Sin querer y dándole a la tecla, con mis tres últimas reseñas (contando esta) me he montado una extraña trilogía. He hablado de best-sellers distinguiendo entre el que pretende ser más que eso (caso HHhH) y el puro y duro (caso los cómics de Marini). Ahora vamos a otra cosa, a otra pata de la cultura de consumo popular. De hecho, la pata que desata mis pasiones y mi entrega, la pata que me nubla el juicio y que distingue este blog: la serie bé, la explotación, el subproducto de derribo facturado al amparo de la industria, oculto en sus resquicios, poniendo huevos y larvas en la grieta sin motivo, por puro ánimo vandálico o buscando dineros desbordados por los márgenes de la industria.
Ya estoy desvariando de nuevo. Yo venía a escribir un poco sobre Crossed, la serie de tebeos de Avatar que aquí publica Editores de Tebeos (EDT y antes Glénat). Lo de Avatar, al menos lo que por aquí va saliendo, me gusta bastante. Soy fan del sello. Fan del concepto y fan del resultado. Avatar busca el apoyo en sus guionistas. Los busca interesantes, populares y con rasgos muy concretos. Por ejemplo: Warren Ellis, Garth Ennis o David Lapham (menudo trío). Luego les pide que vomiten subcultura sin mesura y rapidito, que hay que sacar tebeos. No siempre cumplen, y cuando lo hacen es acotado por la propia dinámica industrial y de serie bé del siglo XXI, pero como los tipos elegidos dan con el perfil, la cosa a mí me funciona y me atrae. Tampoco es que sea algo nuevo o brillante; el pulp, el bolsilibro o el tebeo precode funcionaban así, aunque los tiempos han cambiado y estos tebeos de Avatar se han revolcado en el barro del punk y del nihilismo apocalíptico. Sí, eso, punk, de garaje o de imperdible, da igual. Un bajista competente y el resto de la banda una chavalada por pulir que pide tiempo y tablas. One. Two, three. Ruido y volumen, y los lectores a bailar un pogo desordenado y de breve minutaje. Todo muy inmediato, sin pulir, sin pensar, sin vergüenza.
Es obvio que estoy exagerando y que me pierde el estilo, pero qué más da. También es obvio, evidente, que Crossed no es más que una explotación (a la vieja usanza) de los Walking Dead de Kirkman y del aún bien alimentado (pese al empacho y por sorpresa) subgénero zombi, que es al fin y al cabo el zeitgeist pOp de nuestro tiempo, el tipo de ficción que define estos tiempos de crisis económica, de valores y de buen gusto. Un contexto ideal para que la subcultura plante huevos y larvas. Y sí, vale, los cruzados de Crossed no son muertos vivientes sino contagiados, menudo debate estéril y gañán ese. No sé ni para qué lo apostillo.
Yo me imagino la cosa un poco así, con el tipo de Avatar (ni pajolera idea de quién es, pero es un tipo, eso seguro) pidiendo algo de zombis porque lo están petando, y venga, ahí aparece el Garth Ennis y se casca los diez números que forman el primer arco (independiente, como el resto) y que aquí compiló EDT en un tomo consistente en peso, páginas y contenido. Me cae bien el Garth Ennis, es así, no lo escondo. Despierta mis simpatías. Es bruto como un arado y amigo del exceso sin mesura; se pierde, no controla y revuelca sus historias en el chiste grueso y guarro. Ofensivo si puede. Es por eso que lo prefiero a, no sé, Neil Gaiman, porque es su reverso oscuro. Uno busca la dignificación por la vía de la alta cultura inglesa, el otro se zambulle en la del proletariado sucio, maleducado, maloliente y borracho de cerveza. El humor británico, tan celebrado, también da cobijo al chiste de pedo, pis y polla en el culo. Bueno, eso también lo hacía, salvando las distancias y si me permiten, John Ford. Siempre recuerdo que en el momento cumbre de Centauros del desierto, cuando John Wayne se dispone a enfrentar su mal rollo cara a cara, va John Ford y corta la escena para enseñarnos que le están quitando una flecha del culo al general del Séptimo de caballería. Y también pienso que estoy hablando de humor inglés cuando en realidad lo de Ennis y Ford es humor irlandés.
El vínculo entre Ford y Ennis no sólo viene dado por proceder de la misma cultura. Ennis, con todo lo bruto que es, con toda su desmesura, tiene otra faceta muy evidente y a priori contradictoria. El relato, el tema central de sus historias, se alimenta totalmente de un tipo de cine muy clásico. Ennis, tras los mocos, los pedos y la salvajada epatante, cuenta la misma historia que contaban Howard Hawks, John Carpenter o Sam Peckimpah. Historias protagonizadas por un grupo humano que alcanza la épica forjando lazos que van más allá de la simple amistad. Amistad viril que dicen algunos, porque esos relatos, por contexto cultural, desatienden al personaje femenino o incluso le reservan un papel de interferencia en la relación masculina entre hombres de pelo en pecho. Afortunadamente, eso se superó un poco con el tiempo y en películas como Asalto a la comisaría del Distrito 13 (John Carpenter, 1976) ya teníamos por ahí a una chica dura, que falta hacía. Lucha de sexos al margen, son títulos como ése o como Río Bravo, El Dorado, Grupo Salvaje, Doce del Patíbulo o Los Violentos de Kelly los que alimentan las historias de Ennis. Eso es muy evidente en sus tebeos de género bélico, pero también en Predicador y hasta en The Boys.
En lo personal, sintonizo mucho con estas historias de grupo heroico. Esa épica del codo con codo, de espalda contra espalda, pueden llegar a ponerme la piel de gallina y emocionarme cosa mala. Que me ponen, vaya. Quizá por eso me gusta Ennis y le sigo la pista, porque también le va el rollo. Además, soy amigo del exceso, con lo que su otra faceta, la soez, hasta me hace gracia y todo. Ese me pasa también con Irvine Welsh, el de Transpoting o Acid House, y que también se puede conectar a Ennis. Pero volvamos a los zombis (y a los contagiados a mordiscos). Uno de los códigos usuales del subgénero es, precisamente, esa épica del grupo, de la banda. A menudo se establecen vínculos entre Río Bravo y La Noche de los muertos Vivientes (y ahí, entre ambas, Asalto a la comisaría del distrito 13 actúa como voluntario pegamento), pero es que mi película de zombis favorita, el Zombi de Romero, su primera secuela, es una película de grupo, con esos cuatro supervivientes armados, peligrosos y fortificados en un supermercado. Por resumir y acotar lo dicho hasta ahora: el subgénero zombi es muy dúctil al exceso (como bien demostró el cine de explotación italiano) y hace centro neurálgico del grupo superviviente y su mística . Resulta lógico, por tanto, que Ennis ni siquiera tenga que llevarlo a su terreno. Es su terreno. Juega en campo propio.
Decía antes que de partida Crossed es una exploit de los Walking Dead de Kirkman, que por otro lado no deja de ser un fiel y robusto desarrollo de los cánones del subgénero, sin desviarse siquiera del muerto viviente lento de Romero (al menos en el tebeo, no tanto en la serie). La principal diferencia parte de ahí. Lo de Crossed toman la variante del contagio y añaden un rasgo muy distintivo que es todo un acierto. Los contagiados de Ennis, los cruzados que dan título al tebeo, son humanos con los bajos instintos desatados hasta lo inconcebible, una incontenible e irracional masa entregada a la mayor violencia y a la mayor perversión posible. Iba a escribir que son animales pero no, nada de eso, son humanos desatados, un ejército enajenado y orgiástico entregado a lo peor de lo peor. Una promiscua legión de hedonistas del Apocalipsis. De la causa del contagio nada se explica, ni falta que hace, y se acude a lo simbólico y lo sobrenatural con la marca facial que los distingue, una cruz de sangre en el rostro. Con ese rasgo deja ir Ennis su proverbial mala leche, poniendo el símbolo cristiano por excelencia como distintivo de una horda que pervierte toda moralidad. Una provocación más, claro, pero que tiene su miga, al fin y al cabo la religión también se agarra y escarba en el lado más irracional del ser humano.
Que los contagiados de Ennis se dejen llevar por la brutalidad absoluta le viene muy bien. Acota su gusto por el exceso. Le libra del peso de sus desmanes porque puede centralizarlos en sus cruzados y librar así a sus héroes, su grupo humano protagonista, de la incontinencia de Ennis por el caca, culo, pedo, pis elevado al cuadrado. Hay detalles marca de la casa, como las balas bañadas en semen infectado o el cruzado que atiza con una polla de caballo, pero siempre a un lado del tablero, Eso le sirve para armar una historia de apocalipsis y supervivencia muy seca, dura, áspera, nada paródica, y puede llevar a sus personajes, sus humanos sin futuro ni esperanza, por terrenos incómodos y poder tocar sin bromas ni salidas de tono tabús como el asesinato despiadado de niños, que no es moco de pavo y que ensombrece a sus héroes (porque nunca serán héroes). Las historias de zombis e infectados sacan lo peor del ser humano, pero más aún cuando ante sí ya tienen a lo peor del ser humano convertido en horda insaciable.
Otro detalle que me gusta de Crossed es que se convierte en un relato (descarriado, atroz) de Nueva Frontera, ese espíritu que alimentó el mito del salvaje Oeste, que es el mito de la forja de los EEUU. Dejar atrás la civilización y adentrarse en la naturaleza indómita de desiertos y montañas para conquistar un trozo de tierra donde asentar un porvenir incierto. Eso también está en el tebeo de Kirkman y me hace gracia ver como el subgénero zombi, que hizo del encierro y la claustrofobia uno de sus códigos, haya mutado hacia al espacio abierto y la caravana de pioneros. La humanidad busca fronteras que de momento no tenemos. El tema, en realidad, es más cosa de la cultura popular norteamericana que europea, esto es así, pero es que el subgénero zombi, por mucho que la Italia eurotrash lo hiciera suyo en sus gozosos desmanes, se alimenta de otro icono de la cultura pop norteamericana: las armas de fuego, esas que guardan constitucionalmente en casa por si regresa el invasor inglés, que es como guardar estacas por si vienen los vampiros. Una superstición vestida de ideal patriótico y reformulada como negocio industrial. Esa cultura, que en la ficción pOp da lugar a una fascinante estética de la violencia, late en subgénero cuando emana de los EEUU (y sí, lo sé, Ennis es irlandés).
El arco fundacional de Crossed, pese a su conclusión falsamente abierta (como pasaba con el Zombi de Romero), dejaba el asunto concluido. Cualquier continuación con los mismos personajes sería un error; además, Ennis ya ha contado todo lo que tenía que contar. No sé cómo fue la cosa, si era obra cerrada que al funcionar se quiso continuar o ya se diseñó como franquicia, pero lo cierto es que tras Ennis los bártulos de los cruzados han pasado a manos de David Lapham.
Lapham es un tipo interesante al que respeto porque sus Balas Perdidas son una cosa muy grande, pese a estar inacabadas. De hecho, ese mismo detalle demuestra que es una obra robusta. También las dos novelas gráficas de género negro que se publicaron por aquí (Mátame, Silverfish) y tras las cuales se puso a escribir superhéroes, que es cuando le pierdo la pista, lo reconozco. No puedo decir si en esa excursión ha aguantado el tipo. Sospecho que no. En Avatar, y aquí publicado por EDT, tiene un tebeo sobre Calígula, una fantasía violenta, gore y sobrenatural, que que me dejó desconcertado, tanto que me siento incapaz de forjarme una opinión al respecto. Supongo que eso es bueno.
Con Lapham al cargo de Crossed, EDT lleva publicados aquí tres tebeos, cada uno de ellos compilando arcos o historias independientes entre sí. Valores familiares es el primero, y el mejor. Una muy digna continuación del universo atroz creado por Ennis. Esa vertiente de Nueva Frontera, de western apocalíptico, es aún más evidente, caballos incluidos. También mantiene el tipo en cuanto a violencia desatada, imágenes desagradables y comportamientos aberrantes y lenguaje profusamente explícito. Y siendo un relato aún más americano que su precedente (la portada que referencia el American Gothic está muy bien puesta) conecta, curiosamente, con el modo italiano de entender al zombi y el tipo de horror que encarna. No pienso sólo en el gore brutal, también en la religión. Los protagonistas de Valores familiares son una familia criada en el fundamentalismo cristiano, el Tea Party rural que no atiende a razones; pero en su interior anidan perversiones incestuosas y pederastas, ahí queda eso. Lapham contrapone así la horda de los cruzados viciosos y perversos, el bajo instinto liberado y llevado al límite irracional, con un horror que no tiene la justificación del contagio y que, encima, es real, un monstruo que habita entre nosotros, a cobijo de la tradición, el mesianismo y la salvaguarda de su torcida moral.
Religión al margen, la idea del monstruo de verdad reaparece en Psicópata, tercer gran arco (independiente, insisto) y que reincide más o menos en lo mismo. Entre el grupo de supervivientes se oculta un psicópata, un ser humano que no necesita llevar la cruz de los cruzados para ser abyecto, subrayando la metáfora que justifica Crossed y su brutalidad: que el virus (o lo que sea) tan sólo ha liberado algo terrible que está ahí, en nosotros. Aunque la lectura se me hizo algo larga, es de alabar el tono oscuro y cómo Lapham hila un relato que incomoda y no da asideros. Aquí no hay Nueva Frontera sino un tebeo de mal rollo que el dibujante cordobés Raulo Cáceres se encarga de vestir con ultragore chorreante y explícito.
La idea de mezclar psicópatas y zombis (infectados) siempre me ha gustado. La utilizó Kirkman en Walking Dead y también la solventaba muy bien, y de pasada, Ennis en el primer arco. Me gusta porque enmarca aquello del Psycho in / zombi out que desarrollamos en una de las Reflexiones de Repronto (esta): de cómo muchos telediarios se construyen a partir de esa dualidad: noticias de psicópatas en lo nacional y de zombis en lo internacional. Tenemos el psicópata dentro y la horda zombi fuera, y así construimos nuestros miedos en esta época de crisis total.
No les he dicho que entre Valores Familiares y Psicópata se coloca un número extra, especial y pintoresco: Crossed 3D. Lo cierto es que se lo pueden ahorrar porque es el peor de la serie, una cosa infame. Tiene la gracia, sí, de ser un tebeo en 3D a la vieja usanza, para leer con gafas, y un poco para reivindicar el ánimo de subproducto de serie bé que late en los tebeos del sello Avatar. Pero la resolución gráfica del experimento es atroz por sobrecarga, y yo no sé si es por eso o porque la historia de Lapham en esta ocasión fracasa, pero la lectura se convirtió en un auténtico sufrimiento y me desentendí cosa mal. Se lo pueden ahorrar si no son ustedes completistas o les pica la curiosidad, pero lo cierto es que desluce lo que Crossed ofrece en el resto de la saga: subcultura sin domesticar y sin pulir, violencia gratuita, vandalismo, mal gusto. pOp de Derribo.
2 comentarios:
El Repronto que has enlazado no es al que aludes. Es este otro: http://minchinela.com/repronto/2009/04/15/capitulo-23-lo-que-viene-de-abajo/
Amigo felicitaciones buen review , tienes razon en cuestion de zombies aveces exageran aunque tambien hay varias cosas que podemos salvar del genero, como la peli tipo serie 2 "bajo presupuesto" 28 dayslater (si tecnicamente no son zombies peroe ntran en la tematica postapocaliptica y superviviente) video juegos como Dead Frontier MMORPG y series anime como H.O.T.D. te los recomiendo salu2.
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