"¡Qué manía con decir que son zombies! Los zombies son personas muertas que después vuelven a la vida. Pero ¿aquí cuando el virus resucita a la gente? Los infectados por el virus pierden el control de sus actos pero en ningún momento son muertos vivientes. Haced el favor y no les llaméis zombies que no lo son. Es que estoy cansado de que esta sea una película de zombies cuando no sale ninguno."
Lamento, entre lo irracional y lo vehemente, hallado en los comentarios a la estupenda reseña que el Dr. Zito dedicó a 28 semanas después hace unos meses.
Lo Zombi es un tema trascendental y clave que sobrepasa lo territorios de la cultura pOp de derribo. A estas alturas del Blog Ausente ustedes ya lo saben. De hecho, es un tema tan serio como poliédrico, repleto de giros y complejos vericuetos. El otro día exclamaba por aquí que El Candidato de Manchuria es un filme de zombis porque en el germen vudú del metasubgénero hay un sustrato que nos lleva directamente al control mental del ser humano. Qué más da si está muerto o vivo, qué más da si se realiza con magia o ciencia negras. La idea es que un brujo (enseguida evolucionado a mad doctor) utiliza a los muertos en su provecho. Por amor, venganza o utilidad económica. Esto me lleva a pensar que, cuando a veces me refiero al cambio del género (meta y sub) provocado por Romero en el 68 (y eso, amigos, sí fue una revolución) como la irrupción del zombi en la modernidad, quizá me equivoque.
El concepto de zombi moderno acude a elementos como la masificación del monstruo, la violencia gratuita, la erradicación de los elementos góticos y románticos (tan presentes en Yo anduve con un zombi) o la palpable evidencia de la metáfora socio-política. Ahora que lo pienso, en este brainstorming sobre muertos que caminan, también es interesante el contraste entre control (propio del zombi clásico) y descontrol (propio del moderno), de la misma manera que es hermoso ver como todas estas películas juegan con el “nosotros somos los muertos vivientes” desde una doble perspectiva: al final, en términos de supervivencia, el ser humano es más peligroso que el zombi, de la misma manera que estos recorren el supermercado tan felices como nosotros mismos.
Como pueden ustedes apreciar, cuando digo que Lo Zombi es un tema complejo no les miento, y eso sin adentrarnos en otros lugares menos comunes pero con su enjundia zombil, como la vampirización de los no muertos, el espectro resucitado, la invasión de los cuerpos (ultra o robados) o su no adscripción a la matanza de adolescentes (porque es terror para adultos y el sexo ya no da miedo).
Cuando Romero regresó por la puerta grande con La Tierra de los Muertos Vivientes escribí por aquí que el director que convirtió Pittsburgh en plató muertoviviente por excelencia “no toma el cine de zombis para hacer metáforas sociopolíticas sino todo lo contrario: toma una metáfora política del momento como excusa para rodar una película de zombis.” Y es que uno puede sacar toda la punta que quiera al tema (porque es un tema muy serio) como autojustificación ante el deleite gore porque olvidamos lo obvio: lo mejor de las películas de zombis es que son tremendamente divertidas. El grupo humano enfrentado a una amenaza insuperable. El caos individual y colectivo. Disparos a bocajarro. Cualquier cosa puede ser un arma. Violencia gratuita a mordiscos. Acción. Supervivencia. Desmelene lúdico-adrenalítico. El Apocalipsis a lo burro. Corre corre que te pillo. He aquí las otras claves del género (meta y sub) tan o más dignas que todo lo anterior aunque se diga poco.
Es por eso que cuando leo la vehemente queja que preside este post pienso en el fundamentalismo friqui enfrentado a la apertura de miras del pajero neorenacentista. Porque, como decía antes, qué más da que no sean estrictamente muertos vivientes. En el hermoso Díptico del 28 Después (días y semanas) las claves, los tópicos, los giros, la acción, el desmelene son los de una película de zombis, y por eso hablamos de zombis. Ponerse a despiezar todos esos elementos en concreto (sus figuras avanzando por el prado, el encierro, la reconstrucción tutelada por militares, el muerdo, el familiar zombificado) me parece ridículo: el corre corre que te pillo es evidente.
28 Días Después, la película de Boyle, cuenta con todas mis simpatías (por mucho que se viera inmediatamente superada por Amanecer de los Muertos (que encima es un remake) y Shaun of the Dead). Me encanta como acude sin complejos y con el debido respeto a un montón de referentes: el supermercado y los niños zombis mientras se reposta gasolina (Zombi), los militares y el zombi encadenado para la experimentación (El día de los Muertos), las sombras de los contaminados avanzando por el túnel (los ultracuerpos), el terror dentro y fuera de las cuatro paredes. La novedad (bastante psé) estaba en un tratamiento visual modernizado (coño, es Danny Boyle, que esperaban… ¿zooms fulcianos?) y no tanto en la velocidad de los zombis o en la explicación científico-vírica. De hecho, en términos de novedad me parecen mucho más interesantes Braindead o DellaMorte Dellamore (por su cambio de perspectiva del dentro/fuera).
En lo primero, la velocidad, ya había precedentes, pero es justo reconocer que poco explotados, y aunque en Lo Zombi la extrema lentitud también funciona (El Más Allá), no está nada mal aumentar el grado de desenfreno porque aboca aún más al “esto se ha acabado, colega, y estamos condenados a palmar más pronto que tarde”. Somos leyenda pero acabaremos formando parte de la masa.
Respecto a lo segundo, la explicación científica, es más habitual. Yo siempre preferiré aquel inquietante “No caben en el infierno” de Zombi, pero explicaciones científicas siempre las ha habido (la contaminación, por ejemplo, en No perturbar el Sueño de los Muertos) porque es lícito arrinconar lo sobrenatural y acercarse a lo racional (aunque en un terreno de disfrute tan irracional como este quizás sea innecesario). También era vírica la explicación en el Virus de Margheriti (con ex combatientes del Vietnam afectados de canibalismo) o en Braindead, o científica madoctoril en Reanimator. Personalmente si algo no me hace demasiado tilín en 28 Diás Después es la introducción en el laboratorio como explicación racional (que no como introducción a la tensión, aunque tampoco sea una gran escena). La entiendo, ojo, porque forma parte de tradición fantacientífica del cine de género británico (que hace grandes a los Quatermass). Mucho más divertido me parece ese bucólico final, casi onírico (si no lo es), porque ahí rompe con el tradicional pesimismo final de todo filme de zombis. Y romper esquemas siempre es bueno.
Respecto a las 28 Semanas Después de Fresnadillo, el disfrute es mucho mayor porque es rematádamente speedica. Inyecta aún más velocidad al Corre Corre que te pillo, y eso siempre es de agradecer. Muy de agradecer en este caso. Dr. Zito escribía sobre el tratamiento de la figura del padre, tremenda profundización en uno de los tópicos de Lo Zombi (uno de los miembros del grupo/familia regresará como miembro de La Masa Contaminda) acrecentada con la cruda realidad de saber que el instinto de supervivencia es superior al instinto familiar. Pero hay muchas otras cosas de interés más allá del entretenimiento adrenalítico (que, insisto, es la clave): la reconstrucción de la sociedad, por ejemplo, tratada aquí sin la ironía coñometafórica del penúltimo (porque Diary of the Dead está terminada) Romero. O ese detalle, fenomenal, en el que los francortiradores del ejército vigilan el comportamiento de los supervivientes en su quehacer cotidiano, es decir, que vigilan a los de dentro y no a los de fuera. O por centrarse, más que ninguna otra, en una gran ciudad. Aunque todo esto son minucias cuando nos paramos a pensar que la película incluye un helicóptero rebanando zombis con sus astas. Eso es lo importante porque es el espectaculo, That's (Zombie) Entertaiment. Y los códigos rojos están para ejecutarse al dedillo, que si no pasa lo que pasa.
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