la Eastpak Zombie Walk, el tipo de actividad popular que Sitges pide a gritos y que pone de los nervios a Pérez Reverte) o el mítico Mojica Marins. En la web del Festival encontrarán más detalles de todo eso.
Para acabar, una cosa que me llamó la atención fue el orgullo institucional ante el éxito de los últimos años. Dijeron públicamente que Sitges no sólo es el mejor festival de género del mundo, sino también el mejor festival de cine España y casi de Europa. Leyendo como se aburre la gente en San Sebastián, Valladolid, Berlín o Venencia no me parece afirmaciones desproporcionadas. Es curioso el camino que ha hecho Sitges en sus cuatro décadas de existencia: primero fue el terror para alejarse de la política, luego se quiso quitar el terror porque no era lo suficientemente político, y ahora, cuando el fantástico es más político que nunca, todos contentos. Las instituciones hasta se apuntan animosas al carro de “lo friki” al grito de ¡Viva la gente joven disfrazada de muerto viviente! Quedan, por en medio, años de equivocada vergüenza en la que se quiso hacer de Sitges uno de esos certámenes que hoy agonizan.
Seguiremos informando.
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