The Host. Pude verla. La mejor Monster Movie del año que viene. Sin duda (y si luego sale otra mejor para todos, pero será difícil). De todas formas, no se me emocionen, que estos subidones festivaleros pueden venir acompañados del bajón posterior. Tengan en cuenta que esta, a ratos, ultratrepidante aventura de bicho gordo y mutante enfrentado a una familia de paupérrimos korean-trash es muy, muy coreana. Lo cual es maravilloso y justo, pero como siempre digo en estos casos: nos perdemos cosas por el caminos. Detalles sociales que podemos intuir pero no conocer a ciencia cierta (a no ser que uno sea experto en sociopolítica surcoreana, claro, pero entonces de monstruos gigantes no tienes ni puta idea). The Host es una superproducción como la copa de un pino cuya mayor virtud, más allá de que las escenas con bicho son espectaculares y verosímiles (en el sentido de que uno no añora los efectos de la vieja escuela y hace suya la infografía utilizada... ¡y de que modo! ¡Nada que envidiar a los usacas!), es que no se queda ahí. La concreción de ese surrealismo coñón coreano es brutal. Yo no sé si ustedes han tenido la ocasión de disfrutar esa delicia delirante que es Save the Green Planet. Pues por ahí van los tiros.
Así que sí, que The Host es una portentosa monster movie que avanza hacia una resolución intimista y familiar de un problema en realidad social pero local. Y en eso no está exenta de sentido común: el gobierno se percata de que contra monstruos mutantes sólo tiene que perder, y se desentiende y se despista con la existencia de un virus cuya erradicación le viene impuesta del exterior: a los norteamericanos no les da miedo el bicho, le dan miedo las tóxinas víricas. Hay mucho de la gripe aviar ahí. Y aún hay más, insisto: humor negro, surrealismo alocado, patéticas familías que deben sacar lo mejor de si mismas (y mira que les va a costar). Vamos, que la disfruté un montón y todo lo bien que hablan de ella es cosa justa que no hay que matizar demasiado. Joon-ho Bong es un director joven con dos muescas en el mango de su cámara (ésta y Memories on Murder, tan diferente y tan cercana a la vez) mientras que Kang-ho Song es un actor versátil ya del todo reconocible a ojos del occidental que esto escribe.
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