15.10.16
CRÓNICAS DE #SITGES2016 (XVI): 31
Recibido con afecto y aplausos en su visita, en realidad la relación de Rob Zombie con el público de Sitges siempre ha sido conflictiva. Con la excepción de su remake de Halloween, el resto de sus películas siempre han provocado una reacción muy dividida entre el amor y el odio que tuvo su máxima expresión hace ya cuatro años con los injustos silbidos a Lords of Salem. Yo me decanto por el amor, pero con menor entusiasmo que el de otros compañeros. Puesto en este contexto, la nueva película de Rob Zombie ha obtenido más indiferencia que encendido desprecio y un sucinto “es mala” como opinión generalizada que yo no acabo de compartir, aunque reconozco que es un título menor. ¿Por qué la defiendo? Por su condición de peli de género de toda la vida, aunque pasada por el tamiz de la imaginería robzombiana, con un argumento conocido y simple (grupo que cae en una trampa de supervivencia espectáculo) que rinde tributo a Nosferatu y La matanza de Texas. No hay más que eso… Bueno, sí. Payasos psicópatas (ahora tan de moda) y un enano nazi. Repito. Un enano nazi. Señor juez, señores del jurado, una película con un enano nazi siempre merece nuestro amor. Piensen en ello antes de decidir su sentencia.
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