8.2.07

ANEXOS NEGROIDES (VI)

pepe carter y coco


En la introducción de mi ensayo sobre el superhéroe negro realizaba una larga introducción sobre los Negritos de Tebeo, es decir, el estereotipo denigrante pero feliz con el que se representaba a los miembros de la raza negra en la cultura popular hasta bien entrado el siglo XX: conguitos, devoradores de sandías, pickaninnys (entrañables y cómicos negritos zumbones), orondas Mammys... (si les gusta el tema, les recomiendo efusivamente Bamboozled de Spike Lee). Obviamente, el tebeo español no fue ajeno a ello, aunque la realidad social fuera bien diferente a la estadounidense. En el texto recordaba a Panchita (la oronda criada del Doctor Cataplasma, de Martz Schmidt) o Babalí (el conguito ayudante del cazador Eustaquio Morcillón, del gran Benejam). Hace un par de semanas descubrí otro ejemplo: Coco, el ayudante de Pepe Carter, creado por Angel Puigmiquel para la revista Chicos en la década de los 40.


crimenes del gramofono



Vaya por delante que las características propias del amigo negro del bueno son las propias del contrapunto cómico del héroe: un poco cobardica, perezoso, menos inteligente pero con lúcidos chispazos de sentido común (piensen en Sancho Panza). Coco, el clásico conguito de redonda cabeza y ojos saltones, no escapa a ellas; aunque debo añadir que, a tenor de las dos historietas largas publicadas en el excelente álbum antológico El Ladrón de Pesadillas y otras historias (Glénat, 2006), sobrepasa la media: es más listo y activo que la mayoría de sus colegas. Por cierto, tiene un hermano, Libélula, que traslada los ticks del icono a un terreno más infantil.

Y ya que estamos, aprovecho para decirles el grato descubrimiento que ha supuesto Angel Puigmiquel para quien esto escribe. Vaya por delante que se trata de historietas juveniles realizadas en la España de los 40, por lo que argumentalmente no esperen un tebeo del siglo XXI pero sí un maravilloso caos fruto de un artista imaginativo que descubre el medio mientras corre veloz por las premuras de la industria. Pero gráficamente... es una delicia plagada de recursos gráficos exquisitos y sorprendentes, muchos de ellos cercanos a la animación. Por no hablar del gusto por lo onírico y de ciertos guiños al surrealismo visual que el autor va diseminando por ahí, alcanzado su climax en la historieta que da título al álbum de Glénat, editorial a la que hay que aplaudir por su valentía en un mercado que, por desgracia, ha olvidado a sus clásicos.


benjamin y libelula

No hay comentarios: