Parece que lo del término Kongploitation ha gustado al gran Refo, o algo así comentaba por aquí, en el post-teaser sobre la película de hoy. La existencia del hecho en sí, es decir, que hubo películas que se aprovecharon (y presumiblemente aprovecharán, aunque por desgracia el contexto es ahora muy diferente) del éxito del primer King Kong y, muy especialmente, de su remake de 1976. Un hecho impepinable, y hubo unas cuantas. Desconozco si el término existía, ya que me lo he sacado de la manga. Así que sí, situémonos: hablamos de películas de serie Bé para abajo protagonizadas por monos gigantes. Me salen unas cuantas: de las secuelas oficiales (Son of Kong o King Kong Lives) a bazofias diversas (El gorila ataca, Queen Kong, Yeti, el abominable hombre de las nives) pasando por las hermosas interpretaciones de Inoshiro Honda (King Kong Contra Godzilla, King Kong se Escapa, La Batalla de los Simios Gigantes). De entre todas ellas destaca por sus peculiaridades la película de hoy: The Mighty Peking Man, que conoció estreno español en su momento bajo el título de El Hombre de Pekín.
Hace dos semanas visioné otro de los filmes con King Kong, y lo tenía pendiente para comentar por aquí. Pero el domingo por la tarde, tras un buen plato de spaguetti bolognesa, me estiré en el sofá y me entraron ganas de recuperarla, aunque fuera en su versión a pelo doblada al inglés. Para nada me imaginaba que me lo iba a pasar tan bien con ella. Tanto que tengo el impulso imperioso de saltar su turno y hablar de ella con inmediatez. Quizá estaba un poco tonto y debía haberlo imaginado. Por un lado porque al fin y al cabo hace pareja con la delirante Inframan como intento de la Shaw Brothers por salir del género de las artes marciales en el que parecía especializada. La Shaw no escatimó medios, buscó localizaciones exóticas, construyó un montón de maquetas listas para el destroce, intentó hacer un producto exportable y tuvo claro que debía ser una película divertida ante todo. La otra pista que me debía haber levantado las orejas es que sea uno de los filmes recuperados en dividí por la Rolling Thunder Pictures de Quentin Tarantino.
The Mighty Peking Man, que también recibió por ahí el bizarro título de Goliathon, es casi casi la quintaesencia de la explotación bien entendida. Un paradigma a imitar. Cuando uno se dispone a aprovecharse del éxito ajeno y copiar argumentos lo primero que necesita es carecer de prejuicios y mostrarse sin verguenza. Esta producción hongkonesa cumple a la perfección el requisito. Cuando se hace exploitation se parte de la base de que hay que reproducir los grandes momentos de referencia del filme explotado y de que el espectador ya se sabe la historia, por lo que no hace falta explicarla. Es el tipo de detalle que hace grande estos filmes. Si la película debe acabar con el mono en lo alto de un rascacielos, para qué coño has de dar motivos al mono para que éste inicie la ascensión. Es un mono ¿no? pues venga, para arriba. Toda la película se impulsa a través de ese principio, en una sucesión centrifugada, ultaveloz y básica de todos los tópicos del subgénero explotado. El resultado, pero, se agradece. Aquí no son necesarias las pausas en el ritmo para perfilar mejor los personajes porque estos son arquietipos. Con la brocha gorda es más que suficiente. Al fin y al cabo estamos hablando de la Shaw Brothers, especialistas en epopeyas marciales que utilizaban este mismo sistema. El malo es malo y el bueno es bueno. No hay vuelta de hoja ni nada más que decir.
Como buena explotación, se pilla todo lo que se puede a fin de dar algo de variedad al asunto. En esta ocasión se mezcla la historia de King Kong con la de Tarzán, y en su versión femenina. La futura reina de la selva no fue criada por gorilas normales sino por uno gigante. Así que el desfile explotador se multiplica por dos. Imaginen ustedes qué maravilla. A todo eso hay que añadir un montón de virtudes. Los momentos de delirio propios de la serie zeta; flashbacks ridículos; una banda sonora a veces similar a la mítica composición de Antón García Abril para El Hombre y la Tierra, su lounge romanticón a lo Un hombre y una Mujer para los ridículos flashbacks, su sínfonía estridente final y hasta su momento con una Shirley Bassey china; dislates geográficos; chinos pintados de negro simulando ser negros; actores justitos... De todo ello tendrán cumplida cuenta enseguida, en la extensa sinopsis visual comentada que viene a continuación.
Aún así, no se engañen. La película tiene una factura digna. La Shaw no tiró del bajo presupuesto y se curró sus maquetas y sus grandes escenarios. De hecho, el filme pretende camuflar un poco su origen oriental (o, al menos, simular ser coproducción) y de ahí la presencia de la rubia tarzana, la rusa Evelyn Kraft dispuesta a enseñar palmito a lo largo de todo el metraje y de la que nunca más se supo. Se nota que hay una falta de tradición en este tipo de lides. Los japoneses tenían la cosa de la destrucción mucho más por la mano, aunque esa falta de precedentes industriales permite detalles no vistos en otros filmes de monstruo gigante asolando urbe: los coches estallan al ser pisados, los edificios tienen pequeñas explosiones a consecuencia de los lógicos cortocircuitos. Otro detalle es el poco respeto por la integridad física de los actores y secundarios. No se duda ni un momento a la hora de filmar peleas (y carantoñas) con tigres y leopardos reales, aunque los supongo dopados. Y los actores protagonitas, la Kraft y Danny Lee (el de Inframan), no dudan y parecen disfrutar revolcándose con fieros felinos, sin necesidad de extras. Tampoco se plantea ningún problema, hacia el final, para prender fuego al disfraz de gorila con el actor dentro, algo que los japoneses, unos cagaos, no hicieron casi nunca sino fue por accidente. Y es que el plexiglás ardiendo tiene series peligros. No lo prueben en sus casas. Mantengan a los niños alejados.
Y ahora sí, les dejo con la extensa sinopsis visual comentada. Recuerden que se desvelan numerosos detalles argumentales. Están advertidos.
La cosa empieza con la lectura por parte de un empresario de un viejo periódico de los 60. ¡Pisadas gigantes en el Himalaya!
De ahí pasamos a un flashbach en el que se vé al Hombre de Pekín (¿pero no estamos en el Himalaya?) presto a arrasar un pueblo tibetano
Los planos en contrapicado de la bestia son habituales en el filme, y resulta curioso porque en el kaiju japonés es un punto de vista nunca utilizado.
Como pueden ustedes apreciar, la máscara del simio está bastante currada e impone bastante, en este aspecto es muy superior a la del King Kong de la Toho. El ojo desviado y la potente mandíbula ayudan mucho.
Chino pintado de negro simulando ser tibetano recibe pedrada de mono gigante.
Tras el flashback, los títulos de crédito. El empresario contrata a un tipo acabado (ya saben, tirado en la barra del bar finiquitando copas) para que dirija expedición. Más adelante un flashback nos narrará su triste historia de amor amenizada con lounge rosa de serie zeta.
Vemos a Danny Lee correr por la playa feliz, como hacemos todos los enamorados...
Hacer la típica bromita tonta "te meto una langosta en el careto, cariñín"...
O acudir por sorpresa a casa de la interfecta con un ramo de rosas y vestido con tus mejores y más setenteras galas...
Y claro, si vas por sorpresa a casa de tu novia tienes muchas posibilidades de que te la encuentres encamada con un productor de televisión...
Y se te queda esta cara, te hundes en el alcohol hasta que alguien te reclama para una misión suicida: encontrar a un mono gigantesco en el Himalaya. La expedición es, de hecho, uno de los grandes momentos del filme. En apenas cinco minutos pasa absolutamente de todo, en una sucesión ultrasónica de todos los tópicos selváticos.
Estampida de elefantes.
Así es como se queda un chino pintado de negro tras el pisotón de un elefante.
Arenas movedizas.
Ataque de tigre.
Gran momento: si un tigre le ha arrancado la pierna a uno de tus porteadores, lo rematas. Al fin y al cabo es un chino pintado de negro.
Peligrosa ascensión por agrestes acantilados. Como es lógico caen al mar embravecido, gritando, unos cuantos porteadores. Por cierto, les recuerdo que la expedición era al Himalaya. Desconozco si hay algún oceano cerca o si el desvío es tan grande. Lo cierto es que a partir de este momento geográficamente ya estamos en un lugar indeterminado que parece el Congo.
Al triste de Danny Lee le abandona el resto de la expedición, sin venir a cuento. Y justo entonces se da de bruces con el mono gigante. Su destino parece cantado.
Y entonces aparece la Tarzana (Samantha). A grito pelado. Ella y el mono son amigos.
De excursión por la selva se encuentran un avión estrellado con un par de cadáveres.
La Tarzana se pone a gritar "¡Mamá! ¡Papá!"...
LA Tarzana se pone a correr con los brazos extenduidos y cara de enajenada. Fundido con un avión en medio de la tormenta y la breve historia de una niña suuperviviente recogida por un mono gigante.
Todo parece la mar de bonito. La tarzana demuestra cómo se entiende y retoza con tigres, elefantes y jaguares cuando de pronto ¡zas! una vil serpiente le pega un muerdo en la entrepierna. Ya es triste pasar media vida en la agreste selva y que el día que te encuentran te pique una serpiente.
La herida tiene mala pinta. Afortunadamente el mono gigante trae unas hierbas milagrosas.
Danny Lee aprovecha la feliz recuperación para pegarle un morreo. Ella, al principio, alucina y pone caras raras pero luego le pilla el gusto. Se inicia la historia de amor y el funesto lounge romanticón atruena de nuevo.
Les vemos correr felices por la selva, como hacen todos los enamorados. Atención, porque es el segundo carreteo romántico del filme. Muy pocos títulos se atreven a tanto en tan poco.
Detalle del correteo del amor que me viene muy bien para describir uno de los grandes must de la película, el McGuffin definitivo: la teta izquierda de Evelyn Kraft. La muchacha se pasa toda la película con su modelo selvático de generoso y estratégico escote: la teta izquierda está siempre a punto de salise de lugar sin llegar a mostrarse realmente nunca. Eso le da al filme un nivel de interés subliminal inconmensurable. El espectador pasa buena parte del metraje absorto en la delantera de la actriz rusa, deseando que a ver si de una vez por todas se destapa el asunto. La cosa está muy bien porque así se consigue entretener a la chiquillería con el mono gigante y al padre de familia con la teta de Evelyn.
Otra cosa que hace una Tarzana enamorada es ponerse a dar vueltas sobre si misma con un guepardo a los hombros. Como ven, la actriz rusa los tenía bien puestos por muy drogado que estuviera el felino.
Al final, claro, el metesaca resulta inevitable. El gorila de gigante jerce de voyeur, en uno de los planos más memorables del filme. El amor es tal que deciden regresar a la civilización, mono incluido.
El mono lleva a la pareja hasta un monumento de La India.
Y ni qué decir que su llegada causa sensación
De ahí saltamos al viaje en barco hacia Hong Kong en un barco fletado por el ruín empresario. El mono va atado con cadenas en cubierta y eso no le gusta a la Tarzana. También hay una tormenta en la que se salvan de los arrecifes gracias a la bestia, pero lo importante de la imagen es ilustrar de nuevo el McGuffin de la teta izquierda de Evelyn.
Esta es la cara que pone el empresario cuando sin querer pilla a la Tarzana en pelotas. El espectador ya se huele que el tipo no tiene buenas intenciones.
La llegada a Hong Kong ...
...causa sensación.
Lo primero que hacen es ir a un plató de televisión a ver como canta una china, desentendiendose totalmente del mono gigante y del empresario. La tarzana se queda mirando como se rueda una actuación en un escenario cutre mientras Danny Lee sube un momento a saludar a su ex al camerino.
Y claro, si se visita a una ex pasan estas cosas. La tarzana les pilla con las manos en la masa. Por cierto, percátense que aquí la teta que casi se sale es la derecha.
Mientras tanto, el gorila, al que han dejado más solo que la una, es exhibido públicamente. EL público de Hong Kong es muy bruto y le tira tomates y lechugas.
Cuando tienes que rodar una escena en que un tipo disfrazado de gorila gigante arrastra excavadoras de juguete y te percatas de que puede quedar demasiado ridículo, una buena opción es reducir el tamaño y hacer que la cosa se vea desde un par de monitores de televisión. De esos que hay en las tiendas y que la gente se para a mirar. Entre el público, la desengañada tarzana, que pese a haberse criado en la selva se desenvuelve la mar de bien en la urbe civilizada.
La Tarzana pide a un par de transeuntes que la lleven en coche al estadio donde está el gorila. Éstos lo harán encantados, uno no tiene la posibilidad de llevar a una reina de la jungla todos los días.
El empresario, ya malo malísimo, con su puro y su americana blanca, se percata de que es una buena oportunidad para trabajarse sexualmente a la Tarzana
Para domar a una salvaje primero arrancas el sostén, le tiras champaña por el cuerpo y luego un buen bofetón. El punto de vista de esta imagen, por cierto, es del gorila, encadenado y de pie, que pillará un cabreo de la hostia y se liberará.
Con la Tarzana domada, el pérfido empresario procede a culminar el acto. La postura es una de las más habituales en las violaciones de serie Bé: ella de espaldas, sumisa, focalizando su rabia en el puño que aprieta la colcha de la cama.
Para desgracia del villano, la cosa no acaba de culminarse porque el gorila, ya liberado, comienza a destrozar el apartamento donde está teniendo lugar la perfidia sexual. Percátense del detalle de que antes ha mirado por la ventana de pié y ahora resulta que el edificio sólo tiene dos pisos y apenas supera la rodilla del mono. Si es que...
El gorila inicia la larga destrucción de Hong Kong. Como ven esta maqueta está currada y no es la única.
La gente ve a la Tarzana por la calle, la relacionan (viva la elipsis) con el mono que está destrozando la ciudad y deciden tomarse la justicia por su mano. A ella no le queda más remedio que subirse a una farola.
Los coches explotan cuando los pisa, todo un detalle.
El empresario acaba pisoteado por el gorila. No será el único: las escenas de pisotones se repiten tres o cuatro veces.
Los militares toman cartas en el asunto por mucho que los buenos intenten impedirlo. Como ven, se trata de actores occidentales. Actores pésimos, por cierto, de esos que pillan por ahí y les dicen "Venga, teneis que hacer de generales". El espectador avezado en el bajo presupuesto y la explotación ya sabe que si el actor es malo, y aunque no tenga diálogos, por mucho que lo vistas de militar de graduación se nota que no lo és. Fíjense en el tipo de la gorra, por ejemplo.
El espíritu trágico del cine de Hong Kong acaba saliendo a flote. A la Tarzana la acribillan a tiros desde un helicóptero.
Una escena de alto riesgo: chino vestido de gorila al que prenden fuego.
Y llegamos al final tras casi 90 trepidantes minutos. Danny Lee sujeta el cadaver dela tarzana mientras contempla Hong Kong By Night. El mono también ha palmado. Una desgracia. Y eso es todo, amiguitos. Estoy seguro que el King Kong de Peter Jackson no alcanzará las sublimes cumbres de disfrute desvergonzado que produce The Mighty Peking Man, la fantabulosa kongploitation de la Shaw Brothers.
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