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Simpsonario (CDIII)
Expresión utilizada por Homer cuando está a punto de caer en las tentaciones de la comida, la bebida, los gastos inútiles o las mujeres fáciles.
30.3.06
EL PAJERO DE LAS AUTOPSIAS
Thomas Noguchi (Japón, 1926) entró a trabajar en el departamento forense del condado de Los Angeles en 1962, y, de hecho, lo dirigió de 1967 a 1982, año en el que fue forzado a abandonar el cargo. Si tenemos en cuenta que la zona reúne la mayor concentración de famosos que se conoce y que los años en que estuvo dedicado a su trabajo fueron especialmente movidos por lo que a drogas y sucesos luctuosos se refiere, no extraña que nuestro hombre se ganase el apelativo de "el forense de las estrellas". Sin duda, se trata del médico forense que más ha rebuscado en entrañas célebres (y, por tanto, en el más etimológico interior desconocido de las estrellas). La gente podrá decir que "Pepito" tiene un interior muy lindo, pero sólo él podía afirmar que en realidad estaba podrido por dentro. Y lo bueno del caso es que Noguchi lo decía. Supongo que de tanto toquetear órganos llenos de ego la etérea sustancia de éste enseguida acabó por contagiarle. El forense ególatra, qué imagen tan bonita. No dudaba en hacer públicas sus investigaciones a las primeras de cambio, y, a menudo, dando pábulo a conocidas conspiranoias, aunque luego acabara por hacer suyas las versiones oficiales.
El destino tuvo mucho que ver con el devenir del forense más famoso de la historia. Recién estrenado en su quehacer le tocó bregar con el estómago de Marilyn Monroe, y ni corto ni perezoso se puso manos a la obra. Del resultado de la autopsia dio dos detalles que han hecho correr ríos de tinta: los hematomas y heridas de la actriz y que su aparato digestivo estaba vacío: ni rastro de los presuntos ocho frascos de barbitúricos. Más adelante, tras cerrarse el caso como presunto suicidio, comentó que siendo raro, tampoco se trataba de un hecho inusual. No sé si están ustedes muy informados de la conspiranoia maryliniana, envuelta en las diversas pistas que indicaban la presencia, entre otros, del entonces Fiscal Jefe (y amante) Robert Kennedy, el hermano de JFK. El destino es caprichoso, ya que en 1968 fue el cadáver de éste el que pasó por las manos de Noguchi. Oficialmente asesinado por Sirhan Bishara Sirhan (según algunos, un durmiente hipnotizado), las pruebas forenses de nuestro hombre, ya jefe del equipo, indicaban que el ángulo de tiro era otro y que el disparo había sido a bocajarro. Así que los amigos de la conspiranoia pueden estarle eternamente agradecidos.
No fueron estos los dos únicos casos famosos en los que nuestro hombre metió mano (y bisturí). La matanza que la Familia Manson perpetró en la mansión de Roman Polanski, llevándose por delante a una Sharon Tate embarazada, la sobredosis de Janis Joplin, el accidente del humorista Freddie Prinze (al parecer simuló jugar a la ruleta rusa con un revolver de la oficina de su manager que se creía descargado), la extraña muerte de Natalie Wood (desapareció del yate en el que pasaba la noche junto a Robert Wagner y Christopher Walken, su cadáver apareció flotando al día siguiente), el alcoholismo mortal de William Holden (los niveles de alcohol en su sangre eran impresionantes) o la sobedosis de heroína y cocaína del gran John Belushi tras una noche de farra junto a Robin Williams y Robert de Niro son los más conocidos.
Noguchi, incapaz de decir que no a una entrevista o de revelar detalles y sospechas, fue forzado a abandonar su cargo porque a Hollywood no le sentó nada bien que explicara públicamente y con tanto detalle los últimos días de la vida de William Holden, convertido en una piltrafa alcohólica que no salía de su casa. Supongo que su pasión por analizar detalladamente las cocinas del lugar del crimen para observar qué había en la nevera y qué bebían sus estrellas de cuerpo presente le daba una información que muchos consideraban que debía manter en privado.
Aún así, Thomas Noguchi no aguantó demasiado como profesor de universidad (con la autopsia forense como asignatura) y enseguida se lanzó a los brazos de la fama. Primero con un best-seller que creo inédito en España, Coroner (Forense en castellano), en el que explicaba con pelos y señales toda su experiencia profesional. La cosa tuvo tanto éxito que no tardó en escribir una secuela. Tampoco le hace ascos a cualquier propuesta para participar en documentales o investigaciones periodísticas diversas y, de hecho, su figura inspiró directamente el serial televisivo "Quincy" y su rastro puede seguirse hasta la actualidad (y sí, estoy pensando en CSI). No hace mucho protagonizó el dividí documental Autopsy: Through the Eyes of Death's Detectives en el que él mismo se dedicaba a ejecutar ante las cámaras una autopsia en vivo y en directo, obteniendo un considerable éxito de ventas, lo cual me lleva a plantearme por qué nos escandalizamos cuando Gunther Von Hagens juguetea con los muertos en ambientes artísticos si luego nos lanzamos a comprar el vídeo de Noguchi... Quizás será que uno es un artista y el otro un profesional, es decir, que uno es díscolo y el otro una fuerza viva de la sociedad.
Para acabar con esta reseña biográfica de hoy, tan generosa en buenos sentimientos, les enlazo a una larga y hermosa entrevista realizada en 1986 en la que nuestro hombre da rienda suelta a su pasión forense y no duda en acudir, entre otras cosas, a ejemplos cinematográficos para dejar claras algunas cuestiones. Tras una atenta lectura llego a la conclusión de que pasará a la posteridad como "el forense de las estrellas" pero sin duda el apodo de "el pajero de las autopsias" también le va que ni pintado.
29.3.06
Simpsonario (CDII)
Los Simpson miran a menudo la televisión; el programa venerado por Bart y Lisa es "El Show de Rasca y Pica", unos dibujos animados donde los ojos del gato protagonista parecen mirar hacia los personajes del otro lado de la pantalla. No es simplemente una cuestión de referencia concreta al ojo como objeto-símbolo, el tema de la mirada se manifiesta como arquetipo, modelo cultural y compromiso estético en toda la serie; no sólo el montaje de las imágenes está continuamente expresado con claridad cinematográfica o televisiva, como si los autores quisieran que el espectador se percatara de la doble ficción espectacular (los dibujos de una falsa realidad dibujada), sino que los mismos personajes miran, ven, observan de manera audiovisual, como si sus ojos fueran una duplicación de los objetivos de una cámara de filmar.
28.3.06
LA BOMBA ATÓMICA: AGÁCHENSE Y CÚBRANSE
- Cap. Beahan, ¿cuál fue su experiencia más sobresaliente durante este vuelo histórico?
- Supongo que fue cuando las nubes se abrieron sobre el blanco, Nagasaki. El blanco estaba allí, tan claro como una pintura. Marqué la trayectoria y largué la bomba. Eso fue lo más emocionante.
La semana pasada tuve la suerte de visionar uno de los mejores documentales que he visto jamás: The Atomic Cafe. Producido por The Archives Project en 1982, prescinde totalmente de cualquier narrador en off y acude exclusivamente a imágenes y audios de archivo de 1945 a 1954. El resultado es una soberbia descripción (donde el arte del montaje cinematográfico brilla con luz propia) de los inicios de la era atómica en Estados Unidos. Filmaciones militares de las pruebas, emisiones radiofónicas, documentales, entrevistas de televisión, extractos de noticiarios, documentales educativos, canciones atómicas, propaganda, todo ello hilvanado sábiamente, con un gusto retro exquisito y unos criterios sociológicos, políticos y estéticos demoledores.
Un repaso cronológico que va de la primera prueba atomica en el desierto de Nuevo México a los simulacros de ataque nuclear realizados en diversas ciudades de los EEUU. Algunas imágenes escandalizan por la alegría y poca seguridad con que se llevaron a cabo o por la falta de escrúpulos de sus responsables; en ocasiones un negrísimo humor induce a la carcajada o al asombro ante el delirio y la paranoia atómica. De la denuncia del experimento militar al encanto retro de ver como el pop, que todo lo absorve, hace suya la era nuclear.
La confesión de que las ciudades japonesas se escogieron porque eran territorios vírgenes sin bombardear y así podían testear mejor los efectos. La condescendencia con que se trató a los "inocentes" nativos de las islas Bikini (obligados a abandonar su hogar para que éste fuera pasto de las bombas experimentales). El pueblo de Mosinee (Wisconsin) simulando la experiencia comunista durante 24 horas. El nacimiento de la Guerra Fría y la Guerra de Corea. La ejecución del matrimonio Rosenberg. El desastre del testeo de la Bomba H en la Operación Castle-Bravo (los 3 megatones previstos se convirtieron en 15, expandiendo la radiación más allá de la zona de seguridad), las pruebas de Yucca Flats y el uso de marines como conejillos de Índias, la paranoia atómica y ese contraste esquizofrénico de los documentales propagandísticos para calmar a la población y las clases y simulacros ante un ataque nuclear, las primeras urbanizaciones con refugio incorporado, el cóctel atómico, la glorificación del padre de familia como líder ante el Apocalipsis, los instantes publicitarios que jalonan la propaganda anticomunista (capitalismo coherente sin pudor, por tanto), la campaña educativa del "Agáchate y cúbrete", el sublime repertorio de canciones hillybillys popatómicas de la época. Buff. Tanto y tan bueno que no puedo resistirme a colocarles algunos fotogramas comentados. Y lo que verán a continuación no es más que una mísera parte. Una joya, oigan, una joya.
16 de julio de 1945, una nueva arma secreta es llevada a la práctica en el desierto de Nuevo México.
Familia norteamericana escuchando por la radio las noticias de la bomba de Hiroshima.
una 3a Guerra Mundial sería una catástrofe para la humanidad."
llamada "nucleorosis".
en los refugios antiatómicos de su área."
Simpsonario (CDI)
El desafío entre Bart y Todd, el hijo de Ned Flanders, se convierte en un tema de particular importancia: no solo está en juego la reputación de una familia, sino un estilo de vida, una escuela de pensamiento, una visión del mundo, como justamente sucede en el episodio El club de los "patteos" muertos. En EEUU el golf ha sido desde siempre un deporte de ricos y el minigolf su triste sucedáneo. Pero en los Simpson hay más referencias a este deporte, y se centran en una de las pistas del circuito de minigolf de Springfield, concretamente la que consiste en la reproducción de un molino, donde en 1980 un joven Homer trabaja haciendo girar las palas y en cuyo interior mantendrá las relaciones sexuales con Marge que darán lugar a Bart y a un rápido matrimonio (en Me casé con Marge). No es la única vez que acuden al mismo lugar: en Marge ¿Puedo acostarme con el peligro? y tras una etapa de inactividad sexual la pareja descubre que les excita mantener relaciones en lugares donde corren el riesgo de ser descubiertos, regresando así al interior del molino, aunque en esta ocasión a plena luz del día y mientras el recinto está abierto al público.
27.3.06
Simpsonario (CD)
Anciana señora de porte noble y de carácter altivo que ejerce de instructora de equitación en el Establo del Castrado Agradecido, criadero de caballos mansos.
26.3.06
EL MEME DEL CUATRO
La Bella Khalo me propuso hace unos días para continuar el meme del cuatro, así que voy para allá.
Cuatro trabajos que he tenido:
eu...
pinche de cocina;
negro;
gris redactor de reseñas de mierda en revistas de mierda;
matar a la Hidra.
Cuatro libros que he disfrutado recientemente:
Malpertuis de Jean Ray;
La Izquierda Exquisita / Maumando el Parachoques de Tom Wolfe;
Eaten Alive!: Italian Cannibal and Zombie Movies de Jay Slater;
La Tierra Trema de Robert Anton Wilson (espero que haya reseña por aquí esta misma semana).
Ahora estoy con la Psicología de Masas del Fascismo del gran Wilheim Reich, el padre del Orgasmatrón.
Cuatro sitios que visito diariamente:
Bizácoras
Escolar
Focoblog
adlo
Cuatro sitios en los que me gustaría estar ahora mismo:
La taberna del Cordero Degollado;
el Castillo de Fu-Manchú, sometido por su hija;
Planeta Mongo;
Insmouth.
También me gustaría mucho poseer el mejor kung-fu y estar en un hospital haciendo frente a hostias marciales a una invasión de zombies en defensa de un frupo de bellas adolescentes.
Cuatro discos que he disfrutado recientemente
Esta es chunga porque son los del boogaloo encefálico, que los escojo y escucho a lo largo de las semanas unas cuantas veces para hablar de ellos por aquí, así que la respuesta es el Psychocandy de los Jesus and Mary Chain, el primero de los Violent Femmes, la beseón de Casino Royale y... ese lo sabreis el jueves. Espero. Por primera vez en mi vida estoy desconectado de la actualidad musical.
Cuatro personajes a los que odio irracionalmente
Imposible, soy todo amor.
25.3.06
BOXEADORES ESPIRITUALES, LUCHADORES MÁGICOS Y 18 ARMAS LEGENDARIAS
Les hablaba hace bien poco de la importancia de un buen inicio coolzetoso para sumergirse de lleno y sin red en este tipo de productos. Hace unos días la visión de los primeros minutos de Legendary Weapons of China me impulsó irremediablemente a verla entera, con nocturnidad y alevosía: a los títulos de crédito, que son un genuino baile de armas y acrobacias de la mano de sus protagonistas (al más puro estilo teatral del ballet chino), seguían un par de escenas que se mostraban tan sicotrónicas a mis ojos que no podía resistirme a un pase. Sumen a eso que ya hace unos meses que voy compilando compulsivamente casi todo lo que de la Shaw Brothers se me pone a tiro. Así que vayamos por partes.
A principios de los 80 el director estrella, el renovador de la mítica productura hongkonesa, era Lau Kar-leung. Experto marcial, instructor y coreógrafo de muchas de las películas de los 70, entre ellas las violentas y masculinas epopeyas de Chang Cheh (incluyendo nuestra querida Furia del Tigre Amarillo), en el último tramo de los 70 se pasa a la dirección e inicia una filmografía plagada de títulos clásicos, destacando el que en 1978 supone una inflexión para el entonces aún relativo declive de la casa de Sir Run Run Shaw: Las 36 cámaras de Shaolin. Está claro que el cine de Lau Kar-leung y el de Chang Cheh son muy diferentes. Al segundo le faltaba humor y se centraba casi exclusivamente en un tratamiento ciertamente sádico del héroe masculino y el impulso vengativo. El primero opta por el espectáculo coreográfico total, no olvida (ni mucho menos) el sentido del humor y huye siempre que puede del monotemático "has matado a mi maestro". Es en ese contexto en el que hay que situar la película de hoy.
El título no engaña: Las armas legendarias del kung-fu, concretamente 18. Todo gira hacia un climax esperado basado en el uso de todas ellas en duelo apoteósico. La historia se construye alrededor de ese motivo. El maestro Lau Kar-leung escribe, dirige, coreografía e incluso coportagoniza un filme en el que la acción espléndida ocupa la mayor parte del metraje. Yo diría que casi el 90 % son escenas en las que la agilidad marcial está en pantalla, con la virtud de que la perspectiva va variando del delirio pop chino del inicio al duelo final más o menos clásico, pasando por las intrigas y el combate humorístico.
Les decía que el inicio es de esos que me enamoran e impulsan a ver el filme lo antes posible. Tras los inusitadamente largos títulos de crédito iniciales (recordemos que nos van mostrando a los cinco protagonistas haciendo uso paulatino de las 18 armas legendarias) el espectador se enfrenta a un muy fumanchunesco decorado en el que Wu, ni más ni menos que el gran Alexander Fu-Sheng, al que ya de entrada intuímos pérfido y vil, recibe con todos los honores y aspavientos al que parece ser líder de su secta, Mr. Li. El susodicho Wu, con su bigotillo y su druculiana capa roja, recibe el encargo de liquidar al traidor maestro Lui Gung (que les ha abandonado y vaga de incógnito por la China rural) y aprovecha para hacerle una demostración de sus fuerzas por todo lo alto a Mr. Li. La demostración es una delicia sicotrónica. Sus secuaces chinos, formados en fila a su espalda, aparecen y desaparacen entre humos, saltos y explosiones. Segidamente, haciendo uso de sus manos y poder hipnótico (la llamada magia Maoshan) obliga a dos de ellos a automutilarse. Uno se arrancará los ojos mientras efectúa un doble salto mortal y el otro se agarrará con dolorosa fuerza la entrepierna (¿arrancándosela?no me ha quedado claro, ciertamente) mientras voltea de espaldas. No contento con todo esto, utilizando un muñeco de trapo (muy similar a los utilizados en los ritos vudú) hace que todos sus pupilos queden en trance robótico y declamen su entrega hasta la muerte. Mr. Li queda impresionado, dice que sí, que muy bien, pero que la misión debe ser secreta y conformada por muy pocos de sus hombres.
Y si el espectador inteligente ya empieza a frotarse las manos, lo que sigue continua siendo glorioso. Gordon Liu, el gran Gordon Liu, como Ti Tan y al mando de un grupo de discípulos que son objeto de una prueba: resistir disparos en pleno pecho. Se ponen en fila y, desde una especie de terraza interior, un grupo de fusileros les disparan. Sus pupilos aguantan de pie unos segundos con los dedos cerca del boquete sangrante, dirigiendo hacia allí su kung fu. Por si eso no es suficiente, Ti Tan les coloca el típico pergamino tao (los seguidores de la saga Mr. Vampire saben a que me refiero) para ayudarles a superar la prueba, cosa que, lógicamente, no consiguen. Ante el fracaso ordena a otros cuatro que se coloquen en posición, pero sus superiores prefieren que sigan perfeccionandose.
Llegados a este punto uno se pregunta ¿Pero qué coño está pasando aquí? ¿De qué va este delirio de súbditos que se arrancan los ojos o se dejan disparar a bocajarro? Así que mejor les pongo en situación (a mí me costó un ratito). La película se sitúa en plena Rebelión de los Boxers, la revuelta china contra el imperialismo occidental de 1899-1901, aunque aquí el punto de vista es, lógicamente, muy diferente al de 55 días en Pekín. Por no salir, no salen occidentales sino que se basa en una imaginaria lucha interna. Con fe inusitada en el poder marcial, el clan de boxers que protagoniza el filme le ha vendido la moto a la emperatriz de que con su kung-fu sus boxers podrán resistir los impactos de las armas de fuego occidentales. Y en eso están, haciendo pruebas. Lei Gung, uno de los maestros, harto de la estúpida sangría de jóvenes que supone el experimento, habría abandonado. Acusado de traicion y condenado a muerte, vive camuflado en algún lugar de la China rural.
Lo que acabo de explicar es el punto de partida. A partir de aquí la película se estructura como obra de protagonismo coral: los ya citados Alexander Fu-Sheng y Gordon Liu, a los que añadir al mismo Lau Kar-leung (que sería el maestro fugitivo) y a un par de jóvenes que intentan localizarlo por separado y con motivos bien diferentes (Hsiao Ho y Kara Hui). Así, tras ese principio de kitsch chino que tanto me sulivella, continua una especie de comedia de intrigas y equívocos en el marco de la típica posada con varios especialistas del kung-fu intentando descubrirse unos a otros (una subtemática muy habitual a poco que busquen), jugueteando con el uso de las artes marciales aplicadas con disimulo a todo tipo de mobiliario o vajilla y sin hacer ascos a algunos detalles del cine de ninjas, por entonces en pleno apogeo. La aparición de unos timadores que pretenden hacerse pasar por maestros gira el argumento hacia una especie de parodia con elementos gore de las películas de Chang Cheh (uno de los timadores simula ser primero destripado y luego reintroduce sus entrañas con un falso kung fu) que termina en un delicioso combate con el lider de los timadores poseido y manejado robóticamente a distancia con un muñeco maoshan.
Y luego, claro, el largo climax final con los combates contra Gordon Liu, cuya cabezota calva se convierte en una especie de ariete indestructible (hasta que descubren su punto débil) y contra Alexander Fu-Sheng, que es cuando se desata el repertorio de las 18 armas legendarias, todas ellas presentadas con subtitulos: Dardo con cuerda, Mazos dobles, Hachas dobles, Lanza de la serpiente, Kwan Tao, sable, doble sable, Lanza, latigo de acero de 3 secciones, Doble daga, Doble tonfa, Pala de monje, Baston, Tridente, Escudo, Cuchillo mariposa, Palo de tres segmentos y finalmente las Manos Vacias, es decir, la no arma con tratamiento de arma. La prueba de que es el must de la función mucho más allá de su argumento es el abruptísimo final que deja ciertamente descolocado pero con la boca abierta tras todo el repertorio acrobático exhibido en un filme que es pura delicia imprescindible para los aficionados al cine de la Shaw Brothers.