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20.3.05
EL CAMELLO HEROICO
Blaxploitation. Cine de bajo presupuesto de los 70 realizado con vistas al espectador norteamericano de raza negra. Subgénero mitificado que muestra en todo su esplendor el impagable look funky setentero. Ayer por la noche me estuve mirando Superfly, uno de primeros y más míticos títulos. Lo de Supermosca, al parecer, se refiere, en argot de la época, a cocaína de máxima calidad. Youngblood Priest es un camello de éxito que planea hacerse con treinta kilos de la golosa sustancia con la idea de pulírselo rápido, ganar una pasta y retirarse. Ese es el argumento y la historia no explica demasiadas cosas más.
De hecho, en términos cinematográficos y de realización, el filme no es ninguna maravilla, desde luego. Su director, Gordon Parks Jr., poca cosa más hizo (Los demoledores). Tampoco el padre, Gordon Parks Sr, que se quedó en Shaft y su secuela. A lo que iba. Que en términos de narrativa la cosa es como bastante descuidada, abrupta, desordenada. Muy sucia. El presupuesto no daba para mucho, es cierto (de hecho el coche del protagonista lo cedió un camello real llamado KC que incluso se interpreta a sí mismo en un breve cameo) pero los planos confusos y cierta atrofia se combinan con curiosas resoluciones quizá fruto de la casualidad o de sus mismas carencias. Pero no se lleven a engaño, las virtudes de Superfly, que las hay y enormes, no están ahí.
Ya de entrada, la primera vez que vemos al protagonista, éste se está metiendo unos gramitos mientras retoza en la cama. Con una blanca. En pelotas. Les recuerdo que estamos en 1972 y la cosa es así como muy para adultos y escandalosa. Sexo interracial y drogas. Youngblood Priest mueve la mejor materia de Harlem y por collar le cuelga la pequeña cuchara que le sirve para ir colocándose. Lo hará durante todo el filme e incluso hacia el final, en uno de los momentos más tensos y culminantes el tipo tendrá los santos cojones de interrumpir la conversación para tastar su propia mercaderia y proseguir la discusión a punta de pistola. Dopado se hacen mejor las cosas.
El camello como héroe de la función. No deja de ser curioso. Extraño. Inhabitual. Vale que el tipo planea dejar la movida pero su forma de hacerlo es pasar aún más, aún mejor, y forrarse. De hecho, el tipo ha prosperado. El héroe de Harlem en su vertiente más puramente popular. Y real. El dealer es quien mueve pasta, se gana el respeto, se mete la mejor materia, se folla a las blancas y a las negras por igual, desafía a los Panteras negras (“si hay que matar blancos yo seré el primero pero hasta ese momento dejarme tranquilo”), tiene el mejor coche, viste de lujo y encima es el bueno. De hecho, su talla moral es aplastante. Todo un ejemplo a seguir.
El conflicto racial se muestra en todo su esplendor. Los malos son los blancos. Blancos con poder político y económico que introducen la droga en Harlem, que utilizan a la policía como tapadera, que explotan a los negros. Contra ellos, el camello heroico. Imagino que cuando suelta al cerebro en la sombra de la red “No te pertenezco, puto blanco maricón” las salas de las barriadas afroamericanas debían explotar en aplausos y jubilos. El cine de bajo presupuesto como catarsis social directamente a la epidermis y sin finuras. A lo burro.
Ya he comentado que cinematográficamente la cosa es como muy abrupta. Pero tiene sus detalles. Hay mogollón de tomas en directo por la calle. Ahora queda como muy moderno, qué cosas. Documentalismo, cámara al hombro y demás zarandajas. Aquí no hay alardes ni actitud. Y mola porque le confiere un realismo de la hostia al filme. No hay dudas: lo que hay de fondo es el Harlem real. Con sus transeuntes chungos. También hay una escena de sexo y polvo la mar de extraña, como guarra y sucia pese a ser en una bañera; una escena medio lisérgica, larga, arrítmica, que desenfoca a ratos para luego mostrar primeros planos del pecholobo de Ron O’Neal. O los gluteos de la negra. O deteniendose en la espuma que cuelga del generoso mostacho del protagonista. Y luego hay toda una escena montada en fotos fijas, con la pantalla dividida en dos, tres o cuatro trozos. Explica el éxito de la movida y hasta como pilla y se pone con su señora un paleta blanco con una bandera norteamericana en el casco. Todo un recorrido rítmico por la felicidad del camello y de su clientela. Sin medias tintas ni moralina ni nada. Genial. Tres momentos en medio de la tosquedad. De hecho, no esperen un filme de acción. Tan sólo una persecución a la carrera al principio y la pelea del final. Por en medio mucho diálogo en habitaciones con unos actores más bien flojitos que no acaban de ubicarse. Todo rodado muy deprisa. Directo. Deslabazado. Feista.
Luego, claro, el otro elemento estrella. El score de Curtis Mayfield. Una de las bandas sonoras blaxploitation más legendarias. De hecho, una de las obras maestras del funk policíaco imitada hasta la extenuación. Menudos pedazos de temas: Pusherman, Freddie’s Dead, el que lleva el título de la peli. Sudorosos, intensos, con sus vientos, con su percusión imparable. La hostia. Se lo digo yo, que los estoy escuchando mientras ésto escribo. El mismo Curtis Mayfield aparece tocando en directo durante la película, en un club del todo genuino. Cutre. Olvídense de discotecas.
Y si a ello sumamos el look funkoso de la película... Que además repito que es real. Ya tendría tiempo la estética blaxploitation de estilizarse y volverse más pop. Pulirse con Cleopatra Jones. Aquí se muestra crudo. Sale una camarera que tiene el peinado afro más alucinante que recuerdo. Una bola o matojo impresionante sobre el craneo. Desafiando las leyes de la proporción. Como de medio metro. Y a su alrededor, ya saben, trajes de corte y confección de colores cantones, abrigos de piel, sombreros de gángster. Marcando tendencias.
La película tuvo un éxito inesperado y fue criticada por la imagen que se daba del mundo de la droga y, de hecho, de esas críticas salió, al parecer, el denominador genérico ‘blaxploitation’. Tuvo una secuela inmediata, Superfly TNT, dirigida por el propio protagonista, Ron O’Neal, que, todo hay que decirlo, pese a su aspecto contundente, con sus megapatillas, su mostacho y su melena, lo hace bastante mal. No recuerdo haberla visto pero la tengo por ahí. También hubo otra secuela en los noventa de la que se dicen pestes. Y ahora canten conmigo “It’s supercool, It’s Superfly”.
<span style="color: #808080;">Comando Antidroga ayer me la ví gracias a mi sobrino que su novia es una negrita dominicana, qué me la grabo junto a unos combates de boxeo de sus tocayos boxeadores salén combates de José Legrá ganamdo el titulo mundial de peso pluma al galés Howard Winstone y de Muhamadd Alí reteniendo su titulo del mundo de peso pesado cóntra el canadiense George Chuvalo y de la pelicula quiero recalcar qué tiene una persecución de coches ALUCINANTE.</span>
ResponderEliminar<span>ESTA CANCIÓN ESTA DEDICADA Á JOSÉ LEGRÁ :http://losmolestones.blogspot.com/2010/03/lolita-la-tapatia-bendito-fanfarron.html?showComment=1268080684172_AIe9_BGJ8khWg7j34mjjLSHyWZh3SqsfliAwn-A1GLQ5MLp9ATg2efzx-aUAL3ODz9Fb4tVXTK8JnRcOadojQeTHZoVcbpi68lL46yTMxJWULP6XPH7JjeJaqhKN3DmM-KgZFDe_oyFbT914Uo8nEh_miUlAzUuDZqABBS47r1oBgmRwrerNYh1Fevv7vPrZdALIukD8OIpQN9MdDg27PfGt1aZx_etYYZICAGDw7gsB-pJjtpIuxPlPmamzpent7MwoHSc7327S#c2504449102361384021</span>
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