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1.12.13
EL HÉROE MOJIGATO EN EL ABSURDO ZOMBI
Desde el principio de los tiempos di prioridad temática a Lo Zombi. Lo que no imaginaba cuando hace 10 años abrí este blog es que el rebrote que por entonces se intuía se iba a convertir en la rama principal del terror contemporáneo, que iba a resistir más de una década (28 días después, que marca un poco la nueva explosión, es de 2002) incluso rompiendo todo límite de saturación del mercado. Lo que era un subgénero de culto es hoy cultura de masas pura y dura, y yo, aficionado a los muertos vivientes y al apocalipsis, me reconozco incapaz de aproximarme a la mayoría de subproductos de Lo Zombi que nos inundan, en parte porque intuyo que hay mucha mierda y da mucha pereza escarbar entre todos los escombros en busca de tesoros (que sin duda los hay). Aún así, sigo con el chip puesto picoteando como puedo, y la gran alegría de la temporada está siendo, sin duda, el manga I am a hero de Kengo Hanazawa, del que Norma lleva publicados 4 volúmenes.
Vaya por delante que mi concepción de Lo Zombi es amplia. Así, la distinción entre muerto viviente e infectado, aunque objetiva, me parece una memez porque hablan de lo mismo y porque, si el zombi moderno creado por Romero era una mutación del zombi haitiano y del resucitado de toda la vida, el infectado sólo es otra mutación necesaria. Digo esto porque quien acuda a este inusual manga en busca de zombis de toda la vida no los va a encontrar, y añado que por fortuna, porque uno de sus puntos fuertes es, precisamente, el diseño de su horda de monstruos deshumanizados (o metahumanizados, según se mire). Los infectados de I am a hero se nutren, es evidente, de la estética del J-Horror que explotó con la Sadaku de Ringu. Fantasmas y espectros con una imaginería visual tan poderosa que ha acabado contaminando buena parte del terror contemporáneo.
Pero no es sólo eso, ese diseño del monstruo infectado también toma y actualiza la riquísima tradición nipona de seres fantasmales, los yokai. Al citarlos, no puedo dejar de recordar la maravillosa aproximación a algunos de ellos realizada por Mizuki en NonNonBa (apunten si no lo conocen: obra maestra absoluta), aunque en realidad para entenderlos desde una perspectiva multitudinaria, como masa de espectros, tengo en mente la trilogía fílmica que a finales de los 60 reunió a un centenar de ellos (y que luego recuperó Takashi Miike en un remake). Hermosos y deformes en su conjunto, algunos de ellos rozan el absurdo, como sucede con esa especie de paraguas caminante que es el Karakasakozou. Y ahí quería llegar, al absurdo, porque lo infectados creados por Hanazawa en I am a hero hacen suyo el delirio, en forma y fondo, de un modo casi surrealista y no están exentos de un humor subterráneo y raruno que se adscribe con convicción al llamado post-humor.
En I am a Hero asistimos a la odisea de un dibujante de manga bastante gilipollas y atontado que se enfrenta al apocalipsis del mordisco y el caos. A estas alturas de la película, aunque cuatro entregas son pocas (y más en este caso: en el primer número la cosa no explota hasta que se llega a sus últimas páginas), todo indica que incluso el título esconde su veta de humor. El protagonista, de momento, está tan lejos de ser un héroe que al lector le entran ganas de romper el cuarto muro y sumergirlo en un mar de collejas. Me consta que hay quien abandona este manga por ello, pero para mí es otra de sus virtudes. Acostumbrados al (anti)héroe que afronta el apocalipsis con arrojo instintivo, o incluso al arquetípico personaje (o grupo) que se deja llevar por lo peor del ser humano (hasta desplazar al zombi como genuino mal al que enfrentarse), aquí tenemos a un paspán atenazado por la corrección, las normas, la cobardía y el remordimiento. En un mundo que se derrumba (a ratos de forma espectacular) y donde el orden social pierde todo sentido, nuestro héroe (ejem) no es que se empeñe en mantener un comportamiento de obediencia ciega a un sistema que ya no existe, es que es incapaz de romper toda norma o tabú aunque le vaya la vida en ello. Merecería ser la primera víctima porque carece de instinto de supervivencia, pero aún así, sobrevive.
La otra virtud que me parece destacable de I am a Hero también ayuda a componer la personalidad irritante del protagonista. En cuestión de ritmo y narrativa este manga me resulta asombroso. Se recrea en la lentitud en los momentos de máxima tensión y el resultado es muy poderoso. La doble página, por ejemplo, subvierte su condición de clímax visual porque se expande en una concatenación de dobles páginas que describen la acción a cámara lenta. Esa laxitud irreal del tempo se multiplica con la personalidad apocada del protagonista, y así escenas como la del metro o la del taxi llegan a incomodar porque el (no) héroe no se mueve, no reacciona, sólo se sumerge en dudas y timidez que, intuyo, tienen mucho de parodia del japonés común.
Es suma, este extraño manga es una aportación a Lo Zombi que me tiene seducido y encantado.
Nota al pié: No deja de ser curioso que la mayoría de mis incursiones recientes en el cómic japonés tengan al mangaka como centro de la acción y desde múltiples perspectivas, ya sea a través de la autobiografía (la de Mizuki), de la irrupción del propio autor en la trama (el Fraction de Kago), haciéndolo eje de la historia (este I am a Hero o el Billy Bat de Urasawa) o convirtiendo su ecosistema en un fascinante folletín de combates (Bakuman). No sé si es casualidad o si el metalenguaje posmoderno está implosionando el vasto universo del manga.
Genial articulo!
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo. Yo también estoy alucinado con I am a hero. Bravo por el artículo.
ResponderEliminarAyer conseguí Nonnomba después de rebuscar mucho, buena recomendación es muy entretenido (la historia de la verruga es hilarante)
ResponderEliminarParece buen manga... el personajetiene cierto parecido a Hirano de H.O.T.D.
ResponderEliminarMe alegra que te gustara. A mi me pareció una maravilla y lo tengo entre mis mangas favoritos.
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