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29.12.06
COCAÍNA PULP DE DERRIBO CON PUREZA AL 100 %
El recuerdo es de puro cine de barrio y acude a mí rodeado de vandalismo, bullicio, de últimas filas en ajetreadas y maldisimuladas manualidades genitales, de público inquieto que se levanta, de mala educación, aplausos, gritos. En definitiva, el recuerdo de gente que va al cine a pasárselo bien. Aquel Maldito Tren Blindado. Así se llamaba la película. Una serie bé italiana de Enzo G. Castellari que vi en repetidas ocasiones allá por 1977. En esa época uno iba al cine, no a ver una película, y que ya la hubieras visto era sencillamente una nimiedad. Incluso mejor: sabías cuando podías hacer el burro y cuando debías prestar atención.
De aquellos visionados recordaba, entre brumas, la imagen de unas nazis bañándose en pelotas, la presencia de un negro muy macarra, escenas de destrucción ferroviaria maquetil (la maqueta fílmica, esa gran debilidad ausente) y que los nazis palmaban como moscas y salían despedidos por los aires, entre explosiones, en una media de cada tres minutosde metraje. Probablemente eran siempre los mismos stunts nazis, pero eso siempre da lo mismo. Lo que no sabía es que uno de los múltiples títulos internacionales del filme era Inglorious Bastards, precisamente el título de la peli bélica que prepara Tarantino para el 2008.
Y no me extraña. Hace un par de días, exhausto tras repetidas jornadas de doce horas laborales que aún perduran, decidí volverla a ver. Y joder macho hostia puta. Joder macho hostia puta. Grávenselo ustedes en su puta frente a fuego: Cocaina pulp de derribo con una pureza del 100 %. Una película para esnifar y disfrutar exclusivamente con la parte izquierda de nuestro cerebro (que es la de las migrañas y, por lo tanto, la buena) y espíritu de lagartija al sol. ¿Que no se lo creen? ¿Que esto es una boutade ausente? Ja. Se lo demuestro con una sola frase: salen jamonas nazis en pelotas disparando con metralletas. Desde el punto de vista de lo coolzetoso este detalle es una escalera de color. Un puto pleno al 23. Y más en su contexto, en una escena que no viene a cuento y ni siquiera concluye. O sí viene a cuento: son jamonas nazis en pelotas disparando con metralletas. Eso siempre viene a cuento. Vikingas haciendo ratratatatá y trá mientras les saltan las tetitas. Da igual que la escena no concluya argumentalmente y que Fred Williamson se comporte como un orangután. Es el tipo de escena que debe de quedar congelada mentalmente para pervivir por siempre jamás. El tipo de escena que uno, cuando la palma, cuando estira la pata, cuando avanza hacia la luz del purgatorio zinéfago, recupera en flashes: Sí. Yo ví Quel Maledetto Treno Blindato. Sí. Yo ví a Fred Williamson haciendo el orangután chuloputas con un puro en la boca, con una metralleta en cada mano, en una extraña pose de geiper-man liefeldiano, oculto en la parte posterior de un camión, matando nazis sorprendidos. Qué puto peón (negro) nazi puede esperar la irrupción de un puto negro infiltrado entre las Sturmtruppen, en pleno corazón del cuartel general de las putas SS (SeseeSe). Puedo morir tranquilo. Durante 99 minutos comocí el nirvana ausente del pop de derribo.
Aquel maldito Tren Blindado explica la historia de unos desertores del ejército aliado en la Francia ocupada. Asediados por sus propias tropas, por los nazis, por miembros de la resistencia francesa con cara de miembros de la resistencia francesa adictos al hígado de oca, por sargentos chungos que les disparan a sus soldados en vez de a los pérfidos nazis, por mujeres nazis desnudas disparando metralletas, por jóvenes y cachondas enfermeras francesas. Un grupo de desertores que acaban disparando a su propio ejército en medio de un festival de la confusión: desertores disfrazados de alemanes disparando a un comando infiltrado disfrazado de alemanes. Como lo leen. Coño. Un grupo de ungloriosos bastardos que se cuela dentro del castillo de las SS (el famoso e inaccesible castillo templario en lo alto de risco arisco) porque necesitan un camión. Un puto y sencillo camión. Osea. Llevan media película metidos en un camión en un paisaje repleto de camiones abandonados y por cojones lo han de robar de ahí. Y es que claro... Qué puto glamur tiene coger un camión de enmedio del camino si lo puedes pillar justo de dentro del puto e inaccesible castillo templario de las SeeseeSe (y digo yo que luego lo bajarían con cuerdas) en una acción tan innecesaria como previa al asalto al maldito tren blindado en el que viaja un nuevo modelo de las bombas V1, con un giroscopio que cágate lorito. Un giroscopio con su cable azul y su cable rojo y su autodestrucción en cinco minutos sin cuyo robo estaríamos todos, ahora, cantando tradicionales tonadas tirolesas en una sociedad poblada de vikingas nietas de aquellas que disparaban, desnudas, metralletas. Lo malo es que no tendríamos a Fred Williamson haciendo el orangután. ¿O sí?
Fred Williamson. Coño. Un armatoste de la blaxploitation pasándoselo pipa de bolos por el Eurotrash, matando nazis puro en boca mientras dialoga con su metralleta. Disfrutando de su suerte y del momento. Un machote jugador de fútbol americano reconvertido en leyenda de la serie bé que acabó dirigiendo y produciendo sus propios saldos betamax no sin antes repetir éxtasis actorales a las órdenes de Enzo G. Castellari en aquellas inolvidables explotaciones de Mad Max como Los Nuevos Bárbaros o Los Guerreros del Bronx. Sï. Porque es de Enzo G. Castellari. Tiemblen. O no. Aquel maldito tren Blindado (mecagoendiosquebellezadetítulo) es su obra maestra. Su legado para la posteridad. Su regalo para que cuando la palmemos, estiremos la pata, y avancemos hacia la luz final de la eterna paz zinéfaga nuestra memoria coolzetosa parpadée iluminada y radiante ante el recuerdo de aquellas ninfas wagnerianas sin sentido que hacían ratatatá en el riachuelo mientras sus pezones se alzaban victoriosos exclamando Hail Hitler.
Todo aquel (maldito) que dude (blindado) de las bondades del unglorioso y bastardo zine debe ver esta película. Es el bolsilibro perfecto de cinco duros. 25 pesetas. 0.15 euros. La referencia a la peseta no es gratuita. Aquel Maldito Tren Blindado es una película que ya nace iconoclasta y rompedora en su propósito de Falso Gran Reserva en tetrabrick. A quién se le ocurre, en el año de Star Wars, rodar en cinecittá un trepidante y convulso refrito a ritmo de zoom de Doce del Patíbulo, La Cruz de Hierro, Los Violentos de Kelly, Grupo Salvaje, El Desafío de las Águilas, El Tren o La Gran Evasión (sí, también hay una persecución en motocicleta por la alambrada campiña francesa). Coño, acabo de leer esto que acabo de escribir y la fascinación tarantiniana se me muestra cristalina: ¿Para qué diantres hacer un remake de Doce del Patíbulo pudiendo posmodernizar subjetivamente Aquel maldito Tren Blindado? ¿A quién se le ocurre? Pues a Enzo G. Castellari.
Aquel Maldito Tren Blindado debe disfrutarse en el sofá, con las defensas bajas y en
calzoncillos. Ráscandose los capilares testiculares o del monte de Venus. Sabiéndose tostada. Dejandose untar por sus avionetas anacrónicas haciendo ratatatá y sus miles de nazis carne de cañón avatidos por un puñado de antihéroes que nunca se quedan sin balas. Con su digna factura de serie bé plagada de explosiones y sus inacabables stunts curtidos a base de eurowestern saltando por los aires, con sus diálogos enmarcables, sus chistes burros y sus arquetipos apelantes del efectivo mínimo común múltiplo argumental en su avance imparable y frenético hacia el Maldito Tren Blindado que ocupa buena parte del final. El reverso bélico de Pánico en el Transiveriano. Con las maquetas de Emilio Ruiz del Río, nuestro particular y más que reivindicable Tsuburaya (Conan, Dune, Operación Ogro) generando destrucción en miniatura. Con esos antihéroes tan bien y mecanicamente esbozados, al estilo con un seis y un cuatro aquí tienes tu retrato. Un grupo salvaje inmediato formado por Fred Williamson (no insisto, pero sepan que la peli tuvo un remontaje usaca llamado G.I. Bro que lo convertía en prota absoluto); Bo Svenson más chulo que nunca con su chupa de teniente bombardero y sus rayban; Un cobarde heroico que parece el piloto de helicóptero de Zombi; El antipático sureño racista; El desertor ex-nazi pacifista ("estoy harto de esta guerra y de ver morir a mis compatriotas" "Pues no haber invadido Polonia"); El Coronel alucinado (Ian Bannen, de profesión sus 100 películas como secundario) y ese descubrimiento que es Michael Pergolani, un soldado italoamericano con melenas, mostacho y unos bolsillos chamánicos de donde sale de todo. Bastardos suicidas.
Y mediten porqué sobrevive el que sobrevive: descubrirán la mecánica que hace grande el zine de derribo. Una mecánica que forja la amistad viril de sus protagonistas a base de valkirias en pelotas con metralletas y diálogos como este con el que me despido extasiado, no sin antes recomendarles un enlace con truquillos del rodaje .
- Teniente... ¿Cómo es que sabe alemán mucho mejor que Adolf?
- Porque tuve una institutriz alemana.
- ¿De dónde es usted?
- De Minneapolis.
- ¿Una institutriz? Deberían tener mucho dinero.
- No. No lo teníamos.
- Oiga. Tengo una maravillosa idea. En Minneapolis conozco un club que se dedica al juego. Podemos conseguir hasta 300 pavos. Alguien como usted nunca podría perder.
- Creo que perderíamos. No he jugado nunca.
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