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25.4.05

GODZILLA MONTA UNA FIESTA CON TODOS SUS AMIGUITOS



El Blog Ausente sigue celebrando con júbilo y alborozo el cincuenta aniversario de Godzilla y, entre otras cosas, repasando cronológicamente todas las películas. Tras El hijo de Godzilla le llega el turno a un filme mítico para los aficionados que también representa el fin de una época: Invasión extraterrestre (Kaijû sôshingeki ; Destroy All Monsters ; 1968), auténtica fiesta y tour de force de una Toho dispuesta a arrejuntar la mayoría de sus criaturas en una misma película.



Tras los dos entretenidos filmes dirigidos por Jun Fukuda, esta novena entrega supone el regreso de Inoshiro Honda tras las cámaras. También implica la vuelta al destrozo urbano tras un par de títulos donde el entorno exótico y selvático se había adueñado de la función. De todas formas, tampoco se abandona la idea de la isla. Es en Invasión Extraterrestre donde por primera vez se muestra la idea de la Monster Island, la isla de los monstruos donde habita el bestiario de la Toho. Habíamos visitado la isla de Mothra (la Isla Infante), la isla de la organización Red Bambú donde habitaba la langosta Ebirah y la isla con insectos gigantes donde Minilla, el hijo de Godzilla, salía del huevo. Pero la idea de un lugar geográfico donde todos esos gigantescos seres conviven en extraña armonía aparece aquí por vez primera. Hay que apuntar, de todas formas, que la isla es una creación artificial de los humanos.



A parte del amontonamiento monstruil que analizaré enseguida, no se puede decir que sea la más original de las entregas. De hecho, cierto cansancio se intuye claramente cuando se constanta que Invasión extraterrestre no es más que un remake, con variaciones, de Los Monstruos invaden la Tierra. El tronco central es el mismo: pérfidos extraterrestres invasores de encantador aspecto pulp, heroicos astronautas y cruce de géneros (kaiju con uchu). Y como en aquella, , la acción vuelve a situarse en un hipotético futuro, 1999 para ser exactos. En el colmo del aprovechamiento de efectos especiales de anteriores películas (y eso que no es ésta precisamente la que acude con más descaro al recurso del baratillo) las maquetas y escenas del inicio, con una estación espacial de la que salen algunos vehículos y el despegue de un cohete ¡son las mismas! No lo recordaba al iniciar el pase, tumbado en el sofá de la Mansión Ausente, y por un momento he estado a punto levantarme y cambiar la cinta pensando que era un error. Tampoco hubiera sido tan raro ya que los títulos españoles de ambas, de conceptos tan próximos, pueden inducir a confusión, y eso sin tener en cuenta que la película de hoy también ha sido emitida por diversas televisiones locales con el título de La invasión de los Monstruos.

A lo que iba. En ese futuro hipotético los monstruos viven confinados en una isla. Una barrera invisible les impide salir, controlada por humanos desde una base situada en el centro subterráneo del lugar. Allí vemos a Rodan cazar un delfín, a Godzilla intentar la huida y a unos cuantos más en una educada y sorprendente convivencia. Vale que unos cuantos se hicieron amiguitos para derrocar a King Gidorah, el dragón de tres cabezas, pero sorprende la presencia de elementos más competitivos como Gorosaurus o la araña Spiega. Sea por la razón que sea, lo cierto es que todo el montaje se viene abajo por culpa de unos extraterrestres invasores, los kilaks, que primero gasean y duermen a los que están en la isla, luego les injertan (a monstruos y humanos de la base) unos aparatos ciclíndricos para el control mental. Lo hacen tras la oreja y cerca de la nuca, tradición pajera obliga, aunque casos más complejos como en el de la oruga Mothra no se explican. Así, los monstruos monitorizados son primero soltados a la buena de Dios por diversas capitales y luego, cuando la resistencia humana se pone más dura, utilizados como primera línea de defensa. La idea de tener a Godzilla como perro guardian en la puerta de casa es, ciertamente, sugerente. Finalmente, cuando los monstruos son liberados, los invasores acudirán primero a King Gidorah (un viejo amigo de esta casa) y luego al llamado Dragón de Fuego (que acabará resultando ser un ovni megasupercalorificado). No les voy a decir quien gana porque creo que resulta bastante obvio.



La gran baza del filme es la larga lista de monstruos invitados. Hasta once cuento yo y espero no haberme equivocado: ver la película en formato cuadrado, sin respetar el escope original, hace que se pierdan algunos de presencia secundaria y de colocación al margen del plano. Es el caso de Baragon, a quien sólo vemos, casi de casualidad, hacia el final. Un elemento interesante es que se produce una segunda y numerosa incorporación de bichejos procedentes de películas kaiju de la Toho hasta entonces no vinculadas directamente al Universo Godzilla. La primera incorporación, más pasuada, podríamos decir que fue la de los Rodan y Mothra, provinientes de dos filmes clásicos del inicio del género, y no es hasta ahora que se produce una segunda anexión, un poco a lo bestia, pero que, en cierta medida, reincide en recordar esa sensación de unidad y homogeneidad que dan los cruces entre personajes del Univeros Marvel.



Pasemos, pues, lista. Tenemos, por un lado y obviamente, a Godzilla. Junto a él viejos amigos de esta sección: Mothra en su fase de larva, ese estupendo villano espacial que es King Gidorah, Rodan y el apuercoespinado Anguirus (que protagoniza una espectacular caída libre desde el aire en medio de la batalla contra el alado Gidorah). Procedentes de la última entrega tenemos al retoño de Godzilla, Minilla (que continua con su obsesivo rascar de barriga), y la araña Spiega. Y luego el grupo de los recién incoporados al Universo Godzilla a los que me refería antes: Manda, la serpiente submarina, que aquí demuestra grandes aptitudes terrestres y cuya primera aparición se produjo en esa pequeña maravilla pulp que es Atoragon (Agente 04 del imperio sumergido); Gorosaurus, especie de tiranosaurio cuya presentación en sociedad hay que buscar en la deliciosa King Kong se escapa; Baragon, simpático bichejo a cuatro patas, fantástico saltador (rollo canguro), orejudo y con un cuerno central en medio de todo el frontispicio, procedente de un clásico de Honda que no he tenido la oportunidad de visionar: Frankenstein conquers the world (su presencia en el filme es anecdótica ya que al parecer el disfraz, reutilizado en varias ocasiones para la serie de Ultraman, no estaba en buenas condiciones); finalmente tenemos a Varan, una especie de puntiaguda rata voladora que protagonizó uno de los kaijus más ignotos de la Toho: Varan the Unbelievable. Como pueden ustedes apreciar la película es todo un festival en lo que a gigantes se refiere.


Baragon


Gorosaurus y Mothra

Otra gran virtud del filme es que por primera vez se traslada a los monstruos a otras urbes ajenas al archipiélago japonés. Lo primero que hacen los invasores krilaks es llevar a los bichos por una estupenda tour internacional de destrucción del monumento o edificio simbólico. Así, vemos a Gorosaurus aparecer del subsuelo parisino y llevarse por delante el Arco del Triunfo, a Rodan destrozar con su vuelo supersónico el Palacio del Kremlin de la Plaza Roja de Moscú, a Godzilla irrumpir en Nueva York y emprenderla con su aliento radioactivo contra el edificio de las Naciones Unidas. También se informa del ataque de Mothra a China, aunque la Gran Muralla permanece intacta (los chinos son muy suspicaces y a la situación actual me remito) y debemos conformarnos con ver a la pacífica oruga provocando el descarrilamiento de un tren. Los japoneses de la película se quedan todos muy preocupados porque los extraterrestres parecen respetar el archipiélago. Ja!. El monte Fuji es su base de operaciones y Tokio será atacada por varios y a la vez, entre ellos Godzilla, como no, y una estupenda Manda estrujando con su cuerpo de serpiente el celebérrimo tren bala. Como ven, puro espectáculo internacional.


Rodan over Moscow


Godzilla le da caña a la ONU


Manda se encarga del tren bala

¿Y que pasa con los humanos? La presencia humana, con tanto monstruo, se diluye bastente, cosa que alegra sobremanera al espectador y da brio al metraje. Tenemos toda la intriga de la búsqueda de los aparatos utilizados para monitorizar monstruos y humanos. Hay unos cuantos tiroteos de estética bondiana y, sobre todo, muchas naves espaciales. A diferencia de Los monstruos invaden la tierra, donde los astronautas protagonizaban buena parte de la aventura a pie, aquí lo hacen en su hábitat ideal: la nave espacial. Y ese es otro de los puntos a favor de la película, la astronave Moonlight SY-3, pese a su poco original diseño, llega a constituirse en una de las estrellas de la función participando en la liberación mental de los monstruos, cubriéndo sus espaldas cuando pasan al ataque y, especialmente, en su duelo con el Dragón de Fuego y otros platillos voladores. El astronauta heroico, el único humano relevante del filme, es uno de los actores típicos de la Toho, Akira Kubo.



Por su parte, los invasores krylaks desempeñan su papel de villanos de opereta como debe de ser. Actuan más a la sombra que en otras (niponas) ocasiones y prefieren enviar a su abducidos humanos y monstruos a hacer el trabajo sucio. Visten ajustado traje de licra repleto de purpurina y su aspecto similar al nuestro es pura engañifa. Necesitan vivir a altísimas temperaturas y a la que se les rompe el falso ecosistema en que habitan (concretamente Godzilla de una patada) se convierten primero en una especie de gusano para acabar solidificados en roca.


La líder de los invasores


Godzilla a punto de destrozar la base alienígena

La película, insisto, es todo un espectáculo. Primero una fiesta de destrozo urbano. Luego, con la llegada de Gidorah adquiere inigualables tintes pugilísticos. Primero vemos avanzar contra él a todos los monstruos citados, en fila india mientras una voz en off los va presentando (por segunda vez, la primera fue al mostrarlos en su pacífico convivir isleño): “¡Ahí tenemos a Godzilla! Le sigue su hijo Minilla. ¡Gorosaurus les acompaña! ¡Rodan sobrevuela el terreno!” y todo ello acompasado por la espléndida marcha de un Akira Ifukube dispuesto a poner todas las notas sobre el asador. La batalla contra Gidorah es quizás la más violenta del kaiju japonés. El Dragón de tres cabezas acaba saliendo muy mal parado (bueno, y Anguilus también), le vemos sangrar en diversas ocasiones y sus oponente se se ensañan con él brutalmente. Le apalean en plan tumulto, a patadas, mordiscos y pisotones, y porque no hay cascos de moto ni bates de beisbol cerca. Hasta el inocente Minilla lo remata con un original uso de sus anillos de humo, que como un aro desciende por uno de sus cuellos hasta el apretujón final. Siendo como es una película para todos los públicos sorprende un poco tanta violencia gratuita.


Pateando a Gidorah


Golpe de gracia

Los efectos especiales y las maquetas siguen la espléndida línea marcada por la saga hasta la fecha y el uso de escenas procedentes de otras películas, que las hay, se nota poco y molesta menos. Al margen de la ya comentada maqueta inicial, quizá sea el caso de la araña Spiega el que más canta (aunque es la que tengo más fresca en mi memoria). También es cierto que algunos de los bichos están más para hacer bulto que otra cosa (la citada araña, Baragon, Varan). Vista con la perspectiva que da el paso de los años, la película adquiere un aire de fin de fiesta inigualable. A partir de ahora las cosas serán muy diferentes.

Invasión Extraterrestre se estrenó en su momento en las salas españolas, como muchas otras aunque no todas, pero llama la atención no sólo el título ajeno a movidas monstruiles sino el hecho de que hasta en el cartel se rehuye la presencia de Godzilla y sus amigos, centrándose en naves, platillos y unos astronautas con extraños cascos de bombero. En Italia, siempre tan suyos y tan troleros, la llamaron Los herederos de King Kong y hasta se marcaron un gorila gigante en el cartel; y los alemanes seguían refiríendose al saurio radioactivo como Frankenstein. Los americanos fueron más al grano y la bautizaron con ese maravilloso Destroy All Monsters que me tiene enamorado. Y eso es todo por hoy. La siguiente película de la saga será La isla de los monstruos y la labor de este cronista ausente va a resultar bastante menos agradable.


El cartel español


El tramposo cartel italiano

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