22.10.04
CIENCIA Y PAJA (II)
¿Son los científicos pajeros? Ya formulé la pregunta en los primeros días de este blog. Pues bien, la cuestión puede retormarse tras la lectura de la siguiente noticia aparecida ayer en EL País.
Un Godzilla inflable gigante dará la bienvenida a un grupo de académicos que se reunirán a finales de este mes con el fin de estudiar el legado legendario monstruo cinematográfico, ya que este año se conmemora el 50 aniversario de la primera aparición del enorme lagarto en el cine, según informa la BBC británica. Su figura es tan popular que desde entonces ha sido la estrella de 27 películas. Y todavía hay una número 28 que se estrenará en diciembre con el título de Godzilla: la guerra final y que se dice que será el último de la saga. La conferencia, que se celerará en el Centro de Estudios Asiáticos de Kansas el próximo día 28, estudiará el impacto de Godzilla en la cultura global. También habrá exposiciones y un festival de cine en el que se mostrará la película japonesa en que Godzilla inició su carrera en 1954. Los organizadores del encuentro quieren generar discusiones sobre globalización, cultura popular japonesa y las relaciones entre Japón y Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. Bill Tsutsui, profesor de historia de la Universidad de kansas y autor del libro Con Godzilla en mi mente, ha señalado que le gustaría que la gente viera al lagarto gigante con “más seriedad”. Mientras tanto Takao Shibata, el cónsul general de Japón en Kansas, señaló que la conferencia ayudará a que la gente conozca más de cerca su país, aunque reconoció que “la idea de hacer un análisis serio sobre la evolución de Godzilla nunca se me pasó por la cabeza”. Se espera que historiadores, antropólogos, y otros académicos de universidades tan prestigiosas como Duke, Harvard y Vanderbilt asistan al seminario.
Vale, más que científicos estrictos son académicos de letras. Vaya por delante que yo digo sí a esta conferencia. Y aplaudo fervorosamente la elección de Godzilla como icono de la cultura global (tantos niños de los 70 no podíamos equivocarnos al aplaudir y berrear con el gigante radioactivo). Sé, de antemano, que tomarse a Godzilla en serio supone hablar de los efectos de la bomba atómica de 1945 y del trauma nacional que supuso, temas, por otro lado, repetidos hasta la saciedad cuando se habla del bicho de la Toho.
Tampoco voy a ser tan ingenuo de proponer un Congreso Pop sobre el tema, creo que estaríamos todos de acuerdo en alabar las maquetas o la galería de contrincantes y/o socios, pero ya va siendo hora que el grueso de los historiadores/opinadores/críticos dejara de menospreciar a la criatura y se sentara a ver de verdad joyas como Godzilla contra los monstruos. Porque es una obra maestra del cine de entretenimiento, mágica, colorida e imaginativa que debe ser reivindicada siempre como pieza de orfebrería que ennoblece el Séptimo Arte. Bueno, estoy pensando que el día que conocí al crítico Carlos Aguilar lo primero que le dije es lo muy acuerdo que estaba con él cuando decía que esta película era una Obra Maestra, es decir, que es cuestión de ponerse, de actuar. Si los grupos antiglobalización destacan por su frenética pisicón activa, los pajeros deberíamos unirnos ya formando el Frente de Liberación de Godzilla. Y actuar. Tenemos las armas. Tenemos la razón de nuesta parte. Y tenemos una causa justa: liberar al más y mejor de los saurios de la visión ciega, estulta y aburrida de la intelectualidad acomodada. (Ésto me lleva a pensar que, dado tamaño aniversario, debería ponerme ya a repasar la filmografía del monstruo, ojo, la clásica, la que llega hasta mediados de los 70).
De todas formas, y al margen, Kansas, ciudad de muchachotes, marines y Superman, parece todo un reducto godzilliano universitario, a tenor de las noticias de julio y septiembre.
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