Día extraño el de ayer para quien esto escribe. Acudir al desmelene artibizarro de Crispin Glover me privó de The Fountain de Aranofski. Tampoco me preocupara demasiado, ya que el tipo me interesa más bien poco; y si tenía previsto acudir, a las ocho de la mañana, era simplemente para unirme a la prevista polémica crítica que no ha sido para tanto. Eso sí, ha tenido un éxito de público importante: el cartelito de agotado para el resto de pases ha hecho acto de presencia de manera casi inmediata. O sea que el tipo tiene sus seguidores entregados, y uno de ellos me comentaba la emoción que le había producido el filme. Ustedes mismos: si les apetece ver a Hugh Jackman en la posición de loto ya lo saben.
Así, que pasando de La Fuente esta, y de Moscow Zero de Luna (soy un tipo cabal), opté también por prescindir de la programación del Auditorio, con cosas como el Retribution de Kurosawa (el Kiyoshi, no el maestro), Isolation (me han dicho que es terror ochentero del bueno e incluye vaca mutante, están avisados) y del Exiled de Johnny To (esto duele más, pero no he visto la primera entraga, the Mission). Así que encaminé mis pasos hacia el pueblo en un acto casi de protesta poética en defensa de la retrospectiva Europa Imaginaria. Retrospectiva más que interesante, plagada de títulos memorables (de Cabiria a Maciste en el Infierno, pasando por casanova de Fellini) y absolutamente ninguneada con un horario cruel (las 13:30 del mediodía). Lo que me esperaba era The Gorgon, pieza magna de la Hammer, un Terence Fisher pletórico alejándose del monstruo clásico universal para recrear en clave lacántropa un ente mitológico, una de las gorgonas dispuesta a convertir en piedra a quien la mire frente a frente. Una delicia gótica plagada de mansiones en penumbra, iluminación magistral y actores de la talla de Cushing, Lee o Barbara Shelley. Una maravilla claro.
Si seguía ese camino y quería ver más cine la siguiente opción no era otra cosa que el mayor éxito reciente de la industria bollywoodiense: Pahali. Historia de amor en la que un espíritu enamorado sustituye a un marido viajero (durante cinco años y por obligación) para hacerse con los favores de una joven recien desposada. Historia de amor a mi gusto absolutamente pasada de azucar. yo ya dije que el bollywood que me interesa es el de los 70, no el de ahora. Eso sí, debo reconocer la majestuosidad de los números musicales y sus coloridos, así como una banda sonora plagada de maravillosas percusiones hindi. Pero vamos, era más saldar una cuenta (ver una de estas en pantalla grande) que un verdadero disfrute 8que no lo fué, ni mucho menos). Redondeando el tema, la sesión se complementaba con un documental, Camino a Bollywood, realizado por una joven catalana, una friqui del tema, dispuesta a viajar a Bombay con dos objetivos: aparecer de extra en un filme y conocer al gran ídolo, al mismísimo Shan Ruhk Khan. Es un documental muy muy modesto, y el pase en pantalla grande no le hace ningún bien, pero, eso sí, destila pasión y sinceridad por los cuatro costados.
De madrugada tenía previsto acudir al pase de madrugada de Paprika, el último animé de Satoshi Kon del que todo el mundo habla maravillas. Pero se desató una tormenta apocalíptica (en Sitges siempre se desata una o varias durante el festival) y me vi obligado a matar el tiempo en casa. Y lo maté tan tan bien que se murió de verdad y me quedé roque. En fin, tampoco pasa nada. Señal de que me hubiera dormido en la sala. Y mi salud aun renquea, por lo que el descanso siempre se agradace.
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