30.8.05

Vidas Ajenas (VIII)


Daniel Fernandez era un fanático de las películas de Godzilla. Disfrutaba con ellas, acudía una y otra vez a los cines en que se proyectaban y soñaba con, algún día, encarnar al monstruo. Estudiaba sus movimientos, los anotaba, memorizaba y pasaba horas ante el espejo imitándolos. Todos los fines de semana visitaba el zoológico con el objeto de estudiar comportamientos animales. La quietud de los reptiles, la mirada esquiva de los pájaros, la actitud fiera de los mandriles. Luego, añadía esos detalles a su recreación frente al espejo del monstruo japonés. En 1970 deja su trabajo como administrativo del Banco de Vizcaya e invierte todos sus ahorros en un viaje a Japón. Tras muchos intentos infructuosos consigue una entrevista con los esquivos directivos de la Toho. Quedan sorprendidos por la naturalidad de sus movimientos pero le rechazan al considerar que sólo un japonés puede encarnar a Godzilla. Tampoco le aceptan para otros papeles secundarios. Consideran que lo perfecto de su actuación ensombrecería a su estrella. Además, exigen experiencia en el arte del teatro kabuki, algo de lo que Daniel, obviamente, carece. Regresa arruinado a España pero la suerte, por una vez, le sonríe. En 1974 empieza a colaborar, encarnando al inocente gorila Konga, en el programa de Televisión Española La Hora de Chucherías, protagonizado por el grupo infantil Chucherías. También colabora en el largometraje Chucherías en el Castillo del Conde Drácula, en el papel de monstruo de Frankenstein. Seducido por la cantante líder del grupo infantil, Lolita Borrego, completamente formada como mujer pese a sus dieciseis años de edad, inicia con ella una serie de intensos y apasionados encuentros sexuales, siempre disfrazado de gorila a petición de la muchacha. Los padres de Lolita descubren y denuncian la situación a los productores de la serie y Daniel es despedido, aunque el escándalo nunca se hace público para no dañar el futuro de la joven artista. Lócamente enamorado, inicia una adicción al alcohol que le sumerge en los abismos de la depresión y la mendicidad. Se recupera gracias a un contrato para hacer de Cinecito en la entrada de algunas salas de cine y en la actualidad trabaja en Las Ramblas de Barcelona disfrazado de osito Winnie de Pooh ofreciéndose para fotos con turistas, bajo un sol de justicia. “Estoy firmemente convencido de la inocencia de Michael Jackson” es el mensaje que desea enviar a todos los internautas de habla hispana.

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