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7.5.05

CANCION DE VENGANZA EN LA CARCEL DE MUJERES



Ya he comentado en un par de ocasiones mi fascinación por Meiko Kaji, actriz nipona que a principios de los 70 se convirtió en una poco reivindicada reina del cine violento de serie B. De hecho, este Blog Ausente ya ha dedicado comentarios a las dos películas que conforman la saga de Lady Snowblood: un enorme primer filme de gran influencia para el Kill Bill tarantiniano y una secuela (1972). que, pese a no estar mal, traiciona el personaje de la samurai vengativa y resulta bastante más aburrida.



Hace un par de semanas, exactamente el 25 de abril, el Dr. Zito recuperaba el tema en un estupendo post (Atando cabos (I): El cine japonés me provoca cruentas dicotomias) en el que introducía la otra saga fílmica en la que se sustenta el culto a la hermosa actriz oriental, la saga de Nami Matsushima. Yo, que casi sin quererlo me encuentro inmerso en una revisión de cine popular nipón que confrontaría a Godzilla con esta actriz especializada en cine de venganzas, no he tardado demasiado en iniciar el visionado de la saga de la Prisionera 701 y ayer por la noche pude disfrutar de la estupenda primera entrega: Female Prisoner 701: Scorpion (1972).

Acertaba el Dr. Zito al hablar de cine de derribo heterodoxo, capaz de lo mejor y de lo peor. La película acude por igual al bajo instinto de la explotación sexual y la violencia gratuita combinando escenas y momentos de fuerte estilización visual (y magnífica puesta en escena) con otros en los que descubre su verdadera naturaleza de producto de bajo presupuesto que roza el delirio y pide al espectador que se lo pase bien, olvidándo exageraciones y errores de bulto en el guión. Lo consigue con creces, así que mejor ir por partes.



Argumentalmente el filme aúna dos de los más recurridos temas de la serie B setentera y de derribo: la carcel de mujeres y la venganza cruenta. La protagonista es una mujer engañada por un policía corrupto, violada por yakuzas, y encerrada en una prisión femenina. Allí será objeto de todo tipo de torturas y humillaciones por parte de sus guardianes y/o compañeras. El clásico muestrario de degradación, sexo y violencia propio de las wip (Women in Prison) movies. La sufrida heroína sobrevive y se impone gracias a la fuerza sobrehumana que le otorga el deseo de venganza. Hacer pagar lo sufrido como único leit motiv vital, un papel al que Meiko Kaji se adaptó a la perfección gracias a esa mirada perturbadora que me tiene agarrado por los cojones. Una de las miradas de odio más excelsas que ha podido regalarnos el séptimo arte. Así, la convicta sólo sobrevive por el impulso salvaje de dar muerte a todo Cristo: al policia corrupto, a la banda de yakuzas que la violó grupalmente, a los celadores y vigilantes de la prisión y a sus mezquinas compañeras de encierro.



Como he dicho (y dijo Zito) la película agita con desmesura momentos intensos de cine estilizado y cine de derribo. Y yo me lo paso de puta madre con ello. Nada más empezar ya desvela que no hay medias tintas. La sufrida heroína protagoniza una fuga asilvestrada y a su compañera de escapada le llega la menstruación en plena carrera. Y ahí la tenemos corriendo con la sangre deslizandose, casi a borbotones, por sus piernas. Y con los perros policias detrás (que lo tienen así más fácil) y un grupo de policias carcelarios que siempre son retratados de manera casi caricaturesca. Sangre sexual, violencia y secundarios ridículos nada más empezar. El castigo posterior también será propio del cine de bajos instintos: sopa de miso hirviendo sobre las dos mujeres, con sus ropas hechas jirones, mostrando carne (¡ésta es la única película en que la Kaji enseña sus tetitas! ¡Y un buen rato!) y en el contexto de una húmeda mazmorra. Genuina sexploitation violenta y setentera a las primeras de cambio.

Esos maravillosos bandazos estilísticos a los que me he referido ya dos veces aparecen a continuación en el estupendo flashback que nos cuenta los motivos por los que la protagonista está en prisión. La entrega de su virginidad al policía, su labor como topo en una banda de yakuzas, la posterior violación grupal y la traición de su amante corrupto son mostradas en una única escena de aspecto teatral, con cambiantes escenarios asépticos y giratorios, intensas luces y colores. Impresionante. Para que se hagan una idea, un par de ejemplos: por un lado, la pérdida de la virginidad se expresa sobre una sábana blanca en la que un rojo círculo de sangre se expande hasta convertirse en la bandera de Japón (¡!) y por otro, la violación, rodada con una cámara bajo un suelo de cristal en el que se desarrolla el acto de violencia sexual.



Así que en un cuarto de hora el espectador ya ha asistido a un mejunje de cochambre zetosa, intensidad cromática, tetitas (como diría Hijo del celuloide), violencia, resoluciones ingeniosas, planos torcidos o invertidos, delirio ridículo y, encima, tenemos todas las cartas de la historia sobre la mesa. Estupendo.

La película seguirá el mismo camino a lo largo de todo su metraje. Tampoco es cuestión de explicarles la cosa al detalle y destripar su visionado, pero sí me gustaría resaltar algunos momentos y detalles que han llamado mi atención:

- La relación sexual lésbica es un momento obligado en toda wip movie que se precie. Forma parte intrínseca del subgénero. Normalmente ésta suele ser violenta y a cargo de una dominátrix sáfica. La sufre la protagonista o una débil amiga de ésta. Aquí no es así. Aquí la iniciativa sexual la toma la protagonista.

- Incluye una maravillosa escena que combina y lleva el bandazo coolzetoso a límites poco visionados por quien esto escribe. Me refiero a la pelea en las duchas (otro clásico), en la que nuestra protagonista se encara con una compañera chunga y ésta presa de la rabia la persigue con un trozo de cristal. Parte de la persecución es ridícula. De pronto, la contrincante se convierte en una especie de bruja que entronca directamente con el fantástico nipón sección fantasmas y diablos, con un intenso color azul dando atmósfera. Sigue siendo casi hilarante pero es fascinante. Y encima el afilado vidrio acaba clavado en el ojo del director de la prisión. Conclusión ocular en una escena-mejunje de antología.





- Otra gran escena es la revuelta de las reclusas bajo un cielo de nuevo de intenso cromatismo, esta vez un rojo que se volverá azul y tormentoso con el sacrificio de una amiga de la protagonista. Además, el motín incluye la violación de algunos policias a cargo de las agitadas prisioneras. Un detalle muy poco habitual.



- Finalmente, el aspecto o uniforme ya célebre con el que la protagonista cobra venganza en el exterior, una gabardina negra, el sombrero de alas generosas y el cuchillo como arma mortal.
Yo, la verdad, me lo he pasado pero que muy bien con la película, que cuenta con una estupenda canción de la propia Meiko Kaji, con refrencias a la menstruación y a la venganza que, como la que incluida en Lady Snowblood, ha sido recuperada por Tarantino en Kill Bill. Pongo los avances técnicos de la sociedad moderna a mi servicio de inmediato y espero no tardar demasiado en visionar el resto de entregas de la saga. Tendrán noticias, como siempre, en este Blog Ausente.

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