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13.8.05

ESTÁS EN LA FRECUENCIA GLOBAL



Me he leído, así de un tirón, los doce números que forman la serie limitada Global Frequency. Como ejemplo de tebeo de Warren Ellis es casi como de cajón. Reúne sus virtudes y defectos. Me consta que Ellis no es del agrado de todo el mundo, pero sepan que yo me decanto claramente por el lado de los que disfrutan con sus historias. El creador de Planetary o Transmetropolitan toca temas que son de mi interés. Y desde luego forma parte de las lecturas peligrosas, de género y carácter pop, que constituyen las entrañas de la teoría de la sociedad borderline. La verdad está en el pulp.

Global Frequency es una organización no gubernamental dedicada a solucionar problemas generados por el poder institucionalizado que no deben ser de dominio público. Mil y un agentes voluntarios, especialistas en materias dispares, unidos a través de la tecnología, dirigidos por Miranda Zero y coordinados por la agente Aleph (en un borgiano homenaje). Como ven, tiene muchos puntos en común con las temáticas del gusto de Warren Ellis: organizaciones independientes enfrentadas al poder, de corte anarco-progresista y amigas de la tecnología, siendo el poder mayormente un cúmulo de burocracias secretistas que han generado problemas que superan su ámbito territorial, demasiado contaminadas de su propia naturaleza. Como explica la líder en el primer número: “se trata de salvarnos a nosotros mismos de las cosas que nos caen encima. Y no siempre podemos ser blandos”.



Historias autoconclusivas que enfrentan a la organización protagonista a todo tipo de peligros dispares: paranormales mejorados tecnológicamente dispuestos a abrir un aguejero negro en San Francisco, versiones psicokillers del hombre biónico, memes alienígenas, sectas suicidas que habitan en internet, magias desbocadas, terrorismo de extrema derecha o extrema izquierda, paramilitares racistas, satélites de la Guerra de las Galaxias reaganiana descontrolados o mad doctors genetistas. Los detractores de Ellis, pero, mejor que se mantengan alejados. El guionista es aquí fiel a su estilo y más que plantear las historias las esboza, con finales abruptos tras una narrativa de ritmo frenético, con escasez de diálogos, elipsis, personalidades apuntadas sólo en lo necesario. Ellis entrega parte de la historia al lector al mismo tiempo que imprime un ritmo que hace que cada tebeo se lea en apenas diez minutos. O menos.

De hecho, en ocasiones, toda la historia se mueve alrededor de una única idea. Uno puede preguntarse si con una única idea pueden construirse tebeos de 22 páginas. Yo creo que sí: son tantos los que se construyen sin ninguna que una sola ya tiene su mérito. Son tebeos que se finiquitan en un par de páginas de violencia ilimitada, en ocasiones idéntica (las historias de los números 4 y 7, por ejemplo, se resuelven de manera muy similar). Según avanzaba la lectura también notaba un cierto deje de serial televisivo, con el claro referente de ser una Misión Imposible High Tech del siglo XXI, cuando me entero de que la adaptación al medio catódico ya está en marcha, aunque no guardo demasiadas esperanzas con el resultado.

En el apartado gráfico destaca el hecho de que cada historieta está dibujada por un artista diferente. Los hay de todo tipo, y algunos pesos pesados del gusto ausente, como Gary Leach, Glenn Fabry, Steve Dillon, David Lloyd, Simon Bisley o Chris Sprouse. Este detalle acaba por perfilar una serie que es limitada porque sí, al no haber ninguna subtrama entre números, anticlimática y sin un empaque gráfico conjunto. Warren Ellis es un faceta de desidia nihilista. Faceta que a mi me gusta, aunque lo aviso por si acaso. Yo he disfrutado con la lectura pero no voy a decirles que es la rehostia. Eso es cosa suya. De ustedes.

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