8.10.04
EL MUERDO JIPI
De entre los restos de mi dilapidada memoria he decidido rescatar un título selecto. Como la peli que estaba mirando ayer debió ser interrumpida y, más o menos, me he propuesto escribir siempre que pueda sobre cosas frescas en mi retina, he tenido que acudir a alguna vista hace tiempo. La escogida he querido que fuera una película que no puediera recuperar al no estar en mis estanterias, y que merezca ser comentada, claro. La escogida es un título de culto entre los amantes del cine gore de serie Z de la que hace tiempo que no veo recordar por ningún sitio: I drink your blood.
La cosa tiene su encanto si tenemos en cuenta que la vi hará más de quince años, cuando la fiebre del vhs de alquiler. Sólo la disfruté una vez y aún hoy la recuerdo. Su título, en España, fue Perros rabiosos y la memoria no me falla demasiado gracias a lo pajero de su argumento, que me permito explicarles a continuación dado que no tiene desperdicio.
A un pequeño pueblecito yanqui llegaban unos jipis muy malos. Una vez allí se dedicaban a tomar LSD y meterse con los atemorizados habitantes de la localidad. La cosa es que acababan matando a un anciano y bonachón pastelero, no recuerdo como. El viejecito tenía una nieta bastante vengativa que, ni corta ni perezosa capturaba un perro rabioso del monte, le extraía sangre infectada por el virus y la inoculaba en unas magdalenas o similar. Tras tan bizarra operación regalaba los bollos resultantes a los jipis malignos para que se los comieran, se infectaran y murieran entre horribles sufrimientos. Lo que la dulce nietecita no había tenido en cuenta eran que los jipis melenudos estaban todo el rato consumiendo ácido lisérgico y que la combinación de éste con el virus de la rabia provoca, en la película (claro), una mutación la mar de chunga que los vuelve caníbales infecciosos. Ya saben, la famosa infección vía muerdo propia del zombi moderno. Así pues la zona se veía asolada por una horda de piojosos jipis caníbales alucinados. Para rematar la función la epidemia se propagaba a una cantera colindante, repleta de currantes de mono azul. Así, pues, a las hordas de melenudos desencajados había que sumar las del proletariado white trash. No recuerdo bien como terminaba la cosa, creo que ambos grupos acababan enfrentándose entre sí y luego remataba a tiros el sherif local Pero ya digo que eso no lo recuerdo bien.
Como pueden apreciar, se trata de una historia que lo tiene todo para el disfrute del aficionado al cine basura. Vaya por delante, pero, que es de esas películas que parecen mucho mejores explicadas que vistas. La cosa era de un presupuesto paupérrimo y estaba bastante mal dirigida. El cerebro en la sombra era su productor, Jerry Gross, un listillo especializado en los programas dobles y responsable, entre otras cosas, de la distribución de los Mondo Cane en EEUU. Para la ocasión deseaba un producto que remitiera directamente al éxito de La noche de los muertos vivientes y, sobre todo, a los luctuosos sucesos llevados a cabo por Charlie Manson y su “familia”. En definitiva, una exploitation en toda regla, con el reclamo del jipi satánico ávido de sangre y droga, rodada deprisa y corriendo en un par de semanas por un director-guionista del que poco más se supo, con sus decapitaciones, su secuencia de agresión sexual y, creo recordar, hasta alguna teta para acabar de redondear. El filme se exhibía en programa doble junto a I eat your skin, que no era otra cosa que un subproducto, dicen que de la peor calaña, rodado unos años antes y rebautizado para la ocasión. Hay que reconocer que como programa doble resultaba de lo más sugerente.
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