«Somos una sociedad civilizada siempre y cuando todo funcione y puedas llamar al 911; pero sin eso, los echas a oscuras, les das el susto de sus vidas , quitas todas las reglas, y verás qué primitivos se vuelven. Si asustas a la gente lo suficiente, puedes hacer que hagan lo que sea; irán con cualquiera que prometa una solución o algo. Como especie, somos esencialmente dementes. Si juntas a más de dos en un cuarto, elegimos un bando y empezamos a soñar motivos para matarnos. ¿Por qué crees que inventamos la política y la religión?».Según como se mire, The Mist (La Niebla de Stephen King) no deja de ser una versión socio meta filosófica de Temblores o cualquier otra monster movie sin prejuicios. The Mist sí los tiene, los prejuicios, en su empeño por trascender la barrera del entretenimiento, pero justo es reconocer que lo consigue ampliamente. La cámara en mano se mezcla con la inmediatez de la acción fantástica de bajo presupuesto, y le sale bien; se siguen los cánones de serie bé de la supervivencia grupal en el apocalipsis de la humanidad, de la pé a la pá y con vía crucis del héroe por el camino; contiene, hacia el final, una de las más bellas imágenes lovecraftianas que recuerdo en cine (y el nexo con From Beyond de Yuzna y Gordon está ahí); utiliza el supermercado como microcosmos de la sociedad borderline post-industrial (otro icono del entretenimiento de derribo, indisolublemente asociado a Lo Zombi); incluye una llamada al bajo instinto como es la catarsis del tiro en la frente del enemigo, todo para que exclames "toma hijo puta"; usa a los niños como eje del terror adulto, algo muy propio de un King que los ve como recurso para huir del terror adolescente por la vía del miedo paternofilial; y luego está toda esa tremenda batalla entre fundamentalismo religioso y racionalismo ateo, con nuestros héroes metidos en medio para pagar su ambivalencia con la pérdida de la esperanza. Hey, ya he dicho que era una versión socio meta filosófica de las películas de monstruos de serie bé de toda la vida. No se preocupen: tiene uno de los finales más contundentes que recuerdo, al más puro estilo EC o Warren. Un genuino cuento de terror, por tanto. De los de toda la vida, pero a lo burro. Tan sólo hay que plantearse: si en los 50s respondían a atómica en clave sociopop... ¿A qué responde ahora?
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