Termino con el homenaje póstumo a Moebius (creo, porque al final he acabado haciendo tres entradas cuando no era mi intención). La cosa es que el domingo me puse a leer las historietas cortas que Ediciones B compiló en cuatro álbumes en los 90. Cuatro álbumes que hasta hace poco se podían encontrar saldados en librerías de viejo y demás. Como me crié con el Moebius de las revistas de los 70s-80s, siempre fui muy fan de la obra corta de Moebius. Ahí están muchas de sus mejores historietas pero, por otro lado, su publicación ha sido muy dispersa, y más en nuestro país. Pues bien, me puse a leer esos álbumes y descubrí, proque no lo recordaba, que Moebius decía cosas muy interesantes sobre los procesos creativos de esos títulos, de sus influencias, lecturas, intenciones o contextos. Me pareció tan interesante que decidí compartir esas introducciones en el blog. He puesto, también, la primera plancha de cada una de las historietas comentadas, entre otras cosas para ayudar a la memoria fotográfica. Espero que disfruten de las palabaras de Moebius tanto como yo. (y si quieren seguir leyendo sobre Moebius, os recomiendo el blog de Pepo Pérez, muy activo estos días)
De la introducción del álbum The Long Tomorrow (Ediciones B, 1994)
Dibujé The long tomorrow en 1975, cuando trabajaba con Alejandro Jodorowsky en la adaptación cinematográfica de Dune. En principio, Douglas Trumbull debía ocuparse de los efectos especiales, pero, al no llegar a un acuerdo, Jodorowsky contrató a Dan O’Bannon para reemplazarlo. Dan vino a París. Barbudo, vestido informalmente, era el típico poshippie californiano. Su verdadero trabajo empezaría cuando se iniciara el rodaje, cuando se contase con elementos materiales. Como todavía estábamos en la etapa de los preparativos y de las ideas, no tenía prácticamente nada que hacer y se aburría bastante. Para matar el tiempo, dibujaba. Dan es conocido sobre todo como guionista, pero es un excelente dibujante. De haberlo querido, hubiera podido convertirse en dibujante de historietas. Un día, me enseñó lo que dibujaba: era el story-board de The long tomorrow. Una historieta policíaca clásica, pero situada en el futuro. Me entusiasmó. Cuando los europeos se lanzan a ese tipo de pastiche, el resultado nunca es del todo satisfactorio: a los franceses les queda demasiado a la francesa, a los italianos demasiado a la italiana... Tenía ante mis ojos un pastiche que era más original que el propio original. Creyendo parodiar, Dan seguía la tradición. Como la historia era muy potente, enseguida presentí que me permitiría jugar gráficamente, con toda libertad, sin artificios convencionales, para concentrarme constantemente en un sujeto fluctuante. El traje de Pete Club, por ejemplo, está en el límite de lo ridículo, muy lejos de la tradición y la gabardina a lo Bogart. Y lo mismo ocurre con la mayor parte de los elementos visuales. Seguí escrupulosamente el guión de Dan. Me gustaría que un día se publicasen las dos versiones, una al lado de la otra. Como la historieta le gustó a todo el mundo, le pedí una continuación, pero no me atrajo. Era simplemente una aventurita y nunca la he dibujado. Tras el fracaso de Dune, Dan me llamó para Alien... pero ésa es otra historia.
Rock cíty es un encargo de Métal Hurlant para el especial rock. Aunque el tema venía impuesto, no dudé en tratarlo bajo el prisma de la ciencia ficción, retomando el tema clásico de las sociedades cerradas propio de un montón de novelas de los años cincuenta, como Las bóvedas de acero de Asimov o La ciudad y las estrellas de Clarke. Leyendo la prensa especializada, se percibe que el rock engendra también una especie de microsociedad con su propio idioma, sus propias costumbres, sus propias reglas. Forma una especie de mundo distinto, no geográfica sino sociológicamente, cuya cultura es exportada a todo el planeta por los medios de comunicación. Traspuse esa contracultura a un espacio-tiempo cerrado, y surgió algo insoportable, una verdadera prisión. El héroe está aprisionado en ese mundo, en esa cultura. Como una rata encerrada en una jaula de experimentación, intenta evadirse desesperadamente, pero siempre es atrapado y devuelto al laberinto para una nueva prueba. Es, por supuesto, una analogía con nuestras propias sociedades, un poco simplista pero útil para mostrar que la violencia no sirve para conseguir escapar. La verdadera liberación sólo puede lograrse espiritualmente. Rock city es una historia muda, como Arzach o Hermético absoluto. Creo que las historietas mudas tienen una magia muy particular. Lo descubrí durante la adolescencia, leyendo historietas norteamericanas sin traducir. No comprendía el texto de los bocadillos, ni siquiera intentaba comprenderlo, y así las historias ganaban en impacto poético. Es eso lo que he querido recrear con mis historietas mudas. Intento proyectarme en otro mundo, y a la vez proyectar al lector, para transformarnos en observadores que desde un planeta muy lejano mirasen por un potente telescopio: lo verían todo, pero sin poder oír lo que dicen allá abajo. Para mí, la necesidad que tiene el lector de recrear por sí mismo los diálogos, añade una poesía que ningún bocadillo podría expresar.
El humor, más bien negro, de El Universo es un pañuelo, tiene algo de espontáneo. En esa época, no quería censurarme ni imponerme a priori finales optimistas o pesimistas; me guiaba por mi placer al narrar. Siempre tenía tendencia a terminar mis historias de una manera muy sombría. Cuando decidí cambiar gracias a la meditación me di cuenta de que mis historias también evolucionaban... En lugar de llevar a la muerte a mis personajes, éstos mostraban un cambio de plano, una transformación física o espiritual, a menudo simbolizada por un despegue hacía la luz.
Dibujé Barbarroja y el cerebro pirata para Pilote. Quería hacer una historieta que estuviera en consonancia con los relatos de ciencia ficción norteamericana tipo Sheckley o Emsch. El tema entronca con la tradición de los EC Comics, pero el grafismo y el ambiente están más cerca de las ilustraciones de la revista Galaxy. (Todas las historietas agrupadas en este álbum pueden reivindicar esa doble herencia.) La historia está trufada de referencias y guiños. El ordenador jura y maldice como el capitán Haddock; Barbarroja es un personaje de Jean-Michel Charlier, etc. Si no se mira con atención, se pierden muchos detalles. Estaba muy contento de estas páginas y, cuando terminé la última, experimente una satisfacción casi dolorosa.
Se me ocurrió la idea de El artefacto mientras paseaba por una de las playas de la isla de Re. En las obras de ciencia ficción salen muchas playas, en Vermillion sands de Ballard o en Dune de Frank Herbert, por ejemplo: es la frontera entre dos mundos y, en plan simbólico, entre el consciente y el inconsciente, el lugar donde van a depositarse los objetos soñados. Es el despertar.
Aproximación a Centauri es una especie de desafío. El guión es de Philippe Druillet. Quise poner la misma energía que pone él en sus páginas, pero conservando mi estilo. No se trataba de plagiarlo, sino de expresar con la misma calidad sus visiones de pesadilla. Era una buena ocasión para medir mis límites. Trabaje en un formato muy grande, como él. A pesar de todos mis esfuerzos, el resultado me decepcionó... Había esperado más fuerza. Algunas partes son buenas, como las dos primeras planchas, que muestran el interior de la astronave. Es mi universo, pero los monstruos son artificiales, no te los acabas de creer. No los sentía. Las pesadillas de Druillet son auténticas, sinceras, y nos conciernen a todos. En cambio, las mías no llegan a su altura. A Philippe le gustaron, pero su mirada debía de ser como la del campeón de tenis que disputa un partido de exhibición con un campeón de esquí o de Formula 1. Aunque este último no salga del todo mal parado, el otro sabe a qué atenerse...
Variación N.4027 sobre El Tema es un encargo de Jacques Lob para un número especial de Métal Hurlant consagrado a la guerra nuclear. No tuve ninguna dificultad en tratar ese tema, porque coincide con mis propias preocupaciones. Desde hace años considero que hay una desproporción pavorosa entre la estrechez del concepto de nación y la amplitud planetaria de las armas de destrucción. El honor, el interés nacional, las reglas que intentan salvaguardarlos, todo eso me parece superado cuando la vida está amenazada en esta tierra. En el plano gráfico, me inspire en los dibujos de Steinlein, muy negros, muy poderosos. Me ocurre espontáneamente cuando me enfrenta a ese tipo de tema. Cuando se publicaron, esas páginas no suscitaron ninguna reacción, nadie habló de ellas. No obstante, no tienen nada anodino, temblé mientras las dibujaba... Es cierto que, para muchos, la historieta no es más que un simple divertimento.
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De la introducción del álbum La ciudadela ciega (Ediciones B, 1994)
Todas las historias recogidas en este álbum pertenecen más al género «fantástico» que al de la ciencia ficción. A la quincallería galáctica le queda poco espacio cuando lo que predomina es el sueño. La mayor parte nacieron de forma fortuita, de conversaciones o lecturas... Para un creador, no es sano frecuentar ambientes que únicamente se interesan por la historieta. Uno termina creyéndose una estrella. No es más que un espejismo. Encontrarse con gente muy interesante y que, no obstante, nunca ha leído una historieta, coloca las cosas en su verdadera perspectiva. A veces cuesta de digerir, pero es sano.
Estudié la espiritualidad con Appel-Guery, en el seno de un grupo en el que la mayoría de los miembros nunca había abierto un álbum de historietas. Cuando vieron lo que dibujaba, descubrieron inmediatamente el aspecto, a veces mórbido, desesperanzado, negativo, de mis historias... Sentí una especie de vergüenza y decidí cambiar mi estilo, a fin de demostrarles que era capaz de crear otras cosas. En aquella época, tenía un amigo que leía la leyenda del rey Arturo y me aseguró que era preciosa. Me pareció buena idea lanzarse a una vasta epopeya que recogiera el tema de los caballeros de la Tabla Redonda, con elfos, duendes, el Grial... en fin, toda la parafernalia. Me puse a dibujar La ciudadela ciega y, evidentemente, las cosas no salieron como había previsto... Mi inconsciente se puso a galopar y de nuevo surgió una historia mórbida. Cuando les dije a mis amigos que acababa de dibujar una historia de caballería se mostraron muy interesados: cuando vieron el resultado, se desternillaron de risa y decidieron que no tenía solución.
Balada nació de una lectura. Cuando vivía en París, solía sentarme en la terraza de los cafés para leer un libro de ciencia ficción o de poesía. Un día compré Las iluminaciones de Rimbaud, y leí tres o cuatro páginas magníficas. Después, el libro durmió en un estante de mi biblioteca durante un año por lo menos, hasta que, teniendo que dibujar una historieta para Metal Hurlant, me encontré sin ideas... Entonces, recurrí a un viejo truco: en estos casos, hay que vaciar el espíritu, estirar la mano hacia un libro y abrirlo. Tienes muchas probabilidades de encontrar la solución. En aquel caso, mis dedos se posaron sobre Las iluminaciones y leí el poema titulado Flor. Las imágenes acudieron solas. Tras haber dibujado las primeras páginas, hubiera querido seguir, pero debía entregar el material... Entonces, evidentemente, opté por la terrible comodidad de matar a los héroes de una forma sorprendente, inesperada, humorística. Es espantoso. He utilizado a menudo esa clase de abominación. Lo siento, me gustaría arreglarlo, demostrar que es un truco mezquino, que esos personajes todavía viven en alguna parte.
Hermético absoluto es muy representativo de un periodo en el que buscaba una gran libertad trabajando directamente a tinta, sin dibujar a lápiz ni seguir un guión preconcebido. Este método permite cambios de dirección relativamente brutales, el placer nace de la ejecución de un dibujo que puede conllevar una bifurcación no prevista en la historia. He trabajado así durante tantos años, que esta forma de actuar se ha convertido más o menos en mi marca de fábrica... El título asocia «absoluto» y «hermético», es decir, completamente cerrado; en suma, otra versión del Garaje hermético. Se impuso a sí mismo, según el principio de la escritura automática de los surrealistas. El tema de la caída corresponde a algo que en esa época vivía con intensidad. Un amigo psicólogo vio un esquema clásico en toda terapia: la representación simbólica de un paisaje interior de neurosis y sueños, relativamente poco codificado por las convenciones de la historieta. De hecho, Moebius es exactamente eso: la exploración interior... Eso explica por qué, aunque bajo formas distintas, mi personaje favorito es un viajero, un explorador: Arzach, el mayor Grubert, el Starwatcher... Todos son personajes errantes que van por caminos que yo he transitado, representando cada uno una parte de mí mismo. Arzach es un explorador del sueño; Grubert sería la versión razonable, y a veces ridícula, de mi condicionamiento social. Todos los dibujantes segregan ese tipo de proyección, pero los imperativos racionales enmascaran casi siempre el verdadero fondo de las cosas.
Dibujé Pastel de manzana para Ah Nana, una revista enteramente realizada por mujeres. Mi mujer era redactora y me dio la idea de partida: dar forma, en dos o tres páginas, a un pequeño fantasma femenino muy virulento. Entonces, lo apliqué a una interpretación onírica personal, integrando referencias seudoamericanas que, vistas desde aquí, añadieron un poquito de poesía.
Pesadilla blanca es fruto de la indignación. Una mañana, mientras me afeitaba, oí por la radio que un cortometraje relativo a ciertos incidentes racistas acababa de ser censurado por el Ministerio del Interior. Lo encontré escandaloso, y decidí inmediatamente hacer una historieta recogiendo el tema para expresar mi solidaridad con las víctimas del racismo y con el joven realizador censurado. Como todo el mundo comparte algo de esas pulsiones, intenté ponerme en el lugar de todos los personajes, identificarme con ellos para mostrar, desde el interior, todo el horror, toda la bestialidad de un comportamiento así. Al principio, pretendía hacer una historia muy rotunda, pero después tuve la idea de desplazarlo todo, de traducir el sueño de todos los que desean un mundo más fraternal, la pesadilla de los racistas, la pesadilla blanca.
Cuento de Navidad es un encargo de Métal Hurlant para el número de diciembre de 1977. Partiendo del tema de los ángeles, enseguida pensé en otras criaturas aladas de un género muy distinto, los pavos sacrificados en las comilonas de Navidad; más tarde, en todos los pájaros masacrados por los cazadores. Levantar las aves para lanzarlas contra los fusiles de los cazadores siempre me ha parecido una práctica atroz. Quise invertir los papeles y que los animales se rebelasen, darles una oportunidad a las víctimas para que el crimen no sucediera. El problema es que se sigue cometiendo un crimen. Si hiciera esta historia hoy día, no abriría literalmente la cabeza de los cazadores con esa trampa mortal, buscaría una manera de abrírsela espiritualmente.
Me sentí muy impresionado por la lectura de los libros de Lovecraft, en especial por Demonios y maravillas, El caso de Charles Dexter Ward, El color que cayó del cielo... Al leerlos, no tenía una conciencia muy clara de toda la energía subterránea que vehiculaba esas historias, pero seguía los pasos de mis amigos, para los que Lovecraft era realmente un Dios y Druillet uno de sus profetas. En Ktulu integré esa mitología porque dispone de un sistema de referencias precisas y conocidas por un público, lo bastante vasto para que una cita pudiera constituir un gag, y la ligué con una anécdota que en aquella época me escandalizaba: el hecho de que el presidente francés Giscard D’Estaing abusase de su cargo para ir a cazar y matar animales a África. No obstante, no tomé directamente a Giscard como blanco, porque eso me hubiera llevado a tener que hacer caricaturas, algo que me horroriza, y porque mi prudencia natural me prohibía ir demasiado lejos en el ataque personal, sin conocer todos los elementos de ese asunto. Así, me incliné por una fábula humorística...
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De la introducción del álbum Escala en Faragonescia (Ediciones B, 1994)
Escala en Faragonescia es un producto puro de ciencia ficción delirante. Quise que fuera deliberadamente descuidado, con un estilo que aunara el humor de Robert Sheckley y la coherencia de un demiurgo como Jack Vance. Es, por otra parte, el estilo de todas y cada una de las historias que componen este volumen. Faragonescia es humorística y, no obstante, bajo su apariencia frívola, bajo los símbolos y los dobles sentidos, toca el problema metafísico de la transformación del ser, de la naturaleza de la magia e, incluso, del riesgo moral y físico que corre el que mete la nariz en todos lados sin tomar precauciones, especialmente en aquellos lugares de los que ignora totalmente sus códigos y sus reglas. Al principio, tenía que ser historia corta; pero después, fue tomando peso por sí sola. Forma parte de las historietas que realicé sin que me fueran encargadas, sólo para distraerme dibujando... Está claro que, durante los periodos de intensa actividad profesional, este tipo de descanso es raro. Sobre todo cuando trabajo en Blueberry, al terminar el día, me doy cuenta de que he gastado toda mi energía; pero, cuando hago cubiertas o cosas menos absorbentes, por la noche me digo, “¿qué podría hacer para sentirme bien, para ser feliz? ¿Mirar la televisión? ¿Ir al cine?¿Leer un libro? ¿O hacer una historieta? Muchas veces prefiero crear una historieta, porque es como tener mi televisión personal, la televisión ideal donde proyecto mi propia película o escribo mi propio libro, que leo poco a poco. Así empecé Faragonescia, por ansia de dibujar, en un momento de exaltación, de delirio creativo... Partí, como sucede a menudo, de un tema clásico de la ciencia ficción: la llegada de un personaje a un país desconocido. Hice las tres primeras páginas, pero tuve que volver a trabajos más urgentes y las olvidé durante casi un año. Las volví a descubrir al hojear por casualidad el cuaderno en el que las había dibujado, y quise llegar hasta el final, llevar el tema hasta el absurdo de su conclusión lógica. La belleza del gag vino de la implacable insistencia con la que se desarrolla. Me encanta ese tipo de estructura. Es un poco como cuando se tira de la hebra de un jersey para deshacerlo por completo. Gráficamente, pretendía algo muy libre. Durante muchos años he buscado un estilo rápido que me permitiera encontrar el equilibrio justo entre la energía consagrada al dibujo y la que debe estar disponible para la narración. Porque, si has tenido una idea pero te cuesta horas y más horas darle forma, acabas desalentándote y pierdes el hilo del relato. O bien, tienes que volver a los métodos tradicionales y escribir un guión... En Faragonescia no lo tenía, ni siquiera notas preliminares; todo fue dibujado poco a poco, viñeta tras viñeta, haciendo dos o tres páginas seguidas entre dos trabajos.
Hay un príncipe encantador en Fenixón, igual que en Faragonescia, está cerca del espíritu de los relatos de Robert Sheckley, con un final basado en el desengaño del personaje. El suplicio de Tántalo es ideal para enfocar lo imprevisto: poner en escena a alguien que espera una satisfacción y, por ejemplo, quitarle el caramelo de la boca en el último momento... Dibujé esas cuatro páginas mientras estaba de Vacaciones en la isla de Re. Es un lugar maravilloso. El grafismo traduce mi estado espiritual del momento, enfrentado a la belleza de los paisajes. En cuanto a los nombres, están muy influenciados por Boris Vian, que tenía un talento extraordinario para encontrar patronímicos y neologismos. Como Jack Vance. La historieta se iba a publicar en Pilote. En aquella época, dicha revista era extraordinariamente abierta y ofrecía toda clase de posibilidades. Buscaba y publicaba historias muy cortas. Es difícil hacerlas, y sobre todo porque en Francia no hay una tradición, ni siquiera en literatura. El relato es un género literario y una práctica editorial mucho más desarrollados en los países anglosajones.
Doble Evasión, a su vez, es una historia muy breve, muy directa y completamente simbólica, cuyo tema es la relación entre el cuerpo astral y el físico. Hay algo intuitivo, un placer lúdico y gráfico, pero sostenido por la evidencia de que, en el fondo de nuestro espíritu, somos nuestros propios carceleros.
¿Está bueno el hombre? es mi primera historia de ciencia ficción. La dibujé con un estilo muy rápido y espontáneo. Quería alcanzar un alto nivel de calidad, produciendo algo completamente nuevo, inédito, en una época en la que cada dibujante tenía su estilo bien definido y a él se atenía rigurosamente por imperativos profesionales. Mi intención era experimentar mis capacidades gráficas al máximo, incluso forzarlas un poco, como en las obras maestras de los artesanos. Sólo hay dos maneras de conseguirlo: cuantitativa o cualitativamente.
En cuanto a la calidad, basta con llevar el grafismo hasta un punto que impresione al lector, del tipo “imagen pequeña de una ciudad con todas su ventanas”. Es algo relativamente fácil. La puse en práctica en La desviación, por ejemplo, donde multipliqué los momentos de lucimiento llenándola de detalles muy trabajados. La hazaña cualitativa es otra cosa, porque ahí, lo determinante es la belleza, la invención la simplicidad. Es mucho más difícil. La perfección no es fruto de la cantidad de horas consagradas a una página, sino de tu maestría técnica. ¿Está bueno el hombre? fue para mí una etapa importante, como si hubiera abierto una puerta y descubierto un nuevo campo de experimentación gráfica. Un estilo fluido permite consagrar la parte esencia de tu energía a la belleza, a la calidad del dibujo, y no a la cantidad de detalles. Un solo personaje, un decorado muy simple, extraterrestres divertidos, fáciles de dibujar: las imágenes se convierten casi en escritura. En este sentido, en el de un grafismo más libre, ¿Está bueno el hombre? prefigura a Arzac. La historia, aunque anodina, es buena por que encubre, como también el título, un final divertido. El héroe es una especie de Rambo del espacio, metralleta siempre a mano y muy macho. Y, al final, se encuentra desnudo, bajado de su pedestal, humillado y rechazado a un nivel que no podía prever. No por su inteligencia, su fuerza, su tecnología, no, simplemente a causa de su sabor, de su mal sabor como alimento. El golpe de la oreja tampoco está mal. La oreja parece un feto, es un símbolo muy conocido y, en la acupuntura china, representa a todo el organismo humano. Así, cuando el extraterrestre mastica la oreja, está probando a toda nuestra especie. En su época, esta historia tuvo bastante éxito. En Pilote, todo el mundo hablaba de ella con una sonrisa de satisfacción. Disfruté haciéndola, y los demás disfrutaron leyéndola. Es un ejemplo de buena comunicación entre un artista y sus lectores.
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De la introducción del álbum Las vacaciones del Mayor (Ediciones B, 1996)
Asesino a sueldo es una historia que me encanta, la encuentro genial. Es una historia hecha con absoluta libertad, que se burla constantemente de sí misma, que se ríe de todo y de todos, y que termina con una revelación. Es un espacio liberado, pero ya me había saltado los convencionalismos mucho tiempo antes, cuando hice La Desviación. Las convenciones las aceptamos todos, en realidad se imponen de manera implícita, forman parte de la cultura. Empecé a desembarazarme de las convenciones cuando dejé el “estilo Blueberry”, que es el ejemplo perfecto de un estilo convencional -en este caso, el término convencional suena un poco peyorativo, yo lo llamaría sistema, sistema convenido de representación. Pero jugar en espacios recién liberados es otro cantar. No basta con liberarse para conseguir de golpe la felicidad total. La mayor parte del tiempo se es más feliz con lo convencional que con lo inesperado, porque no se sabe muy bien qué hacer con la libertad. Digamos que Asesino a sueldo forma parte de esos momentos en los que he disfrutado de verdad jugando con total desenvoltura con los temas, el grafismo, la planificación de página, la narración... y el lector, por supuesto. Evidentemente, está repleta de referencias. Hay muchas formas de jugar con el dibujo: una, consiste en crear un universo propio; y otra, en jugar en patio ajeno. Al hacer esto, en cierto sentido, experimentas la forma de pensar de los demás. Es muy divertido, sobre todo si no tienes que hacerlo mucho tiempo. Creo que vale la pena aceptar la convención de imitar tal estilo, tal manierismo o tal época durante, digamos veinte días. Se hacen descubrimientos extraordinarios, porque cada estilo, cada época, permite expresar un cierto tipo de energía, una cierta mentalidad. Es un poco como hacer de actor.
Cuando hice A usted le pasa esto y lo otro ni siquiera pensaba que se publicaría; en cierta forma, lo que me guiaba era mi propio sentido personal de la maravilla. Y también la alegría de ver si era capaz de hacer cosas como las que había leído cuando era niño, cosas que se habían hecho muy seriamente y que quería rehacer en clave de humor. No hay que olvidar que las historietas para niños están hechas por los adultos. Por aquel entonces, el concepto que se tenía de la infancia era arbitrario y casi siempre falso. ¡Cuando te diriges a un niño no tienes por qué hacer el cretino! Todos hemos caído en ese error al querer hacer algo absolutamente libre, autónomo y forzar al máximo las posibilidades de la historieta. Éramos un grupito que quería jugar a fondo con las capacidades gráficas y narrativas del medio, pero sin abandonar el universo que nos había visto nacer... en su aspecto más grotesco. Queríamos mirar a la historieta de cara, sin hacer trampas, sin pactar con el enemigo.
Los misterios del erotismo fue un intento de ver si era capaz de hacer cosas... nada morales. Cuando se está solo en la mesa de dibujo, cuando no se tienen ganas de trabajar en la serie que nos han encargado, pero sí de dibujar, los pintores saben cómo arreglárselas: hacen que pose un modelo y después firman Picasso, Braque... Siempre he tenido añoranza por ser un dibujante que cuente historias... ¡es tan misteriosa la creación de una historia! Es como los chistes: Mario encuentra a Olivia... ¡es increíble! No se valora lo suficiente a la gente que crea historias. Es milagroso. Franquin pide ayuda a los amigos, y se nota que los argumentos de Gastón El Gafe, incluso los de las Ideas negras, proceden de muchos lugares distintos. Conocí a un dibujante que se paseaba siempre con un lápiz y una libreta en las manos. Cuando no los tenía, entraba en una papelería, pedía un rotulador y escribía la idea del gag en la palma de su mano o en su antebrazo... ¡era una obsesión! En realidad no soy un humorista, ni un gagman fabuloso, pero las historias cortas como Split, Grand Hotel B, El invasor, John Watercolor, Escasez de medios, Música ininterrumpida o Fábula rápida 317, son intentos de hacer humor y funcionaron bien; no son nada del otro mundo, pero tienen lógica interna. Es posible que, en cierto momento, todos hayamos querido hablar de los Bidochon (historieta de Binet que se publica en la revista Fluide Glacial y que parodia al típico francés medio)...de nuestros padres, en realidad.
La caza del francés de vacaciones es una historia con el Mayor Grubert, flanqueado por un factótum que no es otro que yo mismo. Jueves negro es Little Nemo en Pesadíllalandia. Debía estar irritado, indignado... desengañado. Como cuando se dice que el sistema está podrido. El sistema es, sobre todo, incomprensible, muy arbitrario...
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4 comentarios:
<span>Gracias por esta estupenda recopilación de Moebius en sus propias palabras.</span>
<span>Hola¡ es posible saber el año en que se publican los comics de Moebius de tu tercer artículo? "El universo es un pañuelo", "Barbarroja y el cerebro pirata" y "El artefacto"? Muchas gracias¡</span>
Ei, te lo miro al mediodía. En principio es todo material de 1975 aprox.
<span>Esta es para mi gusto la mejor época de Moebius. Estupenda la recopilación de textos e imágenes.</span>
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