10.12.05

LAS LÁGRIMAS DEL HOMBRE LOBO



Al inicio de The Curse of the Werewolf, mientras vemos pasar superpuestos los títulos de crédito, el primer plano de los ojos del Hombre Lobo nos muestran que está llorando. Una lágrima recorre su mejilla. En su penúltima aproximación a los mitos clásicos del cine de terror (tras Frankenstein, Drácula, La momia y Mr. Hyde y un año antes de El Fantasma de la Ópera) el maestro Terence Fisher ya nos advierte sutilmente que su reinterpretación de la licantropía va a tomar un cariz trágico y romántico.



Con posterioridad al filme de la Hammer el tratamiento de la licantropía ha tenido puntos de vista muy diversos, de los bolsilibros de Paul Naschy a la metáfora de la pérdida de la inocencia de En compañía de lobos, pasando por filmes tan destacables como Lobos Humanos, Un Hombre lobo Americano en Londres o Aullidos. Pero por lo que a la Universal respecta, siempre fue el más mediocre de sus monstruos en comparación con Drácula, la Momia o Frankenstein. Quizá porque Lon Chaney Jr. nunca fue Bela Lugosi. Aún así, el Hombre Lobo siempre ha sido un monstruo triste, pero la palabra maldición ejerce todo su peso en la película de Fisher, hasta el punto que buena parte del metraje se dedica a cómo se convierte el protagonista en un ser maldito antes que a la habitual ristra de crímenes cometidos durante la luna llena.



La película, que se abre y cierra dando importancia al repicar de campanas, tiene un tratamiento de cuento (siniestro) en el sentido tradicional del término. Y el proceso que llega hasta la maldición es un cúmulo de desgracias: un mendigo será primero tratado como un perro por el Marqués Siniestro (bonito nombre, también hay un Pepe Valiente) y posteriormente encerrado en las mazmorras durante diez años, donde se deshumaniza interna y externamente, convirtiéndose en un animal humano. Acabará violando a una muchacha muda que se había negado a someterse a los deseos sexuales del Marqués. La chica, embarazada, asesinará al perverso noble y huirá del castillo siendo rescatada por un señor (en términos feudales) acomodado que la pondrá bajo cobijo. Morirá durante el parto, en Nochebuena (un mal presagio) y el día del bautismo del recién nacido un eclipse reflejará la imagen del diablo en la pila bautismal. La maldición está, pues, instaurada. Y en un inocente. Si me explayo en explicarles todo esto, que ocupa la primera media hora de película, es porque es un tratamiento de la licantropía muy diferente al desarrollado por la Universal, ya saben: el mordisco de otro hombre lobo revestido de maldición gitana.

El filme prosigue con la infancia del niño, en la que ya sufre transformaciones, y la historia de amor que acabará dando forma al trágico desenlace, algo a lo que el filme parece abocado desde el principio. Hay un cierto ritmo decreciente. Es decir, toda la primero hora de película explica y encauza tan detalladamente todo el proceso que luego es inamovible en su camino a la tragedia. Tampoco ayuda la presencia de un joven Oliver Reed que, desde luego, no es Peter Cushing o Christopher Lee. Eso sí, se guarda mostrar el aspecto del licántropo hasta el final, un aspecto imponente, casi albino. Se rehuye la típica transformación a cambio de un espectacular maquillaje final.



La película está repleta de grandes momentos. La decrepitud del decadente Marqués Siniestro, arrancándose la piel a tiras (por culpa de la sífilis) delante del espejo, es casi fantasmagórica. El niño lobo aullando a la luna tras los barrotes. El bautismo. La forja de una bala de plata con un crucifijo fundido. La huida final por los tejados del pueblo. El ataque a su primera víctima. Coño, que es un Hammer clásico, horror gótico a más no poder, visualmente impecable.



Por cierto, para el espectador español quizá sorprenda descubrir que transcurre en nuestro país. Por ello no fue estrenada por aquí en su momento. Eso sí, la ambientación quizá les chirríe un poco. A ratos parece Castilla, a ratos una hacienda mexicana y hasta bailan sevillanas. Cosas del exotismo británico. Otro detalle: buscando imágenes del filme me he encontrado con muchas fotos en las que se ve al hombre lobo atacando a una mujer. Son promocionales y no corresponden a la película: ella es la actriz que interpreta a la madre, así que ja´más llegan a verse en pantalla. Como es habitual les emplazó al cercano B-Art dedicado al cartelismo del filme.

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