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11.10.06

SINCRÓNICAS DE SITGES 2006 (XIV): BRICK

Hace más de una década un filme con premio del Festival de Sundance me la ponía más o menos tiesa. Ahora no sé si es que he cambiado yo o aquello se ha convertido en un peligroso Territorio Listillo, pero lo cierto es que verse recompensado con uno de sus galardones me provoca la suficiente desconfianza para olvidarme rápidamente de su existencia. Brick, opera prima de Rian Johnson, es el Sudance que se pasea por aquí este año y es casi ejemplo arquetípico de ese "cine indie" tan a menudo seducido por el icono del adolescente norteamericano del siglo XXI. Tampoco es para ponerse a soltar barbaridades pues debo reconocer que tras cierto esfuerzo por mi parte, el filme no sólo no me resultó enervante sino que incluso me entretuvo y me hizo esbozar alguna sonrisa, salvando siempre las distancias. Y eso que su propuesta es original (ei, tío, Sundance) pero se resiente de su mismo punto de partida: un thriller ambientado en un instituto que sigue canónicamente los estándares de la serie negra. Un adolescente investiga con actitud y ademán marlowesco la desparición de una antigua novia y por su camino se cruzan pijas fatales, drogadictos quinceañeros, bandas mafiosas y malvadas alumnas del taller de teatro. Y precisamente esa sensación de taller de teatro amateur interpretado por jovencitos de bahillerato en representación de fin de curso es lo que provoca más alejamiento. Verles interpretar (siendo muy muy generoso) los grandes icónos del cine clásico pues como que no. Afortunadamente, la película incluye ciertos momentos de humor y puñetazo que la convierten en algo no aburrido, y eso le hace más bien que mal. Uno no se cree nunca a ese adolescente repartiendo o recibiendo estopa, coqueteando con la seducción fatal o haciendo el doble juego sibilino entre bandas enfrentadas. Mención a parte me merecen un par de detalles. Por un lado las irrupciones del mundo adulto (encarnado en una madre que sirve limonada a los jóvenes delincuentes amigos de su hijo) y por otro esa idea casual de que, en la actualidad, el antro sórdido y el lumpen pueda estar más localizado en una escuela de secundaria que en los barrios bajos de Harlem. Se puede ver pero al que lance un cohete le doy una colleja.

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