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21.7.07

JA JA JA

Y añadió: “Pero a las vulgaridades, las tonterías y las bufonadas las condenamos a reclusión perpetua, en todos los sitios, y no permitimos que el discípulo abra la boca para proferir esa clase de discursos.”

-Y valga esto para los marginalia de que se hablaba hoy -no pudo dejar de comentar Jorge en voz baja-. Juan Crisóstomo ha dicho que Cristo nunca rió.

-Nada en su naturaleza humana lo impedía –observó Guillermo-, porque la risa, como enseñan los teólogos, es propia del hombre.

-Forte potuit sed non legitur eo usus fuisse -dijo escuetamente Jorge, citando a Pedro Cantor.

-Manduca, jam coctum est -susurró Guillermo.

-¿Qué? -preguntó Jorge, creyendo que se refería a la comida que acababan de servirle.

-Son las palabras que según Ambrosio pronunció San Lorenzo en la parrilla, cuando invitó a sus verdugos a que le dieran vuelta, como también recuerda Prudencio en el Peristephanon -dijo Guillermo haciéndose el santo-. San Lorenzo sabía, pues, reír y decir cosas risibles. aunque más no fuera para humillar a sus enemigos.

-Lo que demuestra que la risa está bastante cerca de la muerte y de la corrupción del cuerpo- replicó con un gruñido Jorge, y debo admitir que su lógica era irreprochable.

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Venancio, que conoce... que conocía muy bien el griego, dijo que Aristóteles había dedicado especialmente a la risa el segundo libro de la Poética y que si un filósofo tan grande había consagrado todo un libro a la risa, la risa debía de ser algo muy importante. Jorge dijo que muchos padres habían dedicado libros enteros al pecado, que es algo importante pero muy malo, y Venancio replicó que por lo que sabía Aristóteles había dicho que la risa era algo bueno, y adecuado para la transmisión de la verdad, y entonces Jorge le preguntó desafiante si acaso había leído ese libro de Aristóteles, y Venancio dijo que nadie podía haberlo leído todavía porque nunca se había encontrado y quizás estaba perdido. Y, en efecto, nadie ha podido leer el segundo libro de la Poética. Guillermo, de Moerbeke nunca lo tuvo entre sus manos. Entonces Jorge dijo que si no lo habían encontrado era porque nunca se había escrito, porque la providencia no quería que se glorificaran cosas frívolas.

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-Se habló de la risa -dijo secamente Jorge-. Los paganos escribían comedias para hacer reír a los espectadores, y hacían mal. Nuestro Señor Jesucristo nunca contó comedias ni fábulas, sino parábolas transparentes que nos enseñan alegóricamente cómo ganarnos el paraíso, amen.

-Me pregunto -dijo Guillermo-, por qué rechazáis tanto la idea de que Jesús pudiera haber reído. Creo que, como los baños, la risa es una buena medicina para curar los humores y otras afecciones del cuerpo, sobre todo la melancolía.

-Los baños son buenos, y el propio Aquinate los aconseja para quitar la tristeza, que puede ser una pasión mala cuando no corresponde a un mal susceptible de eliminarse a través de la audacia. Los baños restablecen el equilibrio de los humores. La risa sacude el cuerpo, deforma los rasgos de la cara, hace que el hombre parezca un mono.

-Los monos no ríen, la risa es propia del hombre, es signo de su racionalidad.

-También la palabra es signo de la racionalidad humana, y con la palabra puede insultarse a Dios. No todo lo que es propio del hombre es necesariamente bueno. La risa es signo de estulticia. E1 que ríe no cree en aquello de lo que ríe, pero tampoco lo odia. Por tanto, reírse del mal significa no estar dispuesto a combatirlo, y reírse del bien significa desconocer la fuerza del bien, que se difunde por Sí solo. Por eso la Regla dice: “Decimus humilitatis gradus est si non sit facilis ac promptus in risu, quia scriptum est: stultus in risu exaltat vocem suam.”

-Quintiliano -interrumpió mi maestro- dice que la risa debe reprimirse en el caso del panegírico, por dignidad, pero que en muchas otras circunstancias hay que estimularla. Tácito alaba la ironía de Calpurnio Pisón. Plinio el Joven escribió: “Aliquando praeterea rideo, jocor, ludo, homo sum”.

-Eran paganos -replicó Jorge-.

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-E1 ánimo sólo está sereno cuando contempla la verdad y se deleita con el bien que ha realizado, y la verdad y el bien no mueven a risa. Por eso Cristo no reia. La risa fomenta la duda.

-Pero a veces es justo dudar.

-No veo por qué debiera serlo. Cuando se duda hay que acudir a una autoridad, a las palabras de un padre o de un doctor, y entonces desaparece todo motivo de duda.

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Y ahora fijaos en que, a veces, para minar la falsa autoridad de una proposición absurda, que repugna a la razón, también la risa puede ser un instrumento idóneo. A menudo la risa sirve para confundir a los malvados y para poner en evidencia su necedad. Cuentan que cuando los paganos sumergieron a San Mauro en agua hirviente, éste se quejó de que el baño estuviese tan frío; el gobernador pagano puso estúpidamente la mano en el agua para probarla, y se escaldó. Bello acto de aquel santo mártir, que ridiculizó así a los enemigos de la fe.

Jorge sonrió con malignidad y dijo:

-También en los episodios que cuentan los predicadores hay muchas patrañas. Un santo sumergido en agua hirviendo sufre por Cristo y se contiene para no gritar, ¡no tiende trampas infantiles a los paganos!

-¿Veis? ¡Esta historia os parece inaceptable para la razón y la acusáis de ser ridícula! Aunque tácitamente, y dominando vuestros labios, os estáis riendo de algo y queréis que tampoco yo lo tome en serio. Reís de la risa, pero reís.

Jorge hizo un gesto de fastidio:

-Jugando con la risa me estáis arrastrando a hablar de frivolidades. Pero sabéis bien que Cristo no reía.


Algunos diálogos sobre la risa de los muchos que jalonan El Nombre de la rosa de Umberto Eco.

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