20.10.06

VIDAS AJENAS (XVIII)



Pablo Palomares, pese a que el libro de familia lo certificaba como nacido en Soria, siempre sospechó ser hijo adoptivo oriundo, en realidad, de la norteamericana ciudad de Cincinatti. No fue un adolescente feliz dada su poca facilidad de palabra, su nulidad para los trabajos manuales, cierto retardo en la resolución de problemas y un perenne ensimismamiento. Las burlas y risas de sus familiares, amigos (si es que hubo alguno) y compañeros de escuela le sumen en una depresión intensa de la que no saldrá hasta pasada una década, gracias a la lectura de un artículo periodístico en la revista Lecturas sobre el aniversario del asesinato de Sharon Tate y la estancia en prisión de Charlie Manson. El criminal mesiánico se declaraba feliz tras haberse practicado un pequeño agujero en el cráneo, justo en medio la frente. Ni corto ni perezoso utiliza el Black Dekker de su padre con la broca del número cuatro y se perfora el mismo la cabeza. Tras varios intentos, la operación no sale tan bien como hubiera querido pero aún así enseguida ve aumentadas todas sus capacidades psicomotrices y de manualidades, además del relajante frescor que percibe en el interior de su cerebro. De entre todas las nuevas habilidades adquiridas destaca un insuperable instinto para los trabajos de fontanería. Así, se convierte en un meticuloso, esforzado y puntual (cosa inaudita) profesional de la lampistería que, poco a poco, le reporta un sinfín de encargos a lo largo de toda la provincia. La fama de su eficiencia llega a tal punto que el exceso de trabajo y su perfeccionismo le provocan una grave crisis de estrés. Huye a Zamora y se aficiona a la lectura de novelas de Simenon protagonizadas por Maigret y publicadas por la editorial Albor durante la década de los 50. Invierte sus muchos ahorros en hacerse con toda la colección y disfruta de su lectura hasta que una noche de San Juan considera absurdo dedicar tanto tiempo y dinero al coleccionismo, así que baja al patio del bloque de apartamentos donde habita, apila todos los libros y les prende fuego. Enseguida se le unen varios vecinos. Una señora añade su colección de novelas de Karl May de la Serie Oro de Molino, otro la primera colección de ciencia ficción de Nebulae y, por desgracia, un joven tira a la pira ardiente un par de cajas repletas de tebeos de la Liga de la Justicia editadas por Novaro a principios de los 70. Alguno de los componentes de la tinta o el papel de esos mugrientos tebeos mexicanos, se especula con ácido bórico, provoca una fatal explosión. Todos los allí reunidos mueren en el acto excepto Pablo, quien sorprendentemente sólo se ve afectado por quemaduras de primer grado en el cinco por ciento de su cuerpo. Eso sí, ese cinco por cierto resultan ser sus órganos genitales. El abultado volumen de las vendas le marcan una enorme entrepierna pese a utilizar siempre pantalones anchos. La sospecha de un enorme pene provoca la lascivia de numerosas viudas zamoranas que lo acosan constantemente. Pablo descubre, a los cuarenta años, el maravilloso mundo del sexo. Es cierto que el estado de su miembro no es el mejor del mundo y el acto sexual le provoca un enorme sufrimiento, desprendimiento de piel, llagas e infecciones, pero se ve incapaz de frenar su propio líbido y las continuas insinuaciones de mujeres adultas y experimentadas. Un jueves de Corpus es violado en masa por una congregación de misioneras que visitaban la zona tras unas jornadas de ejercicios espirituales. El suceso colma el vaso. Harto de vejaciones y sufrimiento, decide castrarse él mismo con un grueso cuchillo de carnicero. La operación resulta óptima y a los pocos meses descubre que sus cualidades para el canto se han desarrollado de manera sorprendente. Enseguida se convierte en un reputado barítono lírico y recorre con éxito la comunidad autónoma de Castilla-León cantando zarzuelas en las plazas mayores. Pablo es feliz hasta el terrible día en que nota un tremendo dolor, acude al médico y este le diagnostica un grave cáncer de garganta. En la actualidad se recupera bastante satisfactoriamente de un par de intervenciones y varios tratamientos de quimioterapia en el Hospital Universitario de Guadalajara. “Estoy ansioso por que me den el alta y poder comprobar qué nuevas y excitantes experiencias me reporta la vida” es el mensaje que, por escrito, desea comunicar a los internautas de habla hispana.

(NOTA: esta Vida Ajena fue esbozada a altas horas de la madrugada en estado de delirio febril. Espero que se note.)

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