A Paul lo conocí cuando se fue a trabajar un verano. Aunque soy amigo de las emociones fuertes un poco de ternura de vez en cuando no viene mal. Paul va a trabajar este verano sació esa necesidad que nunca se me manifiesta. No recuerdo porque me compré ese libro. Creo que andaba buscando novedades que reseñar en el recién estrenado Cabaret Elèctric; que fuera de una editorial pequeña y desconocida puntuaba alto. Era un tomo bonito y los dibujos del canadiense Michel Rabagliati, mezclando la línea clara moderna y esa corriente de ilustración tan de los 50s que daba a su inspiración cartoon clase y exquisitez. Sí, exquisitez es la palabra, y cualquier rasgo de la frialdad que a veces acompaña a ese atributo desaparecía de inmediato nada más comenzar la historia. Paul era un adolescente normal, desubicado y corriente, es decir, adolescente, y su historia la de un rito de iniciación a la era adulta durante un verano en el que trabajaba de monitor en unos campamentos infantiles. Un tebeo sencillo y bonito, creo que ya lo he dicho. Y escribo todo esto de memoria, porque lo leí cuando salió, hace seis años, y lo recuerdo, y eso es algo que en mi caso indica muchas cosas, todas buenas. Con Paul descubrí a un autor de cómics estupendo y a una editorial que con los años iba a confeccionar un catálogo pequeño y nutritivo editado con cuidado y esmero. Mimado.
Regresé a Paul y Rabagliati un par de años más tarde con Paul en el campo, de nuevo de la mano de Fulgencio Pimentel. Vuelvo a escribir de memoria y por eso debo reconocer que éste lo tengo más desdibujado. En parte es lógico porque es una antología de historietas cortas, de publicación dispersa y cronológicamente anteriores a Paul va a trabajar este verano. Anteriores en su realización y anteriores en la vida de Paul, que aquí era un niño y no un adolescente. Creo que había un poco de todo. Algunas me gustaron mucho y otras menos, así que no era lo mismo porque, claro, no era lo mismo. Lo que sí recuerdo bien es que en algunas de ellas los tebeos hacían acto de presencia y eso me gustó. Me gustó ver cómo los tebeos franco-belgas eran los tebeos del Canadá francófono y por un momento me hacían sentir que compartía detalles de mi infancia con un niño del Quebec. Esa es la magia del tebeo francobelga; bueno, va, y de los tebeos en general y de las cosas de la niñez, que siempre son más compartidas de lo que parece. Aún así insisto en la magia especial de esos tebeos. Mis primeras lecturas fueron el semanario Strong y los álbumes que editaba Jaimes Libros, y aunque devoraba con gusto cualquier página con viñetas que tuviera al alcance, mis preferidos siempre venían de Francia o Bélgica, aunque no lo supiera. Creo que desarrollé un poder especial por el que podía saber el país de origen sólo con ver los dibujos.
Este fin de semana me he reencontrado con Paul y Rabagliati. Me he reencontrado con ellos en las mejores condiciones, leyendo un nuevo álbum un sábado por la mañana, al aire libre, en un día soleado, cerca del mar. Me he reencontrado con ellos en un nuevo álbum que se llama Paul va de pesca. Ahora a Paul lo edita Astiberri, que también cuida sus tebeos. Ya de entrada, descubro que hace un par de años ya editaron otra entrega, Paul se muda, y eso me deja preocupado porque no me enteré y no entiendo ese despiste. Y también me preocupa que quizá no tuvo el eco que seguro que merece. Bueno, por mi parte seguro que saldo la deuda contraída en breve. Además, intuyo al abrir el cómic que ese hueco no va a impedir que disfrute de su lectura y que seguro que se puede leer de manera independiente. Así es.
En Paul va de pesca el protagonista ha crecido, tiene pareja, esperan un niño y se van a pasar unos días de vacaciones con sus cuñados a un campamento pescadores veraniegos. Ese contexto ofrece muchos de los mejores momentos del tebeo, con la descripción llena de humor de los friquis de la pesca, un universo de seres humanos obsesionados con el sedal, el señuelo y el anzuelo; y con las truchas, claro. Se de lo que habla porque mi hermano fue durante bastante tiempo uno de ellos. Gente que espera ante el mar sin hacer nada, atentos al sedal, y que comentan entre ellos nuevos modelos de caña y carrete como si fueran motos Harley Davinson. Rabagliati jalona esa maravillosa crónica costumbrista con algunos flashbacks que enriquecen la lectura. Pasajes en la que reflexiona sobre la pérdida de la calidad laboral por culpa del capitalismo del siglo XXI, explica la historia del hombre más fuerte de Canadá, que también lo fue del mundo, o recuerda su pereza como estudiante y la pesadilla de los abusones del instituto. Me hace gracia ver como éstos también alardean de su kung-fú plantándote sus zapatillas en la cara. De nuevo veo que tampoco estábamos tan lejos de Canadá porque aquí, en los 70s, habían los mismo y hacían lo mismo, aunque en este caso la culpa de esa cultura compartida no era de los tebeos franco-belgas sino de las películas de Bruce Lee.
Debo reconocer, es así, que Paul va de pesca me flojea al final, cuando se adentra en problemas de partos y abortos. Entiendo su presencia porque esas crisis hacen crecer a Paul, aunque yo prefiera verlo al aire libre. Además, ahí ya me sale Paul guiri y no el que noto cercano. Es lo que tiene alejarse de la infancia, que la forma de afrontar estas desgracias individuales ya no se comparte como El secreto del Unicornio u Operación Dragón. Que conste también que esto tampoco me desluce el tebeo y la lectura, que de nuevo es deliciosa. Así que cierro el libro, miro el lomo, alzo la caña, la volteo mientras suelto carrete y lanzó el hilo. Chof. Ahora sólo me queda esperar. Creo que Paul se muda picará pronto pero que deberé ser paciente con los dos inéditos que quedan y de los que se habló bien allá por Angouleme. Ustedes pueden hacer lo mismo, y sepan que Paul va a trabajar este verano se reedita en breve.
Al final voy a tener que echarle una ojeada a Paul. En pocos días de diferencia dos personas me han hablado muy bien de estas historietas.
ResponderEliminarNo hay manera de evitar la sensación de estar perdiéndome algo continuamente.
¡Oh Yeah!
ResponderEliminarAcabo de leer el penúltimo, Paul en Québec, y a pesar de que de vez en cuando reincide en los trucos que empezó a mostrar en Paul se muda --se le ve el plumero cuando quiere conmover al lector, y consigue el efecto contrario--, éste sí que es un tebeo tan bueno como Paul va a trabajar este verano. Bueno, lo dejamos en "casi tan bueno", porque el del verano es uno de los mejores tebeos que he leído jamás. Y yo tampoco soy de naturaleza impresionable.
ResponderEliminarSí, lo del plumero es cierto. Es a lo que me refiero en la parte final de Paul va de pesca, y es una pena. Es una gran lectura, un estupendo tebeo, pero ese final me desinfló un poco el placer de la lectura.
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