El colega del operario acompaña a la Compañera Nativa por la escalera de acero gofrado, le pone la correa de seguridad dentro de la cabina y levanta el pulgar en dirección al operario, que suelta una especie de grito salvaje y tira de una palanca. La cabina de la compañera N. empieza empieza a ascender. Unos deditos aparecen de forma patética en la malla metálica de la cabina. El operario de la Cremellara no tiene edad, está tostado por el sol y lleva un bigote encerado con los extremos perversamente apuntados como astas de novillo; con una mano se lía un cigarrillo mientras con la otra va levantando palancas de forma que la elipse se acelera y las cabinas individuales empiezan a girar de forma independiente sobre sus goznes. La Compañera Nativa es un borrón de color dentro de su cabina, pero el operario y su colega (que lleva los vaqueros tan caídos, a la altura de las caderas, que se le ve claramente el nacimiento de la raja del culo) contemplan con gesto meditabundo cómo su cabina giratoria y el resto de las cabinas vacías dan aproximadamente una vuelta por segundo a la elipse. (...) La Cremellera es del color de los dientes sucios, con enormes costras de oxido. El operario y su colega están sentados en un banquito de metal delante delante de un panel lleno de palancas con pomos negros. ¿Acaso las pelotas pueden sudar? Se supone que son muy sensibles a la temperatura. El colega escupe tabaco de mascar dentro de una lata que sostiene en la mano y le dice al operario "Venga ya, ponla en el Ocho, maricón". La Cremellera empieza a gemir y a girar tan deprisa que si se desprendiera una cabina seguro que entraría en órbita. El colega tiene una banderita americana atada a la cabeza a modo de badana. Las cabinas vacias dan bandazos y claquetean, girando de forma independiente. Un largo grito, seguido de un eco, sale de la cabina de la Compañera N., que gira y gira sobre sus goznes mientras una forma en su interior rebota en todas direcciones como la ropa en una lavadora. (...) El grito continúa: no se parece al de un cerdo. Luego el operario detiene la máquina en seco con la cabina de la compañera N. en lo alto de todo, de forma que la deja colgando cabeza abajo dentro de la cabina. Pregunto a gritos si ella está bien, pero la única respuesta que recibo es un ruido agudo. Veo a los dos empleados de la atracción mirando hacia arriba con expresión concentrada, haciendo visera con las manos. La inversión de la cabina ha hecho que el vestido de la compañera N. le cualgue hacia arriba. Es obvio que los empleados están examinando sus partes íntimas. Sus risas suenan literalmente "ji, ji, ji, ji".
Fragmento de Dejar de estar bastante alejado de todo, reportaje en el que David Foster Wallace relata su visita a la Feria Estatal de Illinois. Está incluido en la genial recopilación Algo Supuestamenet Divertido que Nunca Volverá a Hacer. La atracción de feria a la que se refiere (La Cremellera) es conocida en EE.UU como The Zipper.
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