Páginas
31.8.08
TÚ ERES EL SIGUIENTE
Esta portada de 2000 AD (núm. 148, enero de 1980) siempre me ha parecido una maravilla. El Juez Dredd mira a la cara del lector, lo amenaza y lo categoriza como punk. Demuestra que el semanario británico tenía claro quienes eran sus lectores: adolescentes criados durante la explosión del imperdible. Es decir: no era una revista para punks sino para jóvenes que querían ser punks. Muchos de los autores de 2000 AD se habían criado, a su vez, con héroes como Zarpa de Acero, Spider o Mytek, todos ellos inicialmente villanos. 2000 AD fue caldo de cultivo o inspiración directa para muchos de los mejores tebeos de grapa usacas de los últimos veinte años. En Cosmobells llevan subidos los 400 primeros números de la publicación. Son un porrón de archivos y se requiere paciencia, pero es un pequeño tesoro a conservar.
RADIOAFICIONADO
LA EDAD DE ORO
Esta poderosa imagen de los inocentes seducidos por el sentido de la maravilla (pop y de derribo) procede del libro Tales From the Crypt: The Official Archives, descargado vía este post de Frunoflickr.
30.8.08
JUEGOS DE VERANO: MONSTER MATCH
CONVULSIONES SOULERAS
29.8.08
DITKO EN WARREN (IV): HOMBRE BESTIA
28.8.08
ANTENA ZOMBI
Por enésima vez insisto en gritar a los cuatro vientos la genialidad de Los Muertos Vivientes de Kirkman y Adlar. La sexta entrega de Planeta, con los números 31 a 36 USA, está calentita y su lectura me ha vuelto a arrebatar cosa mala. Dudo que cualquier fan de lo Zombi esté en desacuerdo conmigo: a estas alturas estamos ante un título imprescindible del subgénero. Canónico para con el zombi de Romero, resulta tan adictiva como trepidante y está repleta de ideas brillantes, exprimiendo a conciencia las constantes de 40 años de zombis modernos (y posmodernos). Y si existe, entre ustedes, alguien que no siente especial atracción por el apocalipsis que muerde en masa (y que saca lo peor de nosotros mismos), no se preocupen: creo que es un cómic igualmente recomendable para los que gustan de descargar adrenalina ante páginas o imágenes. De la última entrega, por cierto, me gustaría destacar el episodio de venganza expulsada a base de tortura (que sitúo, creo, en el número 33 USA). Brutal y salvaje, hacía mucho tiempo que no veía en un tebeo una aplicación de gore catárquico tan explicita y detallada.
Por otro lado, hace ya unas semanas que leí con bastante voracidad Apocalipsis Z de Manuel Lourerio. No me acerqué a Mundo cadaver, el blog en el que el escritor gallego relató (y relata) el holocausto de nuestra civilización a cargo de hambrientos muertos vivientes, pero las críticas eran buenas, tanto como para justificar su conversión en novela a cargo de Dolmen, que ya va por la segunda edición. Es cierto que la lectura en blog, con entradas diarias, seguro que beneficia la lectura: Louderio es hábil con el clifhanger aunque la lectura en bloque deja al descubierto artimañas muy de bolsilibro. Porque su mayor virtud es, quizás, esa: su falta de pretensión y su entrega entusiasta al subgénero. Yo, la verdad, me lo he pasado bien con la lectura y me he divertido, por mucho que en algún momento se estiren situaciones suicidas e imposibles, como la larga incursión en un hospital de la Seguridad Social. Cualquier adicto a los muertos vivientes sabe que un hospital es el peor lugar posible, ese y las áreas seguras organizadas por las fuerzas de seguridad estatales. Lourerio sitúa la acción en Galicia (otro acierto), resuelve de manera brillante (por su poder adictivo) el inicio y extensión de la plaga (tiene su mérito: se ha explicado mil veces) y luego añade detalles ucranianos y paquistaníes y aprovecha sus conocimientos náuticos. Por cierto: decidí leer Apocalipsis Z antes que la aclamada Guerra Mundial Z. Consideré que era el orden idóneo para disfrutar al máximo de ambos. El de Brooks lo acometeré en breve.
Continúo esta Antena anotando, con retraso, los artículos publicados sobre Lo Zombi en el suplemento Culturas de La vanguardia del pasado 30 de julio de 2008. La iniciativa es fantástica y siempre defenderé este tipo de aproximaciones, por mucho que incluyan frases del todo equivocadas, como es el caso de la que preside la portada, convertida en titular del especial:
"La Metáfora de los muertos vivientes resurge como expresión de la angustia existencial de los más jóvenes".No me negrarán que es tremendo. Lo Zombi es cosa no de jóvenes sino de los más jóvenes. Por no mentar lo de la angustia existencial. Argh.
Con ese susto inicial inicio la lectura de los seis textos en cuatro páginas. El primero, Muertos como nosotros, de Iván Pintor Iranzo, aporta una perspectiva muy intelectualizada que, sinceramente, no acabo de pillar. Recorre la mutación zombi en la cultura pop y cita la novela La isla mágica (1929) de William Seabrook o la obra teatral Zombi de Kenneth Webb. También cita El Crepúsculo de los Dioses de Wilder como historia explicada por un muerto, Cementerio de Animales de King o el Mort Cinder de Oesterheld y Breccia, pero luego se pierde hablando de Antonioni y Bresson (aunque es cierto que son películas para zombis).
El Poder de la metáfora de Tonio L. Alarcón recorre con acierto esa misma evolución del zombi fílmico de White Zombi (1932) a Romero y las explotaciones italianas, adopta una perspectiva social y cita con acierto a Matheson además de incluir Invisible Invaders de Edward L. Cahn (1959), pero, ai, es de donde surge, al final, la horripilante frase existencialista de los más jóvenes citada antes.
Nuestro querido Mike Ibáñez lleva el tema a su terreno con Un caso real: los zombis de Moscú, para hablar de un documental del polaco Jerry Sladkowski sobre manipulación psicotrónica de la mente por parte de la KGB. Y Óscar Aibar (también querido) rompe su enemistad con las lecturas sociopolíticas de películas y tebeos con un texto (Por una vez...) centrado en una histórica frase de Zombi (1978):
"Es posible que cuando estaban vivos, venir al centro comercial fuera su única diversión. Ahora que están muertos, sihuen viniendo porque aunque no saben porqué".
Andres Hispano se decanta por una perspectiva importante y no siempre vindicada lo suficiente: el humor implícito en lo zombi (recuerden lo que ayer decía por aquí sobre gore protestante y gore católico). El zombi lento es tonto, el horror está en que son una masa, y al final comenta que la variación actual de dotarles de volocidad quizá erradice el humor implícito que conllevan. Para acabar, Salvador Llopart en Deszombifícate se aproxima a tres obras recientes: Otto, el zombi gay de Bruce la Bruce, la novela de Brooks mentada al inicio y un título que desconocía: Zombie Strippers, en la que el desnudo va más allá de la piel, algo que ya estaba implícito en el camino que iba de las nudities al gore de Hershell Gordon Lewis. Me agrada vincular porno y Lo Zombi (el Dr. Zito lo ha realizado en diversas ocasiones). Por cierto, cuando regrese de vacaciones probablemente escanée las cuatro páginas del suplemento.
Por cierto, veo en Frunoflickr, que vuelve a animarse recomendando todo tipo de descargas, que Planeta Zombi, la videoguía de Jesús Palacios sobre cine de zombis, está en descarga directa. No es una obra perfecta (siempre me pareció incompleto y acabado con prisas) ni definitiva, pero sí muy voluntariosa, interesante y con aportaciones importantes como incluir las películas sobre tipos mentalmente mesmerizados. El enlace incluye más cosas jugosas.
Y para acabar esta Antena Zombi un cartel localizado por casualidad, ya no recuerdo dónde. La aristocracia del horror frente al proletariado del mismo, el romanticismo contra la era postindustrial, eso prometía tácitamente el cartel italiano de Dracula contro Zombi, en realidad el título que le pusieron a la por mí ignota (también conocida como Zoltan, Hound of DraculaDracula's Dog) de Albert Band (1978).
27.8.08
MORAL Y GÉNERO DURANTE LAS LUNAS PÁLIDAS DE AGOSTO
30 días de noche (30 Days of Night; David Slade, 2007)
No leí el tebeo de Niles y Templesmith, así que nada puedo decir desde el punto de vista de la adapatación. El filme en sí me ha entretenido, pero poco más. Tiene un par de cosas que me gustan: la idea de partida es buena; es una historia de supervivencia grupal, una debilidad personal que tiene en Hawks y Carpenter cultivadores ilustres; transcurre en un lugar dominado por la nieve y me fascina el terror blanco. Así que las remisiones a La Cosa y Vampiros es patente. Pero al mismo tiempo, creo que falta o falla algo. Los vampiros, de corte animal pero nulos desde el punto de vista sexual, tienen una estética neogótica poderosa, aunque a estas alturas es algo que me resopla parcialmente los cojones. Sale un émulo de Renfield, eso sí. Y luego está ese final, moral y heroico, que me molesta no tanto porque acuda al amor como motor, y a la disolución del matrimonio como verdadera tragedia a remontar, sino porque sucede sin emoción. Está explicado y justificado, pero no me funciona. Aún así, la película es visible y entretiene medianamente.
Los ojos del mal (See No Evil, 2006)
Gregory Dark es un caso curioso y a tener en cuenta. Viene del porno noventero, donde inició la serie de las New Wave Hookers así como algunas de las secuelas más malsanas de The Devil in Miss Jones, y hace poco se descolgó con este splatter más que aceptable y cargado de detalles. Los Ojos del Mal inicia los títulos de crédito, tras un prólogo, con la cámara introduciéndose por una podrida cuenca ocular vacía, toda una declaración de intenciones: el ojo humano siempre ha de tenerse en cuenta cuando se hace cine de horror. El leitmotiv, de hecho, recuerda a un interesante giallo español, Los ojos azules de la muñeca rota (Carlos Aured, 1973), en el que el psicópata de turno se dedicaba a extraer los globos oculares de sus víctimas. Es cierto que Gregory Dark hace gala del mismo estilo videoclipero patente en su producción de sexo hardcore, pero a cambio nos entrega un body count con muchos elementos a tener en cuenta: las víctimas no pertenecen al colectivo de jóvenes puros que descubren el sexo y mueren violentamente, sino que son una muchachada procedente de un presidio y que se hallan en labores de reconstrucción de una vieja y abandonada mansión; la mansión fue una estructura dedicada al sexo perverso y al mal, plagada de túneles secretos (ya saben: las arquitecturas del horror me interesan, y también los abandonos); el psicópata es una bestia imparable (similar al Myers de Rob Zombie) movido por la religión y la aversión al pecado (que le es propio); no falta el obligado edipismo; tenemos un héroe tullido, aunque doblemente pues no encontrará el enfrentamiento con su pasado al que parece destinado (lo cual es muestra clara de cómo maltratar a un personaje); pero, lo mejor de todo, y por si lo anterior no tenía tintes morales, me encanta que sea el chaval más indigno y pecador el que acabe por resultar heroico, algo que a todas luces no se merece: venir del porno es lo que tiene.
Feast (John Gulager, 2005)
Hay al menos dos tipos de gore en el cine occidental: el de raíz cultural protestante y el católico. El primero siempre acaba por acudir al humor negro sin subterfugios, el segundo siempre resulta ominoso y no ofrece ese asidero. Feast pertenece claramente al primer tipo, que, ojo, no es fácil aunque se puedan mentar numerosas obras maestras al respecto. En ese terreno la película funciona modestamente, al menos en los sofás donde doña absenta y quien esto firma soltaron un par de sonoras carcajadas y pasaron un rato entretenido. Feast es una serie bé muy muy serie bé; en cierta forma parece una explotación de la excepcional Planet Terror (aunque desconozco y me despreocupo en indagar si mi intuición es correcta). Acude al grupo encerrado y asediado por un monstruo (un grupo muy numeroso), y a la estética de la cantina tejana perdida en el desierto; la voluntad es absolutamente desmitificadora (pero consigue no pasarse de los límites aunque los exceda); y en algunos momentos la acción es difusa (aunque en una película de bajo presupuesto ese es un justificado medio para abaratar costes). Anda por ahí Henry Rollins haciendo de psicólogo para la mejora del capitalismo borderline o el muy televisivo y ya anciano Clu Gulager (que imagino abuelo del director), y sobre todo resulta muy curioso el trío de productores ejecutivos: Ben Affleck, Wes Craven y Matt Damon. Feast tiene tres elementos que la justifican plenamente por burra que sea: la extracción explícita de una cuenca ocular (el ojo, de nuevo), el asesinato gratuito de un niño y, especialmente, una cópula entre monstruos, algo que debería ser más común de lo que ha sido a lo largo de la historia visual del género.
Hostel Part II (Eli Roth, 2007)
En la Mansión Ausente nos hemos declarado al menos en un par de ocasiones personas entusiastas de Hostel. Muy entusiastas. Es por eso que el visionado de su segunda entrega despertaba todo tipo de expectativas. Vaya por delante que se vieron ampliamente colmadas y no puedo más que aplaudir rabiosamente. El arte de las secuelas es vital para entender la subcultura de derribo, ya que es ahí donde alcanza su máxima expresión, y plantearse una secuela de Hostel que vaya más allá de la simple matemática beística tiene su intríngulis. Dado que ya conocemos el parque temático esloveno, se ahonda en su gestión turística; se cambia el sexo de sus protagonistas (algo, que, curiosamente, engrandece a la primera); y se convierte a un par de amigos del turismo antiestrés en coprotagonistas de la historia. Esto último es uno de los aciertos de la película, esa visión casi paródica del american psycho de Easton Ellis, el ejecutivo del capitalismo borderline como psicópata de fin de semana e igual o más estúpido que sus víctimas, matarifes trajeados carentes de la clase que desborda el cameo del caníbal italiano, Ruggero Deodato, que junto a la aparición de Edwine Fenech rinde tributo al eurotrash como material de partida. Detalles como el baño de sangre a la Bathory o una castración explícita como hacía tiempo no se veían redondean la película y sus intenciones.
The Gravedancers (Mike Mendez, 2006)
La sorpresa de todos estos visionados estivales es esta fantástica y muy recomendable historia de fantasmas y cuento de horror con regusto a vieja escuela pero no carente de posmodernidad pese a su clasicismo. Hay maldición por bailar punk en cementerios, hay fantasmas de psicópatas, hay cazafantasmas con aparatos y sensores, y realiza un creo que voluntario recorrido por multitud de estéticas del mundo fantasmal fílmico: una cromática pálida y fría la emparenta con títulos setenteros, incluye algún momento de clara inspiración oriental y, sobre todo, se cierra con un final de fiesta que acude a los 80s con desparpajo y alegría, e incluso deja por en medio momentos de visión nocturna y/o monitorizada. Lo cierto es que la disfrutamos mucho. Hay también, como en 30 días de noche, una subtrama moral alrededor de la institución del matrimonio, pero a diferencia de aquella aquí ni molesta ni ofende, sino todo lo contrario: se convierte en un elemento más que fortalece el resultado.
26.8.08
LA SILLA ELÉCTRICA
Estados Unidos, nación civilizada que quiere eliminar la barbarie del pasado, ha inventado un método de ejecución más humano y científico que la horca: la electrocución. Dicho aparato se compone de una máquina de corrientes alternativas Westinghouse y de su excitador; dos voltímetros Cardew, veinte lámparas Edisson de cien voltios y un amperímetro Bergman. La corriente de la máquina llega a la coronilla del cráneo del condenado y a la espina dorsal por medio de dos electrodos que contienen una esponja húmeda para facilitar la conducción eléctrica. Desgraciadamente y ante los trágicos e inexplicables hechos ocurridos durante la ejecución de Kemmler, el primer condenado sometido a la electrocución, en la que éste sufrió quemaduras, muerte aparente en varias ocasiones, estertores acompañados de extraños sonidos pectorales e interrupciones involuntarias del flujo eléctrico, hace considerar que el sistema no ha alcanzado el éxito previsto. Así lo han manifestado públicamente Mr Thomas A. Edisson, célebre electricista norteamericano, y Mr. P. Cravath, consejero de la compañía Westinghouse.
Extraído de la sección científica de una revista europea del año 1890 por Josep Maria Beà y publicado en su sección Laboratorio de Rambla.