1. COHERENCIA.
Hace una semana, sin haber visto Planet Terror, más o menos les decía:
2. AMOR
La película de Robert Rodriguez es uno de los actos de amor al cine de bajo presupuesto y a la cultura pop de derribo más hermosos y entregados que he visto en mucho tiempo. Desde ese punto de vista es una maravilla comparable a Kill Bill vol.1 o Ed Wood. Si ustedes no perciben ese amor, esa pasión, es que no tienen corazón; es que la sociedad borderline (subdivisión canón cinéfilo y control estético mental) les ha hecho suyos. Si usted no percibe ese amor, lo siento, es usted un muerto viviente (y por eso te ofende ver como te abren el cráneo a balazos)
3. ZINE + CINE
El meme cinéfilo es que Robert Rodriguez es un mal director. Un petardo. Está tan jodidamente presente que uno llega incluso a dudar, que sí, que quizá no sea un lumbreras, (y eso pese a Sin City). De hecho, hasta hay quien justifica que Planet Terror funciona porque es una mala película en manos de un mal director. Ay Dios. Es todo lo contrario. Tan sólo dos observaciones:
a/ Ocultos entre su festín de violencia gratuita y jolgorio grandguiñolesco contiene algunos de los planos más hermosos que ha dado el fantastique en lo que llevamos de Siglo XXI. Como lo leen. Ya tienen algo que hacer en la necesaria revisión de la película.
b/ Es puro cine clásico. Por decirlo de algún modo, la forma de plasmar la acción, de mostrarla, de enseñar lo que sucede, es diáfana, clara. En todo momento sabes lo que pasa y donde están los personajes. No hay confusión visual. ¿Cuántas películas recientes pueden decir eso? Está visualmente bien narrada y sin aspavientos formales más allá del plano bello (o pajeramente bello). Y la calidad narrativa y caligráfica nunca es patrimonio de un mal director, aunque se esfuerce. Aunque se esfuercen en decir lo contrario. Rodriguez es subterráneo. Socava y dinamita el orden impuesto. Y lo hace con Amor.
4. CARPENTER
En realidad, íntimamente ligado a lo anterior. Y no se limita a la banda sonora. La Barbacoa de J.T. es la Comisaria del Distrito 13. El grupo humano (molón) y el héroe son 1999 Rescate en Nueva York. La misma fascinación ante el sentido de la maravilla del cine oriental que había en Golpe en la Pequeña China está en Planet Terror para con el cine de John Carpenter. Por eso le da las gracias al final. Con Amor.
5. LA INVASIÓN DE LOS ZOMBIS ATÓMICOS
Se lo leí a alguien y no recuerdo a quién (Roski666 ya ha levantado la mano): Planet Zombie no se entiende sin la película de Umberto Lenzi. Es cierto. Es el punto de partida argumental. El tipo de zombi (patata purulenta), el origen militar de la epidemia, el inicio en el aereopuerto y todas las escenas del hospital son irrefutables muestras de la certeza de esta afirmación.
6. EL METALENGUAJE DEL ROLLO PERDIDO
Obviamente, hay un ejercicio manierista. La película incluye un trailer falso, está rayada, el sonido falla por momentos. Falso celuloide envejecido. Pero, atención, lejos de quedarse en la simple cuestión estética, Rodriguez va más allá y lo introduce dentro de la historia. Y no sólo porque estén donde tienen que estar (por ejemplo: en la escena final de Willis, una de esas bellas que apuntaba antes). Lo explica bien El Hijo del Freakópata. No es ya que la tórrida pasión sea tan elevada que queme el celuloide, no es ya que con eso nos ahorre el proceso de formación del grupo humano (molón y hawksquiano). No. Es que el rollo perdido construye al héroe y lo impulsa. No es necesario saber los porqués de El Wray. De hecho, es necesario no saberlos. Lo importante es que su dimensión épica se acrecienta y el hasta entonces líder del grupo le cede rango y armamento. Épica del pim pam pum pop.
7. EL EQULIBRISMO IMPOSIBLE.
“Me recuerda una película de la Troma”. Falso. Respuesta incorrecta en el Test. Punto negativo. Rodriguez sale victorioso de un equilibrismo imposible. Ni siquiera cuando se revientan granos de ketchup o cuando lo de Tarantino. Las películas de la Troma se desentienden de la emoción y de la historia en pos del chiste cafre (y sin demasiada gracia). Nunca se toman en serio a sí mismas. Aquí no. Aquí lo que le está pasando a Tarantino no despista la acción. La Emoción. La pregunta clave necesaria para disfrutar y enganchar no se diluye: Cómo. Van. A. Salir. De. Esta. En ningún momento Rodriguez se aparta de la fina línea que separa el… ¿cómo llamarlo?... el necesario anclaje de verosimilitud dentro de lo que se está contando y de que el espectador siga ahí dentro. En ningún momento la tontería hace acto de presencia y se come la película. Rodriguez no se despeña y no despeña la película con él, y eso que bno hay red.
8. INICIOS Y FINALES.
Machete. La sala irrumpe en sinceros aplausos. Rose McGowan bailando. Una go-gó en los títulos de créditos. Y al final llora. Una pussycat bellísima quiere cambiar de vida y lo dice llorando. En su tránsito al cambió será mutilada. Casi como una ofrenda jodorowskiana. Al final, y pese a todo, es feliz en el Apocalipsis. Se ha encontrado a sí misma. Es. Jodidamente. Emocionante.
9. DINAMITAR
Planet Terror incluye uno de los momentos más tremendos que se recuerdan en lo que ha dinamitar el modo de vida americano se refiere. Michael Moore necesita hora y media de documental. Rodriguez sólo a una madre entregando un revolver a su hijo para se defienda de los zombis.
10. UNOS POR CIENTO QUE SUMAN Y SIGUEN HASTA EL 100 %
Tom Savini. Bruce Willis. Prótesis Metralleta. Mexicanidad. Texas. Josh Brolin. Jeff Fahey. Recetas para el asado. Jeringuillas en el liguero. Mujeres policía que no abren la boca pero que están ahí haciendo suyo su porción del plano. Pueden ustedes seguir.
ANNEXO: SOBRE LO GRINDHOUSE
“Las películas Grindhouse son un fenómeno exclusivamente americano”. Muy matizable. En realidad, si nos ponemos estrictos, es un fenómeno exclusivamente neoyorquino y angelino. Y minoritario. Y, en realidad, las películas “Grindhouse” no existen porque la palabrita hace referencia a un tipo de sala cinematográfica (en cuyo altillo vive Luke Cage). Ese tipo de sala de cine no proyectaba unas películas especiales, no, proyectaba cualquier cosa. Nadie hablaba de cine grindhouse hasta hace unos meses porque ese cine no existe como tal, o tienen otras denominaciones que todos hemos usado por aquí alguna vez: de derribo, bis, setentero, de bajo presupuesto, de explotación, de barrio, zeta, bé. Todo eso. Cualquier cosa. Aquí también se vieron muchas de ellas. Desde 1984 de manera mayormente magnetoscópica, es cierto y ya no es lo mismo, aunque algún cine muy concreto de doble sesión o repertorio aguantó un poco más. Y hoy sólo es disfrutable en determinadas sesiones golfas de determinados festivales.
Pero hubo un tiempo (1966 a 1982) que buena parte de los espectadores españoles (o, al menos, los mediterráneos; y, curiosamente, los alejados del gran centro urbano: una ley restringía los estrenos a la capital de provincia) consumían casi exclusivamente este tipo de cine. No ya sólo porque el setentero es así por definición: películas de chinos, giallos, Hammer y Amicus, Naschy y Osorio, Godzilla al aire libre, espagueti westerns, venganzas con violencia gratuita, agentes secretos, explotación italiana, gore mediterráneo, Cleopatra Jones, películas clasificadas “S” con nazis, Zombi y Mad Max en doble sesión (yo lo he visto y he entrado). Edwine Fenech. Diabolik. Los Tres Supermen. Aquel Maldito Tren Blindado. Maniac. El Gorila Ataca. Cualquier cosa. Subcultura popular. No es lo mismo pero no está tan alejado. Y existió.
Hace una semana, sin haber visto Planet Terror, más o menos les decía:
Uno puede sacar toda la punta que quiera a Lo Zombi (porque es un tema muy serio) como autojustificación ante el deleite gore pero olvidamos lo obvio: lo mejor de las películas de zombis es que son tremendamente divertidas. El grupo humano enfrentado a una amenaza insuperable. El caos individual y colectivo. Disparos a bocajarro. Cualquier cosa puede ser un arma. Violencia gratuita a mordiscos. Acción. Supervivencia. Desmelene lúdico-adrenalítico. El Apocalipsis a lo burro. Corre corre que te pillo.
2. AMOR
La película de Robert Rodriguez es uno de los actos de amor al cine de bajo presupuesto y a la cultura pop de derribo más hermosos y entregados que he visto en mucho tiempo. Desde ese punto de vista es una maravilla comparable a Kill Bill vol.1 o Ed Wood. Si ustedes no perciben ese amor, esa pasión, es que no tienen corazón; es que la sociedad borderline (subdivisión canón cinéfilo y control estético mental) les ha hecho suyos. Si usted no percibe ese amor, lo siento, es usted un muerto viviente (y por eso te ofende ver como te abren el cráneo a balazos)
3. ZINE + CINE
El meme cinéfilo es que Robert Rodriguez es un mal director. Un petardo. Está tan jodidamente presente que uno llega incluso a dudar, que sí, que quizá no sea un lumbreras, (y eso pese a Sin City). De hecho, hasta hay quien justifica que Planet Terror funciona porque es una mala película en manos de un mal director. Ay Dios. Es todo lo contrario. Tan sólo dos observaciones:
a/ Ocultos entre su festín de violencia gratuita y jolgorio grandguiñolesco contiene algunos de los planos más hermosos que ha dado el fantastique en lo que llevamos de Siglo XXI. Como lo leen. Ya tienen algo que hacer en la necesaria revisión de la película.
b/ Es puro cine clásico. Por decirlo de algún modo, la forma de plasmar la acción, de mostrarla, de enseñar lo que sucede, es diáfana, clara. En todo momento sabes lo que pasa y donde están los personajes. No hay confusión visual. ¿Cuántas películas recientes pueden decir eso? Está visualmente bien narrada y sin aspavientos formales más allá del plano bello (o pajeramente bello). Y la calidad narrativa y caligráfica nunca es patrimonio de un mal director, aunque se esfuerce. Aunque se esfuercen en decir lo contrario. Rodriguez es subterráneo. Socava y dinamita el orden impuesto. Y lo hace con Amor.
4. CARPENTER
En realidad, íntimamente ligado a lo anterior. Y no se limita a la banda sonora. La Barbacoa de J.T. es la Comisaria del Distrito 13. El grupo humano (molón) y el héroe son 1999 Rescate en Nueva York. La misma fascinación ante el sentido de la maravilla del cine oriental que había en Golpe en la Pequeña China está en Planet Terror para con el cine de John Carpenter. Por eso le da las gracias al final. Con Amor.
5. LA INVASIÓN DE LOS ZOMBIS ATÓMICOS
Se lo leí a alguien y no recuerdo a quién (Roski666 ya ha levantado la mano): Planet Zombie no se entiende sin la película de Umberto Lenzi. Es cierto. Es el punto de partida argumental. El tipo de zombi (patata purulenta), el origen militar de la epidemia, el inicio en el aereopuerto y todas las escenas del hospital son irrefutables muestras de la certeza de esta afirmación.
6. EL METALENGUAJE DEL ROLLO PERDIDO
Obviamente, hay un ejercicio manierista. La película incluye un trailer falso, está rayada, el sonido falla por momentos. Falso celuloide envejecido. Pero, atención, lejos de quedarse en la simple cuestión estética, Rodriguez va más allá y lo introduce dentro de la historia. Y no sólo porque estén donde tienen que estar (por ejemplo: en la escena final de Willis, una de esas bellas que apuntaba antes). Lo explica bien El Hijo del Freakópata. No es ya que la tórrida pasión sea tan elevada que queme el celuloide, no es ya que con eso nos ahorre el proceso de formación del grupo humano (molón y hawksquiano). No. Es que el rollo perdido construye al héroe y lo impulsa. No es necesario saber los porqués de El Wray. De hecho, es necesario no saberlos. Lo importante es que su dimensión épica se acrecienta y el hasta entonces líder del grupo le cede rango y armamento. Épica del pim pam pum pop.
7. EL EQULIBRISMO IMPOSIBLE.
“Me recuerda una película de la Troma”. Falso. Respuesta incorrecta en el Test. Punto negativo. Rodriguez sale victorioso de un equilibrismo imposible. Ni siquiera cuando se revientan granos de ketchup o cuando lo de Tarantino. Las películas de la Troma se desentienden de la emoción y de la historia en pos del chiste cafre (y sin demasiada gracia). Nunca se toman en serio a sí mismas. Aquí no. Aquí lo que le está pasando a Tarantino no despista la acción. La Emoción. La pregunta clave necesaria para disfrutar y enganchar no se diluye: Cómo. Van. A. Salir. De. Esta. En ningún momento Rodriguez se aparta de la fina línea que separa el… ¿cómo llamarlo?... el necesario anclaje de verosimilitud dentro de lo que se está contando y de que el espectador siga ahí dentro. En ningún momento la tontería hace acto de presencia y se come la película. Rodriguez no se despeña y no despeña la película con él, y eso que bno hay red.
8. INICIOS Y FINALES.
Machete. La sala irrumpe en sinceros aplausos. Rose McGowan bailando. Una go-gó en los títulos de créditos. Y al final llora. Una pussycat bellísima quiere cambiar de vida y lo dice llorando. En su tránsito al cambió será mutilada. Casi como una ofrenda jodorowskiana. Al final, y pese a todo, es feliz en el Apocalipsis. Se ha encontrado a sí misma. Es. Jodidamente. Emocionante.
9. DINAMITAR
Planet Terror incluye uno de los momentos más tremendos que se recuerdan en lo que ha dinamitar el modo de vida americano se refiere. Michael Moore necesita hora y media de documental. Rodriguez sólo a una madre entregando un revolver a su hijo para se defienda de los zombis.
10. UNOS POR CIENTO QUE SUMAN Y SIGUEN HASTA EL 100 %
Tom Savini. Bruce Willis. Prótesis Metralleta. Mexicanidad. Texas. Josh Brolin. Jeff Fahey. Recetas para el asado. Jeringuillas en el liguero. Mujeres policía que no abren la boca pero que están ahí haciendo suyo su porción del plano. Pueden ustedes seguir.
ANNEXO: SOBRE LO GRINDHOUSE
“Las películas Grindhouse son un fenómeno exclusivamente americano”. Muy matizable. En realidad, si nos ponemos estrictos, es un fenómeno exclusivamente neoyorquino y angelino. Y minoritario. Y, en realidad, las películas “Grindhouse” no existen porque la palabrita hace referencia a un tipo de sala cinematográfica (en cuyo altillo vive Luke Cage). Ese tipo de sala de cine no proyectaba unas películas especiales, no, proyectaba cualquier cosa. Nadie hablaba de cine grindhouse hasta hace unos meses porque ese cine no existe como tal, o tienen otras denominaciones que todos hemos usado por aquí alguna vez: de derribo, bis, setentero, de bajo presupuesto, de explotación, de barrio, zeta, bé. Todo eso. Cualquier cosa. Aquí también se vieron muchas de ellas. Desde 1984 de manera mayormente magnetoscópica, es cierto y ya no es lo mismo, aunque algún cine muy concreto de doble sesión o repertorio aguantó un poco más. Y hoy sólo es disfrutable en determinadas sesiones golfas de determinados festivales.
Pero hubo un tiempo (1966 a 1982) que buena parte de los espectadores españoles (o, al menos, los mediterráneos; y, curiosamente, los alejados del gran centro urbano: una ley restringía los estrenos a la capital de provincia) consumían casi exclusivamente este tipo de cine. No ya sólo porque el setentero es así por definición: películas de chinos, giallos, Hammer y Amicus, Naschy y Osorio, Godzilla al aire libre, espagueti westerns, venganzas con violencia gratuita, agentes secretos, explotación italiana, gore mediterráneo, Cleopatra Jones, películas clasificadas “S” con nazis, Zombi y Mad Max en doble sesión (yo lo he visto y he entrado). Edwine Fenech. Diabolik. Los Tres Supermen. Aquel Maldito Tren Blindado. Maniac. El Gorila Ataca. Cualquier cosa. Subcultura popular. No es lo mismo pero no está tan alejado. Y existió.
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