28.7.09

POP·A·TROZ

"Fantasías sexuales relacionadas con Ronald Reagan. Los genitales del candidato presidencial fueron un foco continuo de fascinación. Se construyó una serie de genitales imaginarios utilizando (a) las zonas bucales de Jacqueline Kennedy, (b) el orificio del tubo de escape de un Cadillac, (c) un modelo para armar del prepucio del presidente Johnson. (d) un niño víctima de un asalto sexual. En el 89 por ciento de los casos, estos genitales provocaron una elevada frecuencia de orgasmos autoinducidos. Las pruebas indican que la postura del candidato presidencial es de naturaleza masturbatoria. Se descubrió que las muñecas armadas con modelos plásticos de los genitales alterativos de Reagan tienen un efecto perturbador sobre los niños impedidos."
Fragmento de Por qué quiero joder a Ronald Reagan, capítulo de La exhibición de atrocidades que pueden leer aquí. Su autor es, claro, J.G. Ballard.


Lo que me fascina de La exhibición de atrocidades es su tremenda modernidad: mientras Warhol andaba pintando latas de sopas Campbell y los rostros popartizados de Elvis y Marilyn, Ballard recreaba los mismos mitos con el rostro desfigurado por las radiaciones atómicas. Abstracta, circular y surrealista, la novela es una lectura mesmerizante que lo antecede todo ( la anticipación como género cobra en ella todo sentido, tanto que uno cree leer sobre la futura muerte de Lady Di en alguno de sus párrafos). Con la agobiante banda sonora de unos helicópteros que no dejan de sobrevolar a sus extraños protagonistas, el concepto de lo pOp es visionario (la novela se publicó en 1970, aunque la gestación de alguno de sus capítulos es un par de años anterior). Napalm, Vietnam, la bomba atómica, astronautas desquiciados, los sesos de Kennedy esparcidos por el asiento del cadillac presidencial, su viuda como objeto pornográfico, la filmación de Zapruder en un loop infinito, maniquíes en desiertos atómicos y crash test dummies entre hierros retorcidos, la erótica del siniestro accidente automovilístico (con los pechos de Jayne Mansfield rebanados por el parabrisas), la perversión como objeto de la moda, edificios derruidos y salas de cine vacías por las que deambulan estudiantes de arte. Conceptos a los que Ballard regresa una y otra vez de manera tan hipnótica como desasosegante. El futuro visto con clarividencia, como demuestra el capítulo dedicado a un Ronald Reagan por entonces gobernador de California y candidato presidencial que aún habría de esperar una década para lograr su objetivo. Un futuro en el que seguimos encerrados.



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