Por enésima vez insisto en gritar a los cuatro vientos la genialidad de Los Muertos Vivientes de Kirkman y Adlar. La sexta entrega de Planeta, con los números 31 a 36 USA, está calentita y su lectura me ha vuelto a arrebatar cosa mala. Dudo que cualquier fan de lo Zombi esté en desacuerdo conmigo: a estas alturas estamos ante un título imprescindible del subgénero. Canónico para con el zombi de Romero, resulta tan adictiva como trepidante y está repleta de ideas brillantes, exprimiendo a conciencia las constantes de 40 años de zombis modernos (y posmodernos). Y si existe, entre ustedes, alguien que no siente especial atracción por el apocalipsis que muerde en masa (y que saca lo peor de nosotros mismos), no se preocupen: creo que es un cómic igualmente recomendable para los que gustan de descargar adrenalina ante páginas o imágenes. De la última entrega, por cierto, me gustaría destacar el episodio de venganza expulsada a base de tortura (que sitúo, creo, en el número 33 USA). Brutal y salvaje, hacía mucho tiempo que no veía en un tebeo una aplicación de gore catárquico tan explicita y detallada.
Por otro lado, hace ya unas semanas que leí con bastante voracidad Apocalipsis Z de Manuel Lourerio. No me acerqué a Mundo cadaver, el blog en el que el escritor gallego relató (y relata) el holocausto de nuestra civilización a cargo de hambrientos muertos vivientes, pero las críticas eran buenas, tanto como para justificar su conversión en novela a cargo de Dolmen, que ya va por la segunda edición. Es cierto que la lectura en blog, con entradas diarias, seguro que beneficia la lectura: Louderio es hábil con el clifhanger aunque la lectura en bloque deja al descubierto artimañas muy de bolsilibro. Porque su mayor virtud es, quizás, esa: su falta de pretensión y su entrega entusiasta al subgénero. Yo, la verdad, me lo he pasado bien con la lectura y me he divertido, por mucho que en algún momento se estiren situaciones suicidas e imposibles, como la larga incursión en un hospital de la Seguridad Social. Cualquier adicto a los muertos vivientes sabe que un hospital es el peor lugar posible, ese y las áreas seguras organizadas por las fuerzas de seguridad estatales. Lourerio sitúa la acción en Galicia (otro acierto), resuelve de manera brillante (por su poder adictivo) el inicio y extensión de la plaga (tiene su mérito: se ha explicado mil veces) y luego añade detalles ucranianos y paquistaníes y aprovecha sus conocimientos náuticos. Por cierto: decidí leer Apocalipsis Z antes que la aclamada Guerra Mundial Z. Consideré que era el orden idóneo para disfrutar al máximo de ambos. El de Brooks lo acometeré en breve.
Continúo esta Antena anotando, con retraso, los artículos publicados sobre Lo Zombi en el suplemento Culturas de La vanguardia del pasado 30 de julio de 2008. La iniciativa es fantástica y siempre defenderé este tipo de aproximaciones, por mucho que incluyan frases del todo equivocadas, como es el caso de la que preside la portada, convertida en titular del especial:
"La Metáfora de los muertos vivientes resurge como expresión de la angustia existencial de los más jóvenes".No me negrarán que es tremendo. Lo Zombi es cosa no de jóvenes sino de los más jóvenes. Por no mentar lo de la angustia existencial. Argh.
Con ese susto inicial inicio la lectura de los seis textos en cuatro páginas. El primero, Muertos como nosotros, de Iván Pintor Iranzo, aporta una perspectiva muy intelectualizada que, sinceramente, no acabo de pillar. Recorre la mutación zombi en la cultura pop y cita la novela La isla mágica (1929) de William Seabrook o la obra teatral Zombi de Kenneth Webb. También cita El Crepúsculo de los Dioses de Wilder como historia explicada por un muerto, Cementerio de Animales de King o el Mort Cinder de Oesterheld y Breccia, pero luego se pierde hablando de Antonioni y Bresson (aunque es cierto que son películas para zombis).
El Poder de la metáfora de Tonio L. Alarcón recorre con acierto esa misma evolución del zombi fílmico de White Zombi (1932) a Romero y las explotaciones italianas, adopta una perspectiva social y cita con acierto a Matheson además de incluir Invisible Invaders de Edward L. Cahn (1959), pero, ai, es de donde surge, al final, la horripilante frase existencialista de los más jóvenes citada antes.
Nuestro querido Mike Ibáñez lleva el tema a su terreno con Un caso real: los zombis de Moscú, para hablar de un documental del polaco Jerry Sladkowski sobre manipulación psicotrónica de la mente por parte de la KGB. Y Óscar Aibar (también querido) rompe su enemistad con las lecturas sociopolíticas de películas y tebeos con un texto (Por una vez...) centrado en una histórica frase de Zombi (1978):
"Es posible que cuando estaban vivos, venir al centro comercial fuera su única diversión. Ahora que están muertos, sihuen viniendo porque aunque no saben porqué".
Andres Hispano se decanta por una perspectiva importante y no siempre vindicada lo suficiente: el humor implícito en lo zombi (recuerden lo que ayer decía por aquí sobre gore protestante y gore católico). El zombi lento es tonto, el horror está en que son una masa, y al final comenta que la variación actual de dotarles de volocidad quizá erradice el humor implícito que conllevan. Para acabar, Salvador Llopart en Deszombifícate se aproxima a tres obras recientes: Otto, el zombi gay de Bruce la Bruce, la novela de Brooks mentada al inicio y un título que desconocía: Zombie Strippers, en la que el desnudo va más allá de la piel, algo que ya estaba implícito en el camino que iba de las nudities al gore de Hershell Gordon Lewis. Me agrada vincular porno y Lo Zombi (el Dr. Zito lo ha realizado en diversas ocasiones). Por cierto, cuando regrese de vacaciones probablemente escanée las cuatro páginas del suplemento.
Por cierto, veo en Frunoflickr, que vuelve a animarse recomendando todo tipo de descargas, que Planeta Zombi, la videoguía de Jesús Palacios sobre cine de zombis, está en descarga directa. No es una obra perfecta (siempre me pareció incompleto y acabado con prisas) ni definitiva, pero sí muy voluntariosa, interesante y con aportaciones importantes como incluir las películas sobre tipos mentalmente mesmerizados. El enlace incluye más cosas jugosas.
Y para acabar esta Antena Zombi un cartel localizado por casualidad, ya no recuerdo dónde. La aristocracia del horror frente al proletariado del mismo, el romanticismo contra la era postindustrial, eso prometía tácitamente el cartel italiano de Dracula contro Zombi, en realidad el título que le pusieron a la por mí ignota (también conocida como Zoltan, Hound of DraculaDracula's Dog) de Albert Band (1978).
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