En la Mansión Ausente tenemos un espía. Alguien que de incógnito observa todos nuestros movimientos. Lo hace desde una minicuna que ya no es apropiada para su edad y que se ha convertido en un objeto dominado y relegado a lugar donde jugar creyendo no ser visto. Pero el espia es, a su vez, observado todo el rato. Como en la Guerra Fría. Más que nada porque estamos convencidos de que es capaz de saltar al exterior en el momento más inesperado.
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