Hace tres años en el Festival Internacional de cine Fantástico de Sitges —que por cierto ya calienta motores— programó una de esas pequeñas joyas orientales a las que nos tiene tan bien acostumbrados: The Raid, de la que ya di cuenta inmediata y entusiasta en su momento. El pase de aquel día, en la siempre bulliciosa sala El Retiro, fue una memorable comunión de espectadores arrebatados y de estallidos de júbilo ante el festival de acción y artes marciales de esta sorprendente película indonesia, la más contundente en muchos años en su especialidad, probablemente desde la mítica Ong Bak.
El argumento de The Raid era bastante sencillo: un comando de la policía asalta el cuartel general de una banda de traficantes, a su vez un bloque de apartamentos densamente poblado. La operación se complica cuando la promesa de un alquiler gratis de por vida convierte a los numerosos habitantes del polígono suburbial en una jauría de asesinos que supera ampliamente al grupo de agentes. A partir de ahí, un inaudito festival de acción, violencia y artes marciales como pocas veces se ha visto. Una cosa brutal; muy brutal. El anuncio de una secuela nos ha tenido relamiéndonos de gusto a todos los que la disfrutamos, y más cuando entre original y secuela su director, Gareth Evans, nos regaló el episodio de found footage más delirante y alucinado de V/H/S 2.
Bueno, pues con The Raid 2 Barendal calentita toca despejar silogismo: si la primera era la hostia… ¿La segunda es la rehostia? Pues sí y no, o no y sí. Así que procederé por partes (y avisaré cuando llegue a los espoilers). Primero lo que de verdad importa en una película como ésta: las escenas de acción y de hostias. Pues por ahí cojonuda, impresionante, con detalles nunca vistos y una forma de rodar y planificar que asombra por espectacular, bestia y novedosa. De nuevo, un festival mayúsculo. Así que, desde el punto de vista del cine de tortazos, la cosa es fenomenal y, claro, a partir de ahí cualquier pega es secundaria. Meras zarandajas.
Si, o no.
Verán, ya de entrada el tema es que al lado de la original, de The Raid 2 es otra cosa, y que se va a las dos horas y media de metraje, de las que la mitad es pura y generosa acción salvaje. Fabuloso, pero ¿y la otra mitad? Pues que se complica la vida sin necesidad, con una trama que se alborota de manera tosca y muy evidente, y eso siempre desluce; más cuando con un poco de cariño y acabado, con un repasito final, podríamos estar ante el peliculón que no es porque se arma un lío, y eso que la historia tampoco es tan complicada (ojo, spoilers): el clásico thriller de policía infiltrado y guerra de bandas.
Al comentar por twitter que “Tiene momentazos pero sobra metraje” enseguida he establecido un interesante diálogo con Álvaro Arbonés sobre los problemas de guión y montaje de la parte de la película que no va de hostias (que por ahí es brillante), y les hemos sacado punta: Prakoso, el asesino vagabundo, irrumpe de golpe a media peli casi para protagonizarla durante un rato. Un personaje importante de aparición abrupta y descompensada, y que además desdobla su función con otro, Aka, un lugarteniente mafioso que de golpe se vuelve también importantísimo. Ambos son el reflejo siniestro del futuro que podría tener el protagonista, pero como digo está resuelto con tosquedad. Lo mismo con el malo, Bejo, un impedido segundón que no se entiende cómo ha reunido la banda de asesinos que le rodea (grandes hallazgos, por cierto, la chica de los martillos y el tipo del bate de beisbol). O Eko, el hijo del jefe de uno de los clanes, cuya idiotez acaba por crispar y cuya actuación final tampoco se explica del todo, algo que también pasa con la organización parapolicial que lucha en la sombra contra la corrupción.
De hecho, puede dar la sensación de que todo eso, la maraña de personajes y subtramas, está ahí como excusa para encadenar hostias y potenciarlas con emoción, pero se amontonan tanto y con tanta seriedad que me parece bastante dudoso que sea esa su función. Al final, he acabado por exponer una teoría que me asaltó a media película. Gareth Evans, con la producción muy avanzada y con el rodaje inminente, o ya iniciado, quedó seducido por Only God Forgives de Nicolas Winding Refn y bajo ese influjo hipnótico decidió acometer cambios y añadidos de última hora en The Raid 2 y la cosa ha quedad sin pulir. Bueno, las hostias pulidas sí que están. Joder, cuánta animalada. y cuánto destrozo.
Homenaje al cine coreano
2 comentarios:
Le han dado muy buenas críticas, saludos!
En la primera película,el concepto de que fuera dentro de un edificio era quizás lo que le daba un valor añadido, por todo lo que podía dar de si el moverse dentro de el con sus limitaciones y demás. A ver si en esta segunda película, ya fuera de paredes, la cosa no se torna mas convencional...¡¡eso si,con ostias como panes!!
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