Continúo recuperando textos de los primeros números de Nueva Dimensión. En esta ocasión: Un cómic de otros tiempos: El Universo en Guerra, escrito por Alfons Figueras para el número cuatro y dedicado a un tebeo español realizado por Jaime Tomás en la década de los 30. Un texto muy interesante que me descubre algunos de los tesoros de nuestra cultura pop fantacientífica. Joan Navarro subió algunas páginas en su blog, y de ahí he sacado las imágenes que ilustran esta entrada. Les dejo con la sabiduría pulp de Alfons Figueras.
Cuando a principios de los años treinta llega a España la primera gran oleada de historietas fantásticas con dibujos de gran calidad, de procedencia americana, todo el hasta entonces tranquilo mundo en el que vegetaban apaciblemente nuestros dibujantes y los poquísimos guionistas de la época se conmovió hasta los cimientos.
El impacto, producido principalmente por los dibujos de Alex Raymond, desató una especie de maratón de imitaciones. Puede decirse que fueron muy pocos los dibujantes jóvenes que escaparon a la fascinación ejercida por la técnica desplegada por el artista americano, visto que algunos le imitaron sin más, mientras otros intentaban asimilar sus hallazgos y descubrimientos dentro del oficio, aplicándolos a su propio estilo.
Buck Rogers, Brick Bradford y Flash Gordon irrumpen en las páginas de las revistas editadas por la ya desaparecida Hispano Americana de Ediciones casi al mismo tiempo, causando un gran revuelo entre profesionales y aficionados, amantes de un género casi tan solo presentido en estas latitudes, hambrientos siempre de rayos fantásticos con los que alumbrar y alimentar la imaginación.
Las incursiones de los dibujantes españoles en los temas de ciencia ficción habían sido casi inexistentes en aquellos tiempos, salvo contadas excepciones como Xaudaró, que publico una historieta interplanetaria a principios de siglo en el semanario Gente Menuda, o como Juan G. Junceda que crea Urania, un viatje interplanetari (Urania, un viaje interplanetario) editada en catalán por Baguña en 1925 0 Un viatje a la Lluna (Un viaje a la Luna) con guión de Joaquim Fecit y dibujada por Miret, que apareció en 1928 en el semanario Virolet, y otro Viaje ilustrado por Serra Masana en las páginas centrales del TB0 hacia 1930. Aparte de esto poca cosa más.
Al entrar en escena los fabulosos héroes americanos, las numerosas publicaciones de Editorial Marco iniciaron una tremenda ofensiva y, capitaneados por el escritor y guionista J. Canellas Casals, los dibujantes Darnís y Farells (Kif) empezaron a producir historietas fantásticas, mas o menos interplanetarias, en cantidades industriales.
Jack, el dominador del Universo; Nick Pecho de Hierro; En los dominios de los Buitres Infernales; El Cielo Envenenado; La Guerra Futura. Tales eran algunos de los sugestivos títulos fruto de la tremenda inventiva de Canellas. La imaginación de este escritor llegaba al delirio más desenfrenado y sus argumentos, cada vez mas alambicados, estallaban en un frenesí descomunal, apasionado, barroco y extrañamente romántico, ya que sus héroes intergalácticos se expresaban en la misma forma y gritaban las mismas interjecciones que Athos, Portos y Aramis.
En medio de este torbellino de innovaciones, había alguna publicación que contemplaba los acontecimientos con más calma. Este es el caso del semanario Pocholo, una verdadera institución del buen hacer, presentado con pulcritud y esmero por la Editorial Vives, que logró para su revista un tiraje de excepción, como también eran de excepción los redactores y dibujantes, colaboradores habituales de la misma, jóvenes y entusiastas, verdaderos astros de la historieta en aquel tiempo.
Jesús Blasco, autor de Zarpa de Acero, hizo allí sus primeras armas, así como otros muchos dibujantes que se destacaron por la calidad de sus trabajos y, entre ellos, el prematuramente desaparecido Jaime Tomás, dibujante del tipo de historietas llamadas cómicas, autor de la más o menos fantástica aventura La Isla de los Galeones, en su primera incursión al dibujo “serio”, de neta influencia raymondiana y, posteriormente, realizador de El Universo en Guerra.
Es este el verdadero primer intento de cómic español de ciencia-ficción, ya que si Jaime Tomás se deja llevar en La Isla de los Galeones por la influencia del dibujo de Alex Raymond, en el caso de El Universo en Guerra tan solo se aprovecha de algún hallazgo técnico, e incluso se aparta de él en la manera de tratar el género, tal como lo hacían los dibujantes yanquis (me refiero con este a Dick Calkins, Clarence Gray y Raymond, los que, aunque distanciados claramente entre si, tanto en el fondo como en la forma de enfocar sus temas de ciencia ficción, mantienen siempre una visión muy americana).
Por el contrario, en El Universo en Guerra, Jaime Tomás realiza una obra netamente europea, con un trabajo mas intensamente sentido, más pensado, notándosele una preocupación por dar a su obra una cierta dimensión importante que, hasta entonces, no se habla dado en España.
El Universo en Guerra tiene un sabor mas bien germánico: la maquinaria, las ciudades, la grandiosidad de las escenas recuerdan a Metropolis de Fritz Lang, así como muchos enfoques de las viñetas retrotraen a la manera de hacer del célebre director cinematográfico alemán y a las elucubraciones imaginativas, con pinceladas tétricas, de Thea von Harbor, artífice de los argumentos y guiones de tantos filmes de Lang (¿algún viejecito recuerda La Mujer en la Luna?).
También se refleja en la historieta de Jaime Tomás cierta atmósfera a lo Wells; algo flota en el ambiente que la emparenta con el film La Vida Futura, basado en la obra del citado autor británico. Lo verdaderamente curioso es que, en la fecha de aparición de la historieta, esta película tan solo era un proyecto.
Otra novedad aportada por el cómic comentado es que el protagonista no es ningún personaje exótico, como era de rigor en aquellos tiempos, sino que se trata limpia y llanamente de Luís Prat, reportero de El Tiempo, periódico que se suponía en la Barcelona, ahora cada vez mas próxima, de 1990, año en que arranca la narración, precisamente con el texto que sigue:
«1990. El mundo es feliz. ¡Bien ganado tiene este sosiego! Desde el año 1940, puede decirse que es tal la preparación aéreo-química de los ejércitos mundiales, que una nueva guerra, fuese entre las potencias que fueren, significaba el total aniquilamiento del agresor y del agredido. Las armas garantizaban la paz. ¿Es extraño, verdad? Pero en las postrimerías de un siglo de locuras, toda locura tiene acomodo.»
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