Una de las cabeceras claves del llamado boom de las revistas de cómic (finales de los 70 – principios de los 80) fue Totem, editada por Nueva Frontera. En el número 52, cuando ya estaba próxima a su decadencia, los lectores de Totem nos vimos sacudidos por el inicio de El Transglacial , una historia de ciencia-ficción de aquellas bendecidas para permanecer en la memoria, pero nunca habríamos imaginado que acabaría adaptada al cine, y menos con una realización tan espectacular. La película se llama Snowpiercer y acaba de ser estrenada, merece mucho la pena y, a poder ser, en sala de cine en versión original.
Pero volvamos, de momento, al cómic original. El Transglacial (Le Transperceneige) planteaba una poderosa metáfora social a partir de una distopía apocalíptica. En el futuro, una nueva era glaciar se ha instalado en nuestra planeta y exterminado a la raza humana. Los únicos supervivientes viajan en un largo tren, más o menos autosostenible, sin más destino que recorrer durante años su extenso trazado. En su interior viven organizados en una brutal estratificación social: en los vagones de cola despojos y marginados muertos de hambre, en los de cabeza una élite disfruta de todos los lujos. El protagonista es un rebelde huido del último vagón a quien acompañaremos en su periplo hacia adelante por los muchos vagones que van de una punta a otra y que no son sino peldaños de ascenso social a la vez que barreras de desigualdad impuestas a la fuerza o por medios más sutiles. Delante de todo, en la locomotora, habita el ingeniero que mantiene el motor en marcha y que tiene casi la consideración de un Dios. Como ven, una muy poderosa metáfora de cómo funciona nuestro mundo expresada a través de un tebeo de género a caballo entre la ciencia-ficción, la aventura y la intriga política.
El Transglacial era obra de Jacques Lob, uno de los mejores guionista franceses de aquella época (muy amigo del folletín, como demuestra su indispensable saga erótica Las tribulaciones de Virginia junto a Pichard), y el apartado gráfico corría a cargo de Jean-Marc Rochette, que no era un primera fila pero cuyo trazo de línea gruesa funcionaba bastante bien para mostrar la suciedad, dureza, fealdad y carácter avieso de la mayoría de personajes. También es cierto que alguna escena concreta no está del todo bien resuelta y resultaba algo tosca; pero vamos, es un estupendo cómic que ha aguantado con mucha dignidad el paso del tiempo.
Curiosamente, si cuando la leía en las páginas de Tótem me hubieran preguntado por el lugar de publicación original, estoy seguro de que habría jurado que venía de la mítica Metal Hurlant, una sensación que aún hoy permanece, cuando en realidad se publicó en la más aventurera revista A Suivre entre 1982 y 1983, alcanzando una extensión final de 116 páginas, entonces bastante inusual para el mercado francés, donde las 48 o 64 páginas del álbum tradicional estaban marcadas a fuego. Aún así, se convirtió en un pequeño clásico, continuado años más tarde en varios álbumes, ya sin Lob ni Rochette, que no he leído. Bang la recuperó hace unos años, sin demasiado eco, con el título de Rompenieves, e incluso se atrevió con un segundo volumen que recogía un par de esas secuelas. No está de más anotar que inicialmente el dibujante iba a ser Alexis (autor, con guiones de Lauzier, del genial western paródico Al Crane que tanto me gustaría ver rescatado algún dia) pero le sobrevino la muerte repentina cuando llevaba 17 páginas ya dibujadas. Una pena, porque era joven y estaba especialmente dotado para retratar lo mezquino.
¿Y la película que se estrena hoy? Pues estupenda, la verdad. Lo cierto es que a Snowpiercer le tenía muchas ganas sin saber siquiera que era la adaptación de Transglacial. La razón: ser la primera película internacional de Bong Joon-ho, responsable de dos de mis títulos preferidos del nuevo cine coreano: Memories of murder (brutal crónica sobre los crímenes de un psicópata rural) y The Host (espectacular puesta a punto de las monster movies), ambas con un sustrato de crítica social ideales para llevar al cine el cómic original. Como coproducción entre Corea del Sur, Francia y EEUU es un proyecto curioso porque tiene un poco de las tres procedencias. Se beneficia de sólidos actores de habla inglesa como John Hurt, Ed Harris o Tilda Swinton (que está espectacular) aunque reserve un importante papel a Song Kang-ho (uno de los rostros habituales del mejor cine coreano). También está presente el diseño de producción del cine fantástico francés, tan influido precisamente por la estética de los cómics de Metal Hurlant, cosa que le da siempre un toque especial y diferente. Y luego está el tono propio del cine coreano, tanto en el fondo como en su preciosista forma.
El punto de partida y estructura de la historia viene a ser la misma que la del cómic, aunque hay bastantes cambios, empezando por el rebelde de cola, que no es un huido sino un líder revolucionario rodeado de un pintoresco grupo humano. Se elimina también el personaje femenino que le ayudaba, una especie de activista de ONG de los trenes intermedios, y eso está bien porque añade desesperanza. También se enriquece la historia y se hace un retrato más o menos sutil de como funciona esto de la dominación social: hambre, desigualdad, violencia, educación, sexo, distracción lúdica, drogas ilegales. Sin olvidar las hostias como panes y los coreanos con martillo.
Son muchas las escenas memorables (la pelea con los guardianes encapuchados, la visita a la escuela, el tiroteo entre vagones) aunque habrá quien considere un pequeño bajón el final dominado por diálogos de enjundia existencialista, pero vamos, nada grave. Ojalá todos los blockbusters de sci-fi apocalíptica fueran así, porque Snowpiercer le da bastantes vueltas a las recientes Elysium (que no está mal pero que parece hija del Concilio Vaticano II) o Oblivion (que pese a su condición hard, que es de agradecer, desprendía un cierto tufillo a cienciología new age).
3 comentarios:
Es la tercera crítica (más bien loa) que leo sobre la película, al final me van todos a convencer de verla. Espero que la traigan a la ciudad donde vivo, y si no a ver si me agencio el album. Gracias por la recomendación. A pesar de todo rompo una lanza por Oblivion a falta de hacer un segunda visionado, esta vez en casa.
Bueno, recuerda que las expectativas altas nunca son buenas. Mejor piensa que exageramos.
Caramba, acabo de verla y se me ha hecho eterna. De hecho he pasado fragmentos porque me dormía. Creo que es de esas pelis en que lo de la suspensión de incredulidad renquea con frecuencia. Diálogos largos como un día de verano y la Swinton pelín sobreactuada.
Voy a ver si comenta usted la versión de Old boy de Spike Lee, que la he visto después y también se me ha hecho larguilla....
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