La segunda de las jornadas de charlas y conferencias realizadas con motivo de la exposición Proto Anime Cut dedicó su segundo bloque a hablar de la prehistoria y éxito (hoy nostálgico) del anime en España. Alfons Moliné, probablemente la persona que más sabe de estas cosas, explicó una anécdota que me pareció sumamente bella y muy sugerente.
El sábado 21 de junio de 1975 fue una fecha importante para la historia de la cultura popular española. A las 15:30 del mediodía, tras el telediario, comenzó la emisión regular de la serie de animación japonesa Heidi. Digo lo de regular porque tirando de hemeroteca (en este caso la de ABC), veo que inicialmente se anunció para los viernes por la tarde. Pero no es algo relevante para lo que venía a contar.
A lo que íbamos. Heidi se convirtió en un fenómeno social impresionante. Lo sé porque estuve allí, con nueve años, e incluso me enojaba perderme capítulos porque mi familia tenía la sana costumbre de llevarme mucho al cine (lo expliqué en un Butano). Obviamente, en aquellos años sólo había dos cadenas de televisión, por lo que las audiencias masivas venían por defecto; pero eso no quita que las desventuras de la huérfana suiza se convirtieran en un fenómeno de masas. Parte del éxito se explica porque la serie no sólo cautivó a los más pequeños, sino que también enganchó a un buen número de adultos, en su mayoría madres y abuelas que disfrutaban del lacrimógeno serial como lo que era, un culebrón trágico y emocionante. Y ahí estaban las familias españolas, sentadas todos los sábados ante el televisor para ver Heidi cuando el jueves 20 de noviembre de 1975 la palmaba el dictador.
La muerte de Francisco Franco conllevó la lógica declaración del luto nacional y la programación televisiva habitual se suspendió para ofrecer una interminable emisión de loa y dolor catódico por el líder del régimen. Ese luto afectó al sábado y el episodio de Heidi que tocaba, el 26 (titulado El regreso del señor Sesseman), no se emitió cuando tocaba. Sí se hizo, al parecer, al día siguiente, domingo, sin previo aviso y fuera de su horario habitual. Así que el sábado siguiente, 29 de noviembre, cuando (casi) todas las familias se reunieron frente al televisor para continuar con las desgracias de Heidi, Clara y compañía, se encontraron con el episodio 27, La abuelita de Clara, y se percataron de que con el ajetreo de la muerte del llamado generalísimo les habían escamoteado un episodio de su serial favorito. Y al parecer hubo quejas y protestas, tantas que al sábado siguiente se alteró la programación para ofrecer los dos episodios seguidos.
He estado intentando contrastar esta historia en las hemerotecas digitales de ABC y La Vanguardia y no he encontrado nada sobre esas protestas y el anuncio de la doble programación. Tan sólo, eso sí, que del episodio El regreso del señor Sesseman no hay ni rastro. No se emitió en su momento y no se anunció en programación alguna de televisión, como tampoco ocurrió con la modificación, la semana siguiente, de algo entonces tan monolítico como la parrilla televisiva. Oficialmente, no sucedió nada. Vale. Supongo que para muchos esta historia les parecerá sólo una anécdota. A mí me resulta fascinante.
Por un lado, una idea hermosa: la primera protesta de los españoles tras la muerte de Franco fue reclamar el episodio de Heidi que les habían birlado. Pero es que hay más dónde rascar. El silencio de los medios al respecto (al menos los que he consultado), que no se hablara de esas quejas, puede tener explicación por la propia dinámica del régimen político, poco dado a hablar de quejas y victorias populares. Tiene sentido: se ha muerto el tirano y la gente anda reclamando que por eso se han perdido un episodio de dibujos animados. Aún así, yo no dejo de ver en este suceso el anuncio, el nacimiento, de la CT, la Cultura de la Transición de la que habla el periodista Guillem Martínez y sobre la que está a punto de publicarse un libro colaborativo que pinta la mar de bien (CT o la Cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española será su título). La idea de la CT, básicamente, consiste el mostrar cómo la Transición democrática implantó un tipo de cultura inocua en la que cualquier contenido social o cultural problemático y/o conflictivo era silenciado. Una dinámica que aún arrastramos hoy en día. Es posible que esa dinámica cultural diera su primera muestra con Heidi y el capítulo El regreso del señor Sesseman. Un capítulo problemático cuyo rastro y existencia ha desaparecido de las hemerotecas porque nunca estuvo ahí.
Ahora puedo comprender el significado real de la cultura de la Transicion. Todos somos el señor Sesseman.
ResponderEliminarAntes se me olvido mencionar que la aun maciza Elsa Anka tambien trabaja en el dichoso Tarot de la Teletienda y otra señora que creo que salio en pelota en la portada de Interviu y esta de alguna forma relacionada con la Trama Gürtel. La trama Gürtel tiene infinitas y sorprendentes ramificaciones.
No he conseguido encontrarlo en las hemerotecas, pero, si mi memoria no me engaña, tanto cuando murió Franco como previamente cuando mataron a Carrero, TVE programó "Objetivo: Birmania". Y en el caso de Franco me parece recordar que la programaron más de una vez, ya que se juntó el duelo oficial por la muerte del Dictador con la coronación del Campechano. A lo mejor es manía mía, pero estoy seguro que siempre echaban mano de esa película
ResponderEliminar"Tiene sentido: se ha muerto el tirano y la gente anda reclamando que por eso se han perdido un episodio de dibujos animados."
ResponderEliminarOye, absence, lo has clavado en un alfiler... como las maríposas en su caja. Un retrato de la España Negra que olvide esta frase está destinado al fracaso.