Lev Gleason Publications es una de las desaparecidas editoriales de la golden age que debe ser reivindicada. Sus tebeos de superheroes, como Daredevil Comics o Silver Streak, son pequeños tesoros generosos en inocencia y delirio. Gleason había puesto la edición en manos de Bob Wood y Charles Biro. En1942 decidieron dar un giro genérico y la cabecera Silver Streak se convirtió, en su número 22, en Crime Does Not Pay. Nacían así los True Crime Comics, inspirados en crímenes reales (ya había pulps de ese tipo como vimos). Arriba tienen la primera portada, llena de detalles, peleas y tiroteos en segundo plano y en el primero una mano atravesada por un cuchillo. En un lateral, las fotos de algunos de los delincuentes (reales) que protagonizan las historietas interiores. Si se fijan, uno entre rejas y otro con la soga al lado. Veamos algunos de los contenidos de ese primer número (que llevaba el 22 en portada).
La principal era la biografía del mafioso Louis "Lepke" Buchalter, entonces entre rejas a la espera de una pena de muerte que se ejecutaría dos años más tarde. Lepke, por ejemplo, sentía especial predilección por encargar que se arrojara ácido sobre el rostro de los que se atrevían a desafiarle.
En esa misma historieta se muestra a modo de viñeta diagrama el desarrollo de un doble asesinato. Doce años más tarde el Comic Code establecería en el segundo apartado de su primer bloque:
Ningún cómic mostrará de forma explícita los detalles de un delito o el método para llevarlo a cabo.
En esa primera entrega, además de la biografía de Lepke y de los otros dos criminales de la época que aparecían en portada, se incluía la de "Wild Bill" Hicock, famoso pistolero del Far West que durante una época ocupo de manera harto dudosa el puesto de sheriff. Hickock era un delincuente bastante sangriento que la cultura popular ha convertido en mito y leyenda. Tengo claro que ahí está clave. Cuando se acusaba a los tebeos de crímenes de mitificar al criminal y, por tanto, provocar la delincuencia juvenil, en realidad eso stebeos no hacían otra cosa que continuar una tradición popular aferrada a la cultura norteamericana. La viñeta de arriba no pertenece a la bio del "Salvaje Bill" sino a la de una familia de forajidos del Oeste. El líder, harto de los lloros de un recién nacido...
Otra de las historietas narraba el caso de un pianista que, poseído por el éxtasis de la música se dedicaba a estrangular mujeres.
Una de las cosas que más me seducen de Crime Does Not Pay son sus portadas. Las realizaba el editor Charles Biro, que además también era el guionista. Biro es un dibujante a reivindicar, poseedor, como verán de inmediato, de una línea clara poderosa y de un gusto por la violencia fuera de toda duda. Arriba, la célebre portada del número 24 (octubre de 1942), en la que el delincuente lleva el rostro de una mujer hacia los fogones de la cocina mientras el pelo comienza a arder.
Si miran con atención la portada anterior, verán una extraña figura blanca tras el criminal. Se trata de Mr. Crime, narrador de algunas de las historietas, y claro precedente de los anfitriones del tebeo de horror.
La portada del número 52 (1946) muestra una de las detalladas composiciones típicas de Biro. Fíjense en los cuerpos caidos por el tiroteo y en los charcos de sangre que los acompañan. Otra cosa de interes es el texto superior, donde la publicación afirma con orgullo tener más de cinco millones de lectores al mes. No mentían: la tirada era de 600.000 mil ejemplares (nada menos), pero los tebeos nunca eran leídos por una única persona.
La del número 48 (1946) es otra genialidad que antecede en más de un lustro las portadas de Feldstein para Crime Suspenstories o Shock Suspenstories de la EC.
Lo mismo podemos decir de la del número 33 (1944), con un sicópata sexual con cuchillo de carnicero presto apegar el tajo a la hembra de turno. Al fondo, cinco víctimas ahorcadas.
Otro de los tiroteos típicos de Biro (núm. 36, 1944), con ese tipo sangrando en primer plano y una mujer delincuente a la carrera.
Otro clásico: el cadáver a la puerta de casa, en el número 43 (1945).
Mientras los lectores seguían aumentando (seis millones), esta portada seguramente escandaliza hoy mucho más que las anteriores. Los celos llevan a una chica a amenzar con un chivatazo. El delincuente la abofetea en público.
El asesino cantarín. Tremenda viñeta inicial, garrote incluido. La composición es bizarra y no dejo de pensar en Crumb (lector confeso de estos tebeos) cuando la miro.
En una de las historietas del número 39, un hombre estrangula a su esposa y exlama "Soy un hombre libre" tras el crimen. Hasta que la muerte nos separe, una vía brutal para el divorcio inmediato que se va ha convertir en temática estrella. Volveremos a ello en el futuro.
Aquí tienen al asesino de la maza, cuya historia se explica en el número 41.
Ejemplo de disparo a quemarropa, en todo el careto, en una viñeta merecedora de una visión oscura del popart si Linchenstein hubiera pasado de romances. Procede de una historieta del número 48.
Viñeta inicial de Motín en la carcel (Crime does not pay # 48). El dibujo es del gran Dan Barry, alumno aventajado de Charles Biro que empezó a dibujar su fantástica etapa en Flash Gordon uno spocas años más tarde (1951). La imagen de los presos disparando contra los carceleros es de las que inquietaban. En el punto 9 del primer bloque (el más extenso, dedicado a los crime comics) del comic code se establecía lo siguiente:
Se desaconsejarán las escenas donde mueran agentes de la ley como consecuencia de actividades criminales.
Paneles procedentes de una historieta publicada en el número 52 (1947). Unos delincuentes deciden prender fuego al cadáver de una mujer, sin darse cuenta de que sigue viva. La crudeza y realismo de la escena es brutal, enfatizada por la claridad de la línea. Lo que más llama mi atnción es la primera viñeta, la forma en que los delincuentes arrastran el cadáver. Acudo de nuevo al comic code:
4) En caso de mostrarse un delito, será como una actividad sórdida y desagradable.Por un lado el realismo de la escena la hace sórdida . Por otro lado hay agonía física y se muestra si bien no exactamente cómo escunder un arma (yo creo que ahí los reguladores pensaban en las pistolas de pequeño calibre escondidas en los ligueros de las femme fatales) só como deshacerse de la prueba más importante de todas: el cadáver.
(...)
7) Se prohibirán las escenas de excesiva violencia. Se suprimirán las escenas que muestren torturas brutales, peleas injustificadas y excesivas con armas de fuego y armas blancas, agonía física y delitos sangrientos y truculentos.
8) No se mostrará formas únicas o inusuales de esconder armas.
Otra hermosa viñeta (del número 53) que acerca Crime does not pay a terrenos propios del horror. Presentaba el caso del Dr. Holmes, asesino en serie anterior a Jack el destripador, ahorcado en 1896 y de quien se cree mató a más 200 personas en el interior de un castillo de los horrores que había ordenado construir. La viñeta enfatiza el caso de manera exploit con calaveras y mujeres atadas.
En el mismo número 53 la historia de un adolescente pirómano se presenta evocando un diablo sobrenatural.
En 1946 Herman Duker, un joven de Maryland de diecinueve años desde pequeño aficionado a torturar animales, dio rienda suelta a su bersekerismo antisocial (a los 16 se le había diagnosticado un desequilibrio psicpático). Una de sus víctimas fue el lechero (siempre se destaca, supongo que es muy simbólico como atentado al orden natural del American Way of Life). La entonces muy reciente historia fue adaptada por Biro y Guardineer en el número 57 de Crime Does Not Pay (1947) con una historieta titulada Wild Spree of the Laughing Sadist. El brutal impacto de la viñeta inicial era muy libre con la historia, con el apodado sádico sonriente agarrando del pelo a su víctima, una mujer con el ojo morado, mientras a la derecha un cadáver decontundente realismo (esos ojos en blanco) sangra por diversos lugares, entre ellos una bala en el centro de la frente. En cambio, el posterior desarrollo de la historia era bastante fiel a la historia. Pueden leerla aquí.
Efectivamente, dispara al lechero.
LA historieta del joven sádico asesino tocaba un tema caliente: el joven criminal. Pese a que a finales de los 40 los comics, y en concreto Crime Does Not Pay, ya estaban en el ojo del huracán acusados de ser la causa directa del incremento de la delincuencia juvenil (ya hablaremos de tamaña necedad), el tema del joven criminal no era un tema tabú en los tebeos. Las viñetas superior e inferior (procedentes del número 53) muestran detalles de la biografía de uno de esos muchachos descarriados.
Otra historia muy interesante la encontramos en el número 58, donde un policia dispara a un criminal y al llegar a casa se deshace en lloros por su actuación.
La escena es muy interesante por su inusitada carga moral. Las fuerzas del bien, a diferencia del M.A.L., sufren. Podemos poner la escena en paralelo a otro de los mandatos del Comic Code:
3) Nunca se mostrará a policías, jueces, funcionarios o instituciones respetables de manera que se pueda perder al respeto hacia los mismos.
Y aunque el comic code también establecía que el criminal siempre debía pagar por sus delitos, el tebeo de Gleason y Biro siempre reservó la última viñeta para mostrar que el crimen no sale a cuenta. La pena de muerte, en horca o electrocutado, era presencia constante, una amenaza presente aún hoy, en la única democracia añeja que la mantiene en vigor. Aún así, la culpa era de los tebeos, por si lo habían olvidado.
Las críticas hacia Crime Does Not Pay eran tan duras que Lev Gleason, cuyo reconocido izquierdismo lo hacían víctima propicia de la caza de brujas mccartista (fenómeno paralelo a la quema de tebeos), decidió dar un giro radical a sus contenidos evitando matar la gallina de los huevos de oro. En el número 63 (1948) se publicaba un decálogo de normas de autocensura a seguir desde ese momento, así mismo impulsaban la creación de la Association of Comics Magazine Publishers, antecedente directo del Comic Code. Los siguientes 60 números de Crime Does Not Pay perdieron el impulso y la fuerza de los anteriores, y aún así resultó una cabecera longeva hasta 1955, año en que Lev Gleason cerró el negocio. El número 147 fue el último. Aquí tienen muchos números para descargar, aunque la etapa dorada acaba en el #63.
Una de las señales del cambio de contenidos de Crime Does Not Pay, la sección mensual Our Police Hall of Fame.
(Continúa en parte ocho)
Nota: Tebeos Precode, Aterrorizando el American Way of Life es la versión para el blog de la charla realizada en las Jornadas de Cómic de Castellón ComiCS_09. Lo ideal es seguir la serie desde la primera entrega.
<span>que esta muii bn lo k estan publicando muii buenas hiistorias y viñetas :* </span>
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