5.1.05

EN EL CEMENTERIO DE WILDWOOD



Ayer a media tarde se hacía pública la triste noticia. La muerte de Will Eisner. Uno de los grandes maestros de la historia del cómic. Un genio octogenario que seguía en activo, y de qué manera.

Como muchos de los aficionados de mi generación, lo conocí gracias a la colección dedicada a Spirit de finales de los 70, editada por Garbo. En casa se compraban todos los tebeos de la Warren. Y entre Vampus, Rufus y Vampirellas estaba la reedición de The Spirit. Una reedición que recuperaba la etapa màgica del personaje. Y de un Eisner que se sabía experto narrador gráfico con ganas de experimentar y hacer avanzar el lenguaje de las viñetas mediante un personaje tan maravilloso como pulp. Danny Colt, el hombre del antifaz que habitaba en las catacumbas del Cementerio de Wildwood, junto a su joven ayudante Ebony.



La etapa dorada de Spirit, aproximadamente de finales de los 40 a los primeros 50, es una maravilla que me cautivó. Desde la primera pàgina, en la que el nombre de la serie tomaba mil formas cada vez. Con esa espléndida galería de personajes secundarios: el comisario Dolan, su hija Ellen, P’Gell, Sand Sarif, Silk Satin. Con un demoledor uso de la gramàtica del cómic: viñetas subjetivas, claroscuros magistrales, picados, contrapicados. Pero siempre al servicio de la historia, jamás en pos del lucimiento personal. Sin entorpecer la lectura, al contrario. Además, cada aventura (siempre de 7 páginas) era una sorpresa. Humor, melancolía, imaginación, fantasía, serie negra, aventura pulp. A menudo, Spirit tan sólo tenía una aparición testimonial, en una única viñeta, y el protagonismo se cedía a otros personajes, a veces los maravillosos secundarios, a veces tipos anónimos que acababan de asesinar a su esposa y cuya perspectiva era la que entregaba al lector (y nunca mejor dicho), o que querían volar, o un simple revolver que explicaba su devenir. Unas historietas que pese a los años se conservan terriblemente modernas. En cierto modo, vendrían a ser el Ciudadano Kane de la narrativa gráfica.



Tanta era mi pasión por el personaje que mi primera lectura teórica sobre cómic fue el libro de Javier Coma El Espíritu de los Comics (Toutain, 1981). Más tarde supe que The Spirit tenía historietas bastante más primitivas, las anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Que Eisner tuvo su aprendizaje. Y también tuvo un soberbio esplendor posterior con sus novelas gráficas de los 80. Contrato con Dios, Viaje al corazón de la Tormenta, La Avenida Dropsie. Buff. Una docena de títulos magistrales. A menudo muy autobiográficos. Y una obra teórica más que recomendable: El comic y el arte secuencial (Norma, 1994).

El maestro ha muerto, y eso que seguía más productivo y sabio que nunca, pese a que sus adaptaciones de clásicos sabían a poco. Pero está toda su obra, al alcance del lector español (que suena raro pero es cierto), con esos Archives que recopilan Spirit desde el principio aunque lo mejor aún está por llegar y disfrutar. En el cementerio de Wildwood Eisner sigue vivo. Y en sus tebeos también. Más que nunca. Yo siempre le estaré agradecido: fue uno de los autores que me enseñó a leer tebeos, que no es moco de pavo. Sirva este texto apresurado como sentido tributo.



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