Ya es definitivo:
mi canon de belleza artística es Miyazaki.
Ponyo es la enésima maravilla de los estudios
Ghibli y un disfrute para los sentidos y la imaginación. Estoy deseando que absencito pueda verla. Algo más infantil y ligera que
El Castillo Ambulante, no es eso menoscabo de nada. Las constantes del maestro del anime, aquí aún más artesanal, están presentes: ecología, ambivalencia del mal, steampunk mágico y, sobre todo, sensibilidad. Una gozada en la que, por una vez, el aire deja paso al mar, un mar bello en calma y fascinante en la tormenta, poblado de maravillosas criaturas. Canten conmigo ¡Ponyo Ponyo!
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