16.9.05

VIDAS AJENAS (IX)


Antonio González González “el Sanglas” recibió el alias que le hizo célebre a consecuencia de su infantil preferencia por robar motocicletas de esa célebre marca española. Nacido y criado en uno de los barrios satélites de la Ciudad Condal más marginales y degradados, su padre, Antonio González, era un ex-legionario dedicado al tráfico de hachís mientras su madre, Prudencia González, se dedicaba a la mendicidad callejera. A la edad de diez años, y ya con una amplia carrera de pequeños hurtos a sus espaldas, roba su enésima Sanglas y, por el procedimiento del tirón motorizado, arranca el bolso de una anciana en pleno centro de Barcelona. La pobre mujer cae a la calzada y un autobús de la línea 64 le revienta el cráneo al pasar la rueda por encima. Tras una larga persecución por la antigua autovía de Castelldefells, Antonio Gonzalez Gonzalez “el Sanglas” es detenido a las puertas del camping La Ballena Alegre e ingresado en un reformatorio juvenil del que escapa en inumerables ocasiones. Adicto a la heroína, se especializa en el atraco a mano armada de locales de bingo, por entonces un entretenimientó lúdico en pleno auge. A la edad de 18 años salta a la fama al ser escogido para protagonizar el clásico del cine español de los 70 “Los Perros de la calle”, junto a Lolita Borrego, la antigua estrella infantil ahora en decadencia. Ser una celebridad popular, pésimo modelo para cientos de jóvenes marginados, no le supone una mejora en su modo de vida y sus hábitos delictivos. En pleno síndrome de abstinencia, el día después del estreno roba una motocicleta Sanglas y asalta una oficina del Banco de Sabadell armado únicamente con un casco de moto. Ante la negativa del director a abrirle la caja fuerte, lo mata a golpes de casco y luego, con éste puesto (y cubierto de sangre), traspasa el cristal de seguridad a cabezazos. El incidente le acarrerá secuelas en sus cervicales y el dolor frecuente le arroja, aún más, a los brazos de la droga. De nuevo en la carcel, su amor por la rumba le lleva a formar el trío de presidiarios “Los Gitanos del SIDA”, llegando a grabar un par de cassetes que arrasan en ventas pese a distribuirse únicamente en bares y gasolineras de los extrarradios españoles. Canciones como “Mi niña cabalga”, “El Peluco de mi padre” o “Con mi chandal taleguero” se convierten en himnos generacionales. El éxito musical le permite conseguir permisos para actuaciones en directo así como una reducción de pena. Víctima de su leyenda, cuatro días antes de conseguir la libertad condicional tutelada protagoniza su enésima fuga camuflado en un altavoz del equipo de sonido. Será la última dado que el sida y la hepatitis han mermado terriblemente sus facultades físicas. Detenido tras atracar un bingo, muerde a diversos agentes contagiándoles la fatal enfermedad. En la actualidad vive sus últimos días en un hospital para presidiarios terminales. “Pa morir, mejó subio en una Szangla que aquí” es el mensaje que desea transmitir antes de su muerte a los internautas de habla hispana.

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