14.4.05

BARRY PRIMA CONTRA LA REINA COCODRILO (Indonesia se escribe con Zeta)



Durante un breve periodo de tiempo Indonesia fue una de las capitales del cine de derribo de serie Z. Concretamente de finales de los 70 a finales de los 80 generaron una impresionante lista de subproductos delirantes. Poco a poco, gracias al avance tecnológico e intelectual de la sociedad humana en que vivimos, he podido hacerme con algunas de esas joyas (Mystics in Bali, Lady Terminator, The Hungry Snake Woman) y a buen seguro que con el tiempo encontrarán su lugar en este acojedor rincón ausente. La industria indonesia encumbró, y se puede decir así, hasta su propio modelo de héroe de acción, encarnado en la figura del musculoso Barry Prima, auténtico actor de culto del cine de artes marciales exótico y de bajo presupuesto. Este fin de semana disfruté como un énano con The Devil’s Sword, un genuino despropósito tan entretenido como delirante y francamente generoso en escenas y momentos de bizarrez de antología.

Este ha sido mi primer acercamiento a Barry Prima, célebre sobre todo por la trilogía de las aventuras de Jaka Sembung: Warrior (1981), Warrior and the Blind Swordsman (1983) y Warrior and the Ninja (1985), al parecer de tono similar a la joya trash de hoy. Su nombre real era Bertus Knoch, y debo reconocer que el artístico suena la mar de potente. Hijo de padre alemán y madre indonesia, aprendió artes marciales y participó como secundario en dos de las películas fundacionales de la serie B de su pais, una de caníbales (Primitif) y otra que parece ser que es cochambre pura que mezcla alocado kung-fu con claras influencias de Alien (Special Silencers) antes de convertirse en héroe de acción en el primer filme de la referida trilogía del nacionalista Jaka Sembung contra los pérfidos colonos holandeses.


Barry Prima

¿Y de qué va The Devil’s Sword? Buena pregunta. Intentaré contestarla, pero igual y ni siquiera yo estoy a la altura. Un viejo fabrica una espada con un meteorito. La Reina Cocodrilo se monta unas orgías rococós y busca sementales. Envía a su guerrero asesino a un poblado a secuestrar a un joven a punto de casarse. Se lía la de Cristo y la novia, karateka, las pasa putas hasta que llega Mandala al rescate. Mandala es, claro, Barry Prima. No puede impedir, pero, la abducción del novio, nuevo semental de la Reina Cocodrilo. De regreso a ver a su maestro, Mandala descubre que a éste le han atacado vilmente un grupo de asesino acuál más pintoresco, entre ellos el de antes. Mandala debe curar al maestro y partir en busca de la espada, que también quiere la mala de la función. Le acompaña la novia sin pareja, que también es maestra en el uso de una sombrilla que genera hipoviento huracanado en su rotar. Tortazos a punta pala hasta que al final, y pese a caer en las redes amatorias de la maligna monarca reptil, ganan los buenos, como es de rigor.


La Reina Cocodrilo

Sinopsis rápida, sí. Porque aquí lo que manda es el detalle, la confluencia, el mejunje de perfecto cine basura y delirio. Venga, va, me confieso. A estas alturas del texto soy consciente de que ésta es una de las reseñas más difíciles a las que me enfrento. Son tantas las imágenes y momentos de este sinsentido indonesio que se agolpan en mi mente que ordenarlos se me hace complejo, difícil. Estoy confuso y me va a costar un huevo que se hagan una idea exacta de la peli. Pero lo voy a intentar.


Mandala decapitando un hombre cocodrilo

Imaginen el look de todas aquellas explotaciones italianas de Conan. Vale, vamos bien. Esa atmósfera impregna toda la película. Como les digo es de artes marciales. Así que la influencia de las producciones setenteras de los Shaw Brothers está ahí. Otra cosa es que se sepa llevar a la práctica y que el presupuesto invertido sea bastante menor. Las coreografías lo intentan pero a menudo se quedan a medio camino. No son rematadamente malas pero sí muy burdas. A ratos se nota demasiado que la imagen está acelerada, que los saltos están rodados marcha atrás. Recuerden: si van ustedes a rodar una peli de artes marciales y van a recurrir al viejo truco (chino) de rodar al tío saltando de arriba abajo y lo van a montar al revés, para que dé la sensación de que salta de abajo a arriba, sobre todo, no lo hagan en una barca sobre un rio. Canta un huevo por culpa de las salpicaduras de agua. La burdez coreográfica no quita que las peleas sean bastante físicas y, además, estamos en el terreno del vale todo y de la imaginación desbordante como instrumento para suplir cualquier carencia.



Vale. Ya tenemos la explotación italiana de Conan y artes marciales que intentan seguir el ritmo de las coreografías de Shaw Bros. EL siguiente elemento de esta configuración zetacósmica es el gore. Sangre a chorro no es que haya mucha, pero amputaciones unas cuantas, con especial preferencia por las cabezas y a espadazos, pero troncos partidos por la mitad hay al menos un par y la secuencia del maestro herido merece ser narrada con mayor detalle más adelante. También hay canibalismo, encarnado en un grupo de harapientas esclavas que tiene la Reina Cocodrilo en una celda subterránea con acceso desde el loft-guarida. Porque el palacio, cueva o lo que sea es eso, un loft amplio con su lago, su celda, sus estatuas que tiran rayos, sus siervos, sus amantes, su dormitorio con cortinas de tonos pastel. Cutrecocó indonesio que alcanza su culmen hacia el final, cuando la villana se tira a Mandala mientras las sicarias danzan de manera pseudo robótica rituales de apareamiento, los filtros de color rosa y ázul celeste todo lo dominan y suena una musiquilla que haría morir de envidia al triphopero ambient más gafapastoso (ojo con la música del filme, que los ritmos de inspiración carpenteriana también abundan). La escena de amor desenvoca en una orgia de antología zetosa.


El harén de la Reina

Mención a parte merecen los sicarios de la Reina Cocodrilo. El que podríamos llamar mercenario favorito, y que protagoniza tantas o más escenas que Barry Prima, es un tipo muy malo y cruel que utiliza dos espadas curvas. Su táctica de combate preferida la he bautizado como “las tijeras del jardinero”: acopla ambas espadas y avanza hacia el cuello de su víctima. También destaca el momento en que vuela sobre una roca (en plan nube de Son Goku), por cierto, utiliza el aterrizaje desde el pedrusco para aplastar un par de indígenas. El grupo de pérfidos secuaces se completa con una vieja bruja que vuela raro, utiliza una especie de mocho o fregona y resiste el despiece de su cuerpo, es decir, que la cortas a trozos y se arrejunta; un tipo que utiliza la célebre guillotina voladora oriental, una especie de sombrero chino que se acopla al craneo del enemigo y lo arranca de cuajo, auqnue en este caso la confección de la guillotina deja mucho que desear; otro que convierte su palo en serpiente (o es al revés) y crea hoyos en el suelo para enterrar a sus rivales; y un cuarto con la habitual cadena con bola. Lo novedoso del caso es que la película huye del esquema de la mítica El luchador manco y su espléndida galería de villanos, en el sentido de que pasa de ir enfrentando a Barry Prima con cada uno de ellos. Éstos se acaban matando entre sí, siendo el de los dos sables como tijeras, antiguo alumno del maestro de Mandala, la estrella de la función. No le busquen, a este autoeliminarse de los malos, ninguna explicación racional: no la hay. Como ejército secundario, y sin olvidar a un sumo sacerdote, tenemos a los hombres cocodrilo, paupérrimos indonesios con ridículo traje de reptil que utilizan unas largas sierras cuya manufactura a base de carton grueso y pintura plateada es evidente.


El uso de la guillotina voladora


El jefe de los malos

Y es que lo de los efectos especiales y avalorios de complemento no tiene nombre. Hay un cíclope de antología cutre (que merece pasar a la historia de la serie zeta) cuyo ojo, como muy bien indica Pete Tombs en Mondo Macabro, es una lámpara interior de coche. En el momento en que el maestro de Mandala debe hacer uso de la telepatía, ésta se escenifica con un discreto indonesio camuflado tras el maestro que se dedica a enciender y apagar una linterna. Y la cueva donde se guarda la Espada del Diablo que da nombre al filme está plagada de trampas de cartón piedra que pretenden imitar las del inicio de En busca del Arca Perdida. La película también es generosa en el lanzamiento de rayos de colorines diversos.


El Cíclope en la cueva violácea


El malo lanza rayos fosforitos

Dejo para el final de esta pieza maestra de la cinematografía indonesia, que visto lo visto pienso investigar profundamente, con la “curación” del maestro de Mandala. El grupo de pintorescos mercenarios se enfrenta a él en una escena de saltos, cables y uso de las armas estrafalarias que antes he descrito. Le hieren mortalmente en las piernas y lo dejan ahí tirado. Mandala, para curarlo, primero acude a conseguir unas peligrosas setas asesinas y explosivas. Consigue una, fabrica el mejunje y se lo da a beber al viejo. A éste le sale humo de la cabeza y ese es el momento en que el héroe, con su propia espada y con bastante trabajo, amputa las extremidades del anciano maestro. Como ven, no estamos ante una película sutil ni un entretenimiento para toda la familia. Una joya de exotismo cafre, ya les digo. Mi gratitud eterna para con la persona que me consiguío una copia: el señor Viruete.

4 comentarios:

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