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12.10.08
SINCRÓNICAS DE SITGES (XV): KING BOXER
Como ya hice el año pasado con las 14 Amazonas, no dudé ni un minuto a la hora de acudir al pase de King Boxer, de nuevo en copia restaurada y en el cine El Retiro, toda una garantía por lo que hace al disfrute popular, con un público entregado y extrovertido. King Boxer, que aquí se estreno como De profesión: invencible, es un título clave en la historia de las películas de chinos, la madre del cordero en el boom occidental. El mito pop ha convertido a Bruce Lee en epicentro de la explosión de las artes marciales, pero eso no es del todo correcto. Meses antes, fue el éxito de esta película la que llevó a los distribuidores a mirar hacia la serie bé del lejano oriente. Sólo en España, fue vista por casi un millón y medio de espectadores (fuente: ministerio de cultura), que se dice pronto. Y en los EEUU, como Five Fingers of Death, alcanzó un estatus de culto masivo que aún perdura.
La duda a resolver era si los años pesaban demasiado. Duda en mi caso resuelta de antemano y confirmada (y aumentada) durante el divertidísimo visionado. El argumento de las escuelas de kung-fu enfrentadas, generosa en tragedia, detalles gore (la técnica saca ojos), venganza y esfuerzo del protagonista (Lo Lieh, cuyo rostro demasiado oriental seguramente impidió alcanzar un estatus mayor, y que con los años se convirtió en el villano más clásico) fue fotocopiado sin descanso, pero funciona a las mil maravillas gracias a su brutal inocencia. Aquí todo es muy sencillo, y no por ello menos emocionante. Con un sólo plano sabemos quien es malo, quien es muy malo y quien un dechado de virtudes. Los acordes robados de Ironside, recuperados por Tarantino en Kill Bill, marcan los momentos claves mientras la iluminación en rojo de las manos de Lo Lieh hacen lo propio con sencillez aplastante. Destaca su sorprendente final, en el que el "jefe de los malos" se enfrenta a la venganza de un ciego y rehuye el golpe mortal del "bueno", casi un anticlimax si nos hemos olvidado de los pérfidos japoneses, porque esa es otra, la caracterización de una serie de los villanos (los samurais melenudos, el calvo especialista en golpear con la cabeza) se convirtió también en modelo a seguir en numerosas películas (El luchador manco, sin ir más lejos). En definitiva: una joya a reivindicar como merece.
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