De nuevo me sumerjo en los delirantes territorios del Kung-Fu Caspa. Y lo hago con uno de los grandes títulos del cine de ninjas. Ni más ni menos que la tremenda Ninja Hunter. El cine de ninjas invadió las despensas del vídeo de saldo de principios de los 80, justo después del boom de las películas sobre los monjes de Shaolín, así que el crossover Shaolín versus Ninjas se convirtió en una modalidad habitual, regalándonos unas cuantas piezas maestras en demencia de bajo presupuesto. La de hoy es una de ellas.
Producción taiwanesa de 1984, resulta complejo describirla en palabras y hacerles una sinopsis detallada. Tengan en cuenta que de los 83 minutos que dura la cosa, al menos 65 son exclusivamente peleas. De las buenas. Magníficas coreografías, agilidad actoral, brío, alegría y mucho desparpajo ninja por cuatro perras, ya saben: saltos increibles, efectos de cable sabiamente dosificados, tipos colgados de los árboles, el ninja-efecto “estoy-aquí-plis-desaparezco”, bombas de humo de colores, armamento bizarro (aros que son casi mini-hulahops, escudos reflactantes). Todo muy estupendo, sí.
Bien. Ya he explicado el 80 % de la película. Pero tal y como manda la Ley de Pareto, el 20 % restante da mucho más trabajo. Y es que los aproximadamente quince minutos restantes se dedican al argumento. Un argumento complejo con más de veinte personajes diferentes. Así que imaginen con qué celeridad las cosas se esbozan y los cambios de escena se suceden a lo duro (y a lo burro), sin un mísero fundido en negro ni cualquier otro tipo signo de puntuación gramatical cinematográfica. Así, pese a lo idiota de la trama, en algunas ocasiones cuesta entender qué coño está pasando y quién coño es este chino saltarín que sale ahora. Para que se hagan una idea, el filme tiene dos partes bien claras: justo a la mitad la acción avanza a un “veinte años después”. Pero es que eso no se dice, ni se funde, ni nada. Una niña se despide de sus padres y sin tregua ni concierto lo siguiente que vemos es una muchacha en edad de merecer rezando en una tumba. El espectador tarda lo suyo en darse cuenta de lo que ha pasado. El hecho de que el resto de personajes (los que siguen vivos) no vean alterados sus rasgos físicos por el paso del tiempo no ayuda demasiado. Y todo eso entre saltos, pataditas y ninjas voladores.
Más o menos la historia sería la siguiente. Abbott White, pérfido monje de la escuela wu-tang (interpretado por un estupendo Jack Long) está hasta los cojones de que los monjes de Shaolin le derroten en combates amistosos, así que para atajar semejante humillación primero secuestrá chinitas (a las que vestira con transparencias para luego absorber su esencia vital en escenas de bondage erótico muy soft: ni una misera tetita) y segundo se aliará con los ninjas, que están liderados por un trío multicolor: el ninja de traje negro, el de blanco y el dorado. Con sus nuevos poderes y amiguitos traicionará la tradiocional alianza entre Wu-Tang y Shaolin.
Así que se produce la caza y exterminio de los monjes, que se ven incapaces de superar a Abbot Whitte y su ejército de ocho ninjas. Se esbozan tramas paralelas, como el intento de asesinato del emperador para que crea que el enemigo es Shaolín o el enfrentamiento entre dos luchadores del templo contra, agárrense, un zombi karateka salido de un botijo. A media película se produce el exterminio casi total, la quema de instalaciones y una niña recibe el encargo de conservar un texto con el secreto de la imparable Técnica del Dedo de Shaolín. Como he dicho, el flashfoward (salto en el tiempo) es pura aberración cinematográfica. Lo cierto es que los personajes entran y salen como Pedro por su casa y uno tiene la sensación de que está ante un buen ejemplo de corta y pega a la china, es decir, el aprovechamiento de metraje de otras películas que hizo famoso a Tomas Tang. Pero no. En serio, todo está rodado para la ocasión aunque no lo parezca. Todo un arte.
El tiempo transcurrido ha servido para que Abbott White continue sangrando doncellas (impagable la escena en que absorbe la menstruación de una muchacha), y la niña esté ya en edad de merecer, entregue el manuscrito a dos hermanos herederos de la tradición de Shaolín y sea raptada por los ninja (pese a la presencia de una protectoras monja voladora). Los dos hermanos se entrenarán como posesos para perfeccionar la Técnica del Dedo de Shaolín, a base de golpear botijos y sandías y la muchacha entregará su cuerpo al pérfido villano para descubrir si éste tiene algún punto débil, no sin antes probar la técnica sexual del Dedo de Wu-tang sobre sus pezones. Lo que sigue a continuación pueden ustedes imaginárselo, al fin y al cabo es la enésima historia china de venganzas. Como ven, quince minutos dedicados con empeño a la parte argumental dan para mucho, y eso que el must de la función son las escenas de artes marciales: las hay para dar y regalar en este fantástico subproducto. Por si no han tenido suficiente les dejo con una breve guía visual del filme. Que ustedes lo disfruten.
(ACTUALIZACIÓN: Viruete me recuerda en los comments la presencia de un ninja que se transforma en peligrosa alfombra voladora. Es cierto)
El malo chupando esencia de doncellas y poniéndose colorado
Un plano curioso
Ninjas en formación
El Ninja blanco y su bigote
El luchador zombi
El Monje de Shaolín contra el ninja dorado
Típica bomba Ninja
El duro entrenamiento de la técnica del Dedo de Saholin
El desgaste del dedo contra el botijo
Toqueteo marcial de pezones
La chica buena se entrega: fornicio al estilo Wu-Tang
Los heroicos hermanos listos para el combate final
El Malo se cabrea y las manos se le ponen coloradas
Los buenos las pasan putas
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