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1.6.05
JOHN LIU, TOMAS TANG, GODFREY HO y EL GLORIOSO KUNG FÚ CASPA
A más de una semana vista, el post sobre Made in China continua vigente en mi cerebro, y espero que en el de ustedes. Desde el momento de su publicación quería complementarlo con algunos datos sobre John Liu que quedaron en el aire. La sicotronía del filme tiene precedentes, no se crean, y vínculos que nos llevarían al imperio cochambroso y caradura del kung-fú caspa de Godfrey Ho, Tomas Tang, Joseph Lai y productoras tan míticas para el aficionado a lo coolzetoso como la Asso Asia, la Filmark Ltd y la IFD, pasando de puntillas, de momento, por la tremenda "bruceliclonexploitation". Por otro lado, en los quioscos españoles puede encontrarse una colección de dividís de cine de artes marciales de bajo presupuesto que contiene algún título de interés y es mi obligación señalarlo (si no hubiera sido por el aviso de Viruete la cosa se me escapa y todo). Además, de nuevo me he visto acudiendo en busca de información a la estupenda guía Made in Hong Kong de Domingo López. Así que en honor del corta y pega cinematográfico he decidido machambrar estos cuatro vórtices dimensionales en un mismo texto, que además cubrirá un poco el hecho de que estos últimos días no he podido ni podré dedicar al Blog Ausente todo el tiempo que querría.
Si leyeron la detallada sinopsis de Made in China, supongo que estaran de acuerdo conmigo en que la etiqueta “kung-fú caspa”, que le ufano vilmente al gran Viruete, es una definición precisa, y eso que lo de “caspa” nunca ha acabado de agradarme. En estos tiempos que nos hartamos de leer que el cine oriental es la salvación del séptimo arte, que una revista tan gafapastosa como Dirigido Por se desmelena loando las producciones de la Shaw Brothers, que el cine de artes marciales llega a nuestras pantallas con esteticistas productos de la mano del relamido Zhang Yimou, que Tarantino rinde tributo a la violenta serie B nipona, bueno es recordar y reivindicar que durante años, décadas ya, el cine oriental era territorio casi exclusivo de los cazadores de sicotronías fílmicas, voluntarios o involuntarios.
Y es en ese contexto donde Made in China se erige como la obra maestra que es. Cierto que a nosotros nos cae más cerca, al fin y al cabo es, creo, la primera coproducción hispano-hongkonesa. Y la presencia de Mirta Miller, Raquel Evans o Victor Israel la hace mucho más cercana. Pero vayamos por partes. Hablemos de John Liu. El hombre que en Made in China es director, coproductor, coguionista y actor protagonista que, encima, se interpreta a sí mismo. John Liu era un estupendo karateka. Un tipo muy flexible, campeón marcial y apto para las más vistosas coreografías. Su salto a la fama se produjo con uno de los clásicos de la vieja escuela, Rivales Secretos. Con esa película, y en 1976, se planta entre los hot martial artist dispuestos a ocupar el lugar de un Bruce Lee recién espichado pero aún con películas pendientes de estreno en medio mundo. La figura de Liu se engrandece entre los fans con otro clásico: The Mar’s Villa. Y a partir de ahí nuestro hombre coquetea con amistades peligrosas, Dragon The Hero dirigida por Godfrey Ho para la Asso Asia, y cine sin prejuicios como The Incredible Kung Fu Mission (también conocida como Kung-Fu Commandos) un remedo en clave karateka de Doce del Patíbulo. Si se fijan en la filmografía que les he enlazado al principio de este párrafo (la que más concuerda con mis datos que he encontrado: los errores de la imdb han generado cierto desorden) verán que 1978 y 1979 fueron años muy activos para John Liu. Y no sólo por lo que hace al mundo del cine.
A finales de 1979 Liu se traslada a París. El trono de Bruce Lee seguía vacante y quizás en el extranjero fuera más fácil optar a él. Pero también era una ciudad en la que la nueva moda del karate había pegado fuerte. Y Liu era una estrella en las revistas especializadas. Tenía una disciplina propia, el denominado Zen Kwon Do, y una esplendorosa e imposible patada de espaldas, que impactaba en la jeta de quien tuviera detrás, por encima de su hombro. Así que fundó una escuela de artes marciales en la capital parisina. Pero el mundo del cine seguía tentándole, y no sólo eso, podía suponer un impulso a su academia europea. Así que allí mismo rueda, ese mismo año, Zen Kwon Do Strikes in Paris (que el mercado de vídeo español redujo a un simple Zen Kwon Do) para su propia y recien estrenada productora: la John Liu Film Co. Tengo la película en casa desde hace un par de años pero la majestuosidad zetosa de Made in China me frena el visionado, y eso que estoy seguro que una no se entiende sin la otra. No se preocupen, entre Godzillas, Frankensteins de la Hammer y chatarrerías mexicanas estoy dispuesto a hacerle un hueco lo antes posible. Acudo, pues, a lo que de ella se dice en la guía de Domigo López mencionada al principio de este texto:
“Los últimos coletazos de la carrera fílmica de Liu, poco antes de acabar realizando en nuestro país el engendro Made in China. Aquí se marcaba una autobiografía fantasiosa en la que su padre era un científico de la Nasa perseguido por la mafia y él dirigía un gimnasio en Francia (lo único cierto quizás), que abandonaba para ayudar a su progenitor. Interesantes ideas atrapadas en uno de los guiones más ineptos de la historia del cine. Godfrey Ho intentaría salvar la película pero el empeño de Liu por dirigir dio como resultado la presente decepción”.
Fíjense en algunos detalles: por un lado la presencia de Godfrey Ho en el rodaje, sobre quien hablaremos más tarde; por otro: Liu se interpreta a sí mismo y pretende vestir su pasado con un áure de misterio. La sombra de Bruce Lee es alargada. En Made in China pretendía lo mismo. Seguramente pensara que a la larga si estos vínculos con la mafia, la NASA, la CIA o la KGB se repetían película tras película acabarían por ser ciertos. En cierta medida, un hombre adelantado a su tiempo: en la sociedad borderline la verdad está en la tele. El “Si no lo veo no lo creo” es dogma de fé del siglo XXI pero en 1984 había que ser muy listo para intuirlo. El tercer detalle a destacar es el empeño de John Liu por ser autor, director, productor. Un mucho de vanidad, seguramente.
La siguiente producción de la John Liu Film Co., apenas un año más tarde, sería Dragon’s Blood, aquí editada como John Liu en México. Sólo he visto unos trozos y obra, también, en mi poder. John Liu de nuevo como hombre orquesta y, por segunda vez, interpretándose a sí mismo en plena ucronía de bajo presupuesto: un místico luchador zen, ciego, en una especie de spaguetti-western atemporal. Jodorowky meets Liu con la vista puesta en la televisiva Kung-Fu de David Carradine. La cosa no debió funcionar muy bien (no me extraña) y pasan cuatro años hasta la siguiente película. La ya mítica Made in China. La última película de John Liu.
Con su obra maestra rodada en la Costa Brava acude al corta y pega (las escenas iniciales y todo el trozo de Paris son restos o remedos de productos inconclusos o así), a la llamada del softocore engañabobos (con la Miller y la Evans enseñando palmito, al fin y al cabo el filme se distribuyó en media Europa como Kung Fu Emanuelle quizás con un posible montaje alternativo con desnudos), al uso de cualquier recurso con el objetivo de terminar una película destinada a competir con cualquier producto de cine de acción de la época: voces en off que sirven como pegamento de cola para fijar un poco la incoherencia argumental, máscaras para disimular que los actores son siempre los mismos, extras de pacotilla incapaces de dar una patada al aire, alguna coreografía potable junto a su amigo Casanova Wong (aka Ca Sa Fa), absoluto caos geográfico (que, no nos engañemos, nosotros pillamos porque está rodada aquí al lado) y mucho delirio casual. Y si encima había un accidente de avión a la vuelta de la esquina, venga, a correr, grabar y utilizar. Toda la confusa escena final en el aereopuerto es fruto del accidente. “Tenemos un accidente, hay que apañar el guión para poder meterlo como gran traca final”. En definitiva: la magia del cine.
Desconozco cómo llegó Liu a España. De hecho desconocía el filme hasta que Spaulding detectó el pase en el canal Cine Tívoli y Domingo López desvelaba la gran zafiedad pseudo snuff:
“Tela marinera. España coproduce con Hong Kong un soberano petardo con una trama tan original como imposible (la CIA entrena a un escuadrón de soldados a los que controla mediante una droga secreta) con un John Liu pasado de rosca luchando contra unos incapaces que no saben donde tienen la mano derecha. Para adobar el conjunto, la Miller y la Evans se despelotan a la menor ocasión provocando en el espectador un estado de inquietud a la espera en la pantalla de Juanito Navarro y compañía. El avispado Liu incluyó en el montaje final terribles escenas de los resultados de un accidente real de aviación con una voz en off que decía, eso sí, dar sus respetos a los familiares de las víctimas. Todo un detalle. Aka Ninja in the claws of the CIA”.
He visto Made in China doce veces y la tengo en un altar. Pero la carrera de john Liu acaba ahí. Su nombre sólo ha vuelto a aparecer en una ocasión más, en Trinity goes East . En 1998. La pregunta, pues, es importante: ¿Dónde se metió John Liu de 1984 a 1998? En un foro guiri de internet se puede leer lo siguiente:
“John Liu was a very interesting character and super kicker. I heard in the early '80s he disappeared and went on the run owing much money to American Express. Prior to that he was teaching his Zen Kwun Do in Paris and even made a film there called Zen Kwun Do Strikes in Paris opposite French fighter Roger Paschy and Dan Schmitz. Since he disappeared no one seems to have any idea where he went.”
Como ven, se preguntan extrañados sobre su desaparición y especulan con algo oscuro, turbio: “se dio a la fuga con un montón de dinero de American Express”. Desconozco, obviamente, si el delito existió. No me extrañaría. Hace ya unos años Spaulding y yo organizamos un ciclo de cine basura que fue un pequeño desastre. Como no podía ser de otra manera, Made in China estaba entre las escogidas. Y fue allí donde me dieron la pista definitiva sobre el paredero de John Liu durante más de diez años. Estaba en la cárcel. En la cárcel de Zaragoza. Por trata de blancas. Algunas academias de kárate de las ciudades dormitorio que rodean Barcelona incluso habían organizado algún viaje en autocar para que el Maestro del Zen Kwon Do les diera algunas clases y rebajar, así, su pena. En realidad, Made in China era más que una película, era también una tapadera para el negocio clandestino. No he podido constatar la total veracidad de la historia, pero cada vez le doy más crédito según avanzo en mis, de momento, tímidas investigaciones.
John Liu en 1998
¿Y dónde aprendió John Liu a hacer películas? El nombre ha salido ya un par de veces en este texto: Godfrey Ho. Maestro del corta y pega y realizador de películas primero de karate (explotaciones de Shaolin y de Bruceploitation) y luego de ninjas. Títulos míticos como Ninja Thunderbolt, Ninja Terminator, Black Ninja o Golden Ninja Warrior. Cientos de películas de serie zeta asociado a Joseph Lai y a Tomas Tang en productoras como la IFD, la Asso Asia y la Filmark Ltd. Y así, casi sin querer, con los mínimos grados de separación, llegamos directamente al rey del kung-fú caspa: Tomas Tang.
Tomas Tang es, de hecho, uno de los grandes misterios chinos. En realidad un seudónimo utilizado primero por Godfrey Ho y luego por el taiwanés Wu Kuo Jen. Cuando la sociedad de los tres visionarios del cine de derribo (Ho, Lai y Kuo Jen) se separa, es éste último quien hará suyo el seudónimo y llevará a la Filmark Ltd a las más hermosas cumbres de la caradura cinematográfica. No pretendo explicar aquí la vida y milagros de Tomas Tang, en este artículo de Pasadizo encontrarán todo lo que yo pueda decirles, así que me limitaré a esbozar algunas virtudes del maestro del corta, pega y colorea.
Nuestro hombre se dedicaba a comprar pelis orientales de saldo y utilizar su metraje en otras películas y a prometer el oro y el moro en carátulas dibujadas que eran, en realidad, un ideal al que sus películas no llegaban nunca. Para favorecer la venta al extranjero contrataba pésimos actores occidentales que pasaban por allí y, eso sí, rodaba unas cuantas escenas repletas de efectos de cable, violencia y desenfreno coolzetoso. Luego lo empalmaba todo en un muy poco escrupoloso bricolaje creativo cinematográfico. Una auténtica factoría de kung-fu caspa y cine de acción de tercera regional. Tomas Tang, en su encarnación de Wu Kou Jen, murió en un gigantesco incendio que se llevó consigo a su esposa, a parte de su equipo y el rascacielos en el que estaba la Filmark Ltd. Desconozco cómo fue el incendio, retransmitido en medio mundo por lo espectacular y por los numerosos muertos que hubo, pero siempre he pensado que no era casual que él estuviera ahí dentro. El cine es material inflamable. A veces he llegado a pensar en oscuros vínculos con las triadas chinas. ¿Quién lo sabe?
Tomas Tang dejó para la posteridad una trilogía que ríanse ustedes de Padrinos y Guerras galácticas. Ante el éxito de Mr. Vampire, Elm Street y Robocop reaccionó con celeridad manufacturando Robovampire, Contraespionaje en la selva y El diablo de la dinamita. Vampiros chinos, guerreros futuristas, gore de andar por casa, robocops de plexiglás, pirotécnia de baratillo, efectos de cable, tiroteos caóticos, fantasmas voladores, diálogos imbéciles y surrealismo casual. Películas, las tres, que algún mes de éstos serán tratadas en este Blog Ausente que todo lo recicla.
En ellas, además del metraje rodado para la ocasión, se empalmaban trozos de otras películas compradas, como he dicho antes, de saldo. Grandioso es que las películas de Tang resulten más divertidas que los originales remontados. Para que la cosa tuviera un mínimo (sin)sentido, alguna llamada de teléfono era el vehículo que unía personajes de filmes diferentes reunidos en un mismo subproducto. Mucho se ha hablado del metalenguaje cinematográfico, del cine dentro del cine, de ejercicios de estilo virtuosos y manieristas, de Rosas Púrpuras del Cairo. Las conversaciones telefónicas de la Filmark Ltd destrozan cualquier construcción racional y nos acercan a lo irracional, que siempre es más mágico. La magia del cine y el metalenguaje supremo (y de andar por casa) son esos personajes de películas diferentes que se comunican mediante una simple llamada de teléfono y un diálogo tan kafkiano como falso. De corta y pega. El cine de derribo es lo que tiene, que a menudo resulta más creativo sin quererlo.
Para mi desgracia conocí todo este cine cuando ya había pasado. Viví la explosión de las artes marciales y de las películas “de chinos” en los cines de barrio y las sesiones dobles de los 70. Me las tragué todas. Pero la invasión de los ninjas se produjo en los videoclubes de mediados de los 80 y por aquel entonces yo andaba más preocupado por los clásicos del cine normal y por el gore italiano y el cine de terror occidental. No fue hasta que un año, en el Festival de Sitges, la Historia china de fantasmas me dejó maravillado. Enseguida vino el fastuoso The Killer de John Woo y fue entonces cuando me percaté de lo mucho que había evolucionado el cine de Hong Kong. Para recuperar el tiempo perdido me vino de maravilla el libro de Domingo López del que ya he sacado un par de extractos en este texto. Made in Hong Kong: Las mil películas que desataron la fiebre amarilla (Midons Editorial, 1997). Una lectura atenta y entregada me permitió, hace ocho años, recuperar mi pasado y elaborar una lista de títulos que debía conseguir para alcanzar la felicidad zinéfaga suprema, daba igual cuál fuera el medio o la calidad de la copia.
La fiebre del vhs ya pasó, pero la del dividí no ha hecho más que empezar. Viruete me lanzaba el aviso en los comments de este blog: “Va a salir la de El diablo de la Dinamita en una colección de caspas de Kung Fu que está saliendo en los kioskos. La semana pasada venía El cristal mágico.” Y me lancé a la calle a por la entrega citada. A continuación les relaciono algunos de los títulos previstos en esta colección bautizada como Maestros del Kung-Fu, junto a pesquisas que he realizado por mi parte y en algunos casos extractos de la referenciada guía que tanto me sirvió a finales del siglo pasado:
El cristal mágico. “Una de las mejores películas de HK editada de tapadillo en España por una casa especializada en porno y películas de Joseph Lai. La historia es una trama de contraespionaje con los superagentes Andy Lau y Cynthia Rothrock tratando de localizar una piedra gigantesca y poderosa codiciada por la KGB que tras ser hallada en Grecia es poseída actualmente por un niño chino, del que se ha hecho muy amigo ya que el pedrusco es un extraterrestre. Wong Jing hace el payaso como nunca (la escena del intercambio de pies y manos es única) pero los efectos del filme son descaradamente económicos, aunque esto no afecta el resultado distractivo del film.”
Dentro de tres Días (Lucha de serpiente de un dragón budista). Conocida internacionalmente como Snake Fist of the Buddhist Dragon y del palo Wu Tang Clan, leo en el imdb que también sería un remontaje de varias películas. El que lo comenta se refiere a los Godfrey Ho y Joseph Lai, así que probaré con ella en una operación de alto riesgo: seguramente será una mierda.
Conspiración de Shaolín. Ésta podría molar lo suyo ya que se trata de Jade Dagger Ninja, de la que habla bastante bien por las diversas webs especializadas en el tema, como por ejemplo aquí.
¡Al Ataque Kung-Fu Kids! De ésta paso porque el rollo infantil éste me da cierta tirria por mucho que se hable muy bien de las espectaculares escenas de acción de esta primera secuela de los Kung-Fu Kids. Lo mismo me pasa con El Pequeño Kickboxer, pero estoy seguro que lo repensaré hasta el último momento ya que se trataría de una producción seria del mentado Tomas Tang, sin reutilizar metrajes y huyendo de la sicotronía trash.
Droga dominante me tiene la mar de intrigado. Me he estado repasando la filmografía de Meng Fei y soy incapaz de dilucidar de qué título se trata. El atractivo título y una carátula en la que vemos dibujados un ninja, un típico espadachín wuxia vestido de blanco, una bailarina y una estatua de Buda ayudan muy poco. La curiosidad podrá conmigo.
Otra que caerá en la saca será Li, Cuello de acero. Aquí les dejo una review del dividí de zona uno. Hay otros títulos de los que nada sé. Viruete dice que El misterio de la caja china es un aburrimiento. El látigo mágico es una incógnita. Pero, atención, la última entrega es una obra maestra del kung-fú caspa: El diablo de la dinamita. La última entrega de la comentada y mítica trilogía de Tomas Tang. Con la reseña de Domingo López me despido jubiloso y feliz de todos ustedes.
“ Regresa el festival internacional del seudónimo, con una colección de nombres de lo más ridículos en el reparto de un film que reutiliza gran parte del metraje de La ciudad de la venganza. No se sabe si es que Tomas Tang piensa que así va a venderse mejor en los mercados occidentalesuna película de vampiros chinos controlados por un mafioso que dirige una red de casinos ilegales y que luchan contra un superhéroe llamado EL guerrero futurista. Muchas tonterías, fantasmas infantiles que se hacen amigos de los niños, un tipo al que le saltan un ojo en primerísimo primer plano y expertos luchadores disfrazados de zombi dándose costalazos contra el mobiliario del decorado. Otro título de culto de la Filmark.”
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