Es imposible no sentir una tremenda simpatía por
The Demon's rook. Es cierto que su argumento no da para mucho y tiene un extraño cripticismo mesiánico, pero a cambio ofrece entusiasmo de fan, un mejunje sonoro que mezcla death metal, psycobilly y melodías a lo Fabio Frizzi, un body count muy generoso (imagino a la larga lista de colegas pidiendo morir en la película), iluminación a la italiana, malrollo fulciano, zombis, satanismo y un fabuloso trabajo de maquillaje y látex. Con todos estos elementos sería una sandez absoluta menospreciarla: rebosa amor por el horror que más nos gusta.
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