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17.5.06
LA MADRE DEL CORDERO DEL CINE DE CHINOS (Y MÁS SI SON MANCOS)
Hace medio año inauguraba la sección A este chino le falta un miembro dedicada a las muchas y variadas películas sobre luchadores y espadachines mancos que nos ha regalado el cine de Hong-Kong. Y empecé con uno de los dos títulos míticos para el público español de los 70, La Furia del Tigre Amarillo / The New One-Armed Swordman (el otro sería El Luchador Manco / The One-Armed Boxer). Si nos fijamos en el New que encabeza el título de la que inauguró la sección el sentido común nos dice que si hay un new es porque hubo un old. La vieja, la original, la madre del cordero... The One-Armed Swordman (Chang Cheh, 1967).
Vaya por delante que no la había visto con anterioridad, y que tras el visionado afirmo con rotundidad que se trata de un peliculón como la copa de un pino. Una de esas joyas del cine de Hong-Kong que uno podría utilizar para soltarle unos cuantos (y amistosos) sopapos a los cinéfilos de corte más talibanero, aquellos que desprecian el cine de artes marciales mientras alaban a John Ford al mismo tiempo que se reclinan antre el preciosismo iraní. ¿Quieres un tratamiento exquisito del color y la iluminación? Pues toma. Plas Plas. ¿Quieres un uso modélico y hermoso del scope? Pues toma Shawscope. Plas Plas. ¿Quieres ver cómo se utiliza un decorado y los efectos de sonido para realzar el dramatismo de una escena? Plas Plas ¿Hace falta insistiendo en términos de calidad cinematográfica? Supongo que no. Además, no soy persona violenta.
El espadachín manco original es uno de los grandes títulos fundacionales del cine de artes marciales chino (el otro sería Come Drink with me). Es el primer gran éxito de Chang Cheh, que se convertirá en el director estrella de Shaw Brothers. Lanza a la fama al gran Jimmy Wang Yu (que en realidad era jugador de waterpolo). Y no sólo inicia una temática tan querida como la que nos ocupa (el luchador tullido) sino que también es la primera que muestra un argumento que luego será repetido sin pudor una y otra vez: el de las escuelas de kung-fú enfrentadas. Eso sí, como título fundacional tampoco es que se trate exactamente del clásico "Has matado a mi maestro y te vas a enterar" porque, y hete aquí mi sorpresa, no es la venganza uno de los ejes que mueven la historia, ni remotamente.
Si tomo como referente La furia del Tigre Amarillo para compararla con la original (la deliciosa El Luchador Manco mejor dejarla al margen), las sorpresas no son pocas. Ambas tienen muchas cosas en común, claro: la resurrección moral de un héroe hundido, el entrenamiento casi como necesidad si no se quieres ser una mierda vapuleable incapaz de defender a tu chica, el climax final, el enfrentamiento entre escuelas (una muy buena y una muy mala, como mandan los cánones), las sabrosas técnicas y contratécnicas en la lucha... pero, por ejemplo, en La Furia el espadachín decidía regresar para vengar la muerte de su amigo y para resarcir su honor de una promesa-trampa que le obligaba a mantenerse alejado de las artes marciales además de sacrificar su extremidad (la automutilación ¿recuerdan?). La historia es aquí bien diferente. No hay venganza en su regreso sino una deuda de honor contraida por su progenitor. De hecho, ni siquiera el malo (bien malo, como es habitual) es el responsable de la pérdida del brazo derecho y el mensaje final es ciertamente atípico: la vida como héroe del wuxia es más una maldición y una condena que otra cosa. Una idea ciértamente rara, antiépica, que lleva a un desenlace sorprendente si se toma en perspectiva el género. Bueno, el carácter trágico y sufrido es una constante, y más en el cine sangriento Chang Cheh, pero el desenlace es extraño y tampoco voy a explicarlo, si lo han visto o lo ven (y recuerdan este rollo, que hoy estoy un poco espeso) supongo que entenderán lo que quiero decir.
Sepan que están empezando a entrar en zona parcialmente spoileadora, así que prosigan bajo su propio riesgo. Comentaba antes la existencia de una deuda de honor heredada. El prólogo del filme muestra el ataque a la escuela del maestro Qui Rufeng. La escaramuza fracasa gracias a la aparición de un sirviente (a quien el maestro ha enseñado las técnicas de la espada en sus horas libres) que dará su vida salvando a su señor. Su último deseo será que su hijo Fang Gang se convierta en alumno con todas las de la ley. También heredará la espada rota de su padre.
Fang Gang, ya todo un mocetón encarnado por Wag Yu, vive con cierto pesar la herencia paterna y su condición de alumno. Se considera indigno, no tanto por su valía (su maestro le considera en secreto el mejor candidato para sucederle en el cargo) sino por la actitud clasista de sus compañeros de escuela, un grupo de pijos entre los que se encuentra la hija del maestro, una chinita consentida que ama (y a quien ama) en secreto a nuestro héroe pero que le hace la vida imposible (ya verán, ya).
La tragedia se cernirá sobre Wang Yu la noche en que decide abandonar la escuela. Antes hablaba del uso de decorados y efectos de sonido para reforzar la intensidad de una escena, Estaba pensando en la nieve que cae con nocturnidad, en el siniestro ulular del viento, en el ruido que emiten unos extraños grillos invernales. Marco sonoro y visual para la épica de la amputación a manos de la chinita despechada, rencorosa, que desenvaina por sorpresa ante un ex-compañero que ni siquiera quiere ser rival. No hay maldad villanesca sino maldad infantil.
El heroe mutilado encontrará refugio y consuelo en una campesina que intentará convencerle que el trabajo en el campo, junto a ella, es tan digno y honorable como el camino del wuxia. También le hará entrega de un viejo manual de artes marciales para zurdos, y es que es consciente que la autoestima es necesaria: nadie quiere a un fracaso a su lado. Es aquí donde hay que situar las inevitables escenas de duro entrenamiento, todo un clásico del subgénero. En cuanto al dilema entre vida tranquila y vida épica, en La Furia del Tigre Amarillo se planteaba de modo subliminalmente más gay: debía escoger entre una vida al lado de la hija del posadero y una vida como héroe al lado de su amigo. Aquí la cosa es más un duelo de féminas: una vida de campesino o recuperar a la consentida hija de su maestro (culpable de su desdicha, no lo olvidemos) y regresar a la escuela del Sable Dorado.
Ya para acabar... ¿Qué sería de un filme de artes marciales sin sus malos muy malos y sin las técnicas secretas para derrotar al enemigo? No quiero destripar más el argumento (tranquilos, he dejado bastantes cosas sin explicar), así que al margen de destacar la estupenda escena de la posada en la que Wang Yu luce más chulo que nunca (estableciendo parte de ese hilo que emparenta las artes marciales con el spaguetti western gracias a que los dos beben directamente del chambara japonés de los 60s), no quisiera despedirme sin resaltar la técnica secreta de los malos, apodados Similing Tiger y Long-Armed Devil: al segundo siempre le vemos de espaldas y sólo se muestra al final.
De nuevo juego a la comparación con la posterior La Furia del Tigre Amarillo. En aquella el villano desarrollaba una técnica destinada a derrotar a los espadachines dobles, es decir, que utilizaban la lucha con dos sables. En uno de esos delirios marciales tan hermosos, la contrarréplica o solución era un manco utilizando tres espadas (si, es un poco complicado, les remito a la reseña enlazada al principio). Aquí los malos utilizan una especie de pinza para sables. Atrapan el arma de su enemigo y rápidamente lo acuchillan mientre éste no reacciona. No dice mucho en favor de la capidad de improvisación de los alumnos del maestro Qui Rufeng, que caen uno tras otro víctimas de la misma treta. De nuevo, la solución resulta ser la maldición del héroe: que sea manco, use la izquierda y que utilice el roto sable de su padre resultan ser demasiadas variaciones para que los malos puedan reaccionar a tiempo.
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